Una calle de esta ciudad, capital de la provincia de Kivu Norte, en República Democrática del Congo (RDC), se apoda «barrio de la muerte» por los brutales crímenes que suelen ocurrir allí.
Allí hay "burdeles donde menores de edad son explotadas sexualmente por adultos", dijo a IPS el mayor David Bodeli Dombio, comandante de una fuerza especial de la policía para la protección de mujeres y niños y niñas en esta provincia.
En los últimos dos años aumentó la cantidad de prostíbulos en Goma, donde niñas menores de edad son explotadas, así como el comercio ilegal.
"Esos burdeles tienen muchas menores, la mayoría procedentes de familias pobres e indigentes de Kivu Norte", dijo a IPS el director del programa de protección infantil, Faustin Wasolela, de la organización no gubernamental Acciones e Iniciativas de Desarrollo para la Protección de las Mujeres y la Infancia (Aidprofen, por sus siglas en francés).
Esta región tiene problemas desde abril de 2012 debido a los combates entre fuerzas gubernamentales y grupos rebeldes, que obligaron a unas 2,2 millones de personas a abandonar sus hogares, según la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
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Varios prostíbulos abrieron en distintos barrios de Goma.
"Actualmente hay decenas de burdeles en varias partes", dijo a IPS la jefa del barrio de Kasika, en la comuna de Karisimbi, Victorine Muhima. Ella coincide con Wasolela en que las duras condiciones de vida, la pobreza y el incesante conflicto están en el origen de esta tendencia.
Masika, un nombre ficticio para proteger su identidad, tiene 16 años y trabaja en el pequeño bar "Memoire ya Nzambe", de cuatro metros cuadrados, que también es un burdel.
"Soy moza de día y prostituta de noche para poder alimentar a mi hija de dos años. No sé quién es el padre", dijo a IPS.
Como moza gana unos 20 dólares mensuales. Pero de noche puede llegar a sacar hasta cinco dólares por cliente.
"Trabajo aquí desde 2010. Vine de Beni, donde vive mi familia. Mis padres son pobres y no pudieron mandarme a la escuela. Apenas teníamos para comer. Entonces decidí venir a Goma para hacer algo de dinero", relató.
En Memoire ya Nzambe se venden bebidas alcohólicas y hasta marihuana. Las habitaciones para los clientes se ubican en la parte de atrás del bar. "Puedes conseguir una chica por uno o dos dólares", dijo a IPS el joven veinteañero Emmanuel Bisimwa, cliente habitual.
Pero los propietarios niegan que exploten menores. "Tengo cinco empleados, pero son hombres. No tengo chicas trabajando para mí", dijo a IPS uno de los dueños, Riziki Mufiritsa.
Al igual que Masika, muchas niñas de entre 13 y 17 años son explotadas por mujeres y hombres adultos.
Ellas dicen que no tienen otra alternativa que el trabajo sexual. "No tengo opción, tengo que comprarme ropa interior, aceite y toallas higiénicas, pero no hay otro trabajo", dijo Rachel, de 15 años.
Es un argumento común que suele escuchar Idelphonse Birhaheka, del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y residente de Goma.
"Algunas nos dicen que se prostituyen para pagarse artículos básicos como jabón, aceite y toallas higiénicas", dijo a IPS.
"El conflicto armado en el este de la RDC dejó en la pobreza a muchas familias, a las que se les hace muy difícil ocuparse de sus hijos", explicó Birhaheka.
Dechine Birindwa es uno de los padres a los que les cuesta mantener a su familia.
"La vida se ha vuelto muy dura. Es difícil encontrar alimentos, ni hablar de comprar ropa o zapatos para mis hijas. Es muy duro, ellas se las tienen que arreglar", dijo a IPS.
Aunque la fuerza especial de la policía lanzó una investigación sobre la explotación sexual de menores, el mayor Dombi dijo que no era una tarea fácil.
"Es difícil encontrar los burdeles, pero una vez que lo hacemos, interrogamos a sus propietarios y cerramos algunos tras una investigación", indicó.
La policía investigó a ocho propietarios de prostíbulos en 2012, y cerró cinco establecimientos, informó Dombi.
"Necesitamos ayuda de todos, de la policía, que debe implementar formas de disuasión y de persuasión, pero también de iglesias, escuelas, padres y hasta de la prensa para luchar contra este fenómeno", remarcó Wasolela, de Aidprofen.