Proyecto petrolero desata desobediencia civil en EEUU

Michael Brune. Crédito: Cortesía de Sierra Club.
Michael Brune. Crédito: Cortesía de Sierra Club.

El término «desobediencia civil» tiene sus raíces en un ensayo de 1849 del poeta, filósofo y ambientalista estadounidense Henry David Thoreau, originalmente titulado «Resistencia al gobierno civil».

La desobediencia civil fue usada en Estados Unidos como forma de protesta no violenta especialmente en los años 50 y 60.

La mañana del 13 de este mes, activistas se reunieron frente a la Casa Blanca para realizar un acto de desobediencia civil en protesta por el proyecto denominado Keystone XL, un oleoducto que construirá la empresa TransCanada.

La cañería irá desde la occidental provincia canadiense de Alberta hasta la costa estadounidense en el Golfo de México, transportando un millón de barriles diarios de petróleo. Académicos y científicos alertan que el proyecto contribuirá en gran medida al cambio climático.

Varios manifestantes, entre los cuales se encontraban el científico climático James Hansen, el poeta Bob Haas y el abogado Robert F. Kennedy Jr., fueron arrestados luego de haber bloqueado la principal vía pública frente a la Casa Blanca y haberse negado a abandonar el lugar.
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También se encontraba el director ejecutivo de la organización ambientalista Sierra Club, Michael Brune. Fue el primer acto de desobediencia civil del grupo en sus 120 años de historia, y la primera vez en que su director ejecutivo fue detenido.

Brune habló con IPS sobre su experiencia en la protesta, así como las consecuencias ambientales del oleoducto.

IPS: ¿Puede describir qué ocurrió en la mañana del 13 de febrero frente a la Casa Blanca?

MICHAEL BRUNE: Con unos 50 líderes comunitarios de todo el país que se oponen tanto a las arenas asfálticas (de las que se extrae bitumen para convertirlo en petróleo) como a otros proyectos destructivos, organizamos un acto de desobediencia civil frente a la Casa Blanca.

El objetivo era instar al presidente (Barack) Obama a que usara todo lo que está en su poder para marcar distancia de las fuentes de energía extremas y aprovechar las renovables.

IPS: ¿Qué hace que las arenas alquitranadas en Alberta y el oleoducto Keystone XL merezcan tanta atención?

MB: Las arenas alquitranadas son la fuente de combustible que genera más carbono en el planeta. Es difícil acceder a ellas y se necesita mucha energía para extraer ese petróleo pastoso y denso.

Por eso, estamos muy preocupados por la posibilidad de que se expanda la producción de las arenas alquitranadas y se haga casi imposible detener el cambio climático.

Hemos pedido que, en vez de construir enormes oleoductos que transportan casi un millón de barriles de petróleo diario desde Canadá a Estados Unidos, se invierta el mismo dinero, unos 7.000 millones de dólares, en energía limpia y en tecnologías avanzadas.

Estamos luchando en esto porque el oleoducto en sí es muy destructivo, pero también porque es un símbolo del tipo de inversiones que debemos abandonar como sociedad.

IPS: Los defensores del proyecto señalan que creará fácilmente empleos para una economía tambaleante. ¿Esto es así?

MB: Tenemos que ser honestos en este debate: se crean empleos en la instalación de un oleoducto, y esos empleos son importantes para muchos. Cualquier inversión en energía crea empleos. Si abres una planta de carbón, eso le dará trabajo a la gente, y si instalas un oleoducto también.

Pero si vamos a ser honestos con eso, también debemos serlo con la perspectiva general, que indica que se pueden crear más empleos con la energía limpia que con los combustibles sucios.

Hay al menos tres veces más puestos de trabajo en la energía solar o eólica que en la del gas, el carbón o el petróleo.

Así que, si lo que nos preocupa es el cambio climático, por supuesto que tendremos que procurar energías limpias. Pero si nos preocupamos por la economía y crear empleos, deberíamos procurar energías limpias también.

Los que están más a la defensiva y se resisten a una transición a las energías limpias son los que se benefician de nuestra dependencia de los combustibles fósiles.

IPS: ¿El oleoducto atraviesa alguna zona ambientalmente delicada o protegida en Estados Unidos?

MB: Atraviesa el acuífero de Ogallala en (el central estado de) Nebraska, que es uno de los principales suministros de agua potable del país. También pasa por granjas y estancias ganaderas, muchas de las cuales han funcionado allí por generaciones.

Estuve cerca de un par de estancias de Nebraska. La gente no quiere que ninguna parte del oleoducto pase por allí. No creen que compañías como TransCanada y otras tengan derecho a poner en riesgo sus fuentes de agua por una sustancia que contaminará el aire y la atmósfera.

IPS: ¿Qué poderes ejecutivos tiene el presidente Barack Obama para resolver esta situación?

MB: Muchos. El presidente puede directamente rechazar el oleoducto. El Departamento de Estado (cancillería) está actualmente revisando la propuesta, para luego divulgar una recomendación, que es conocida como Declaración Complementaria sobre Impacto Ambiental, y luego el presidente deberá decidir si se construirá o no el oleoducto.

Una persona decidirá. Es por eso que estábamos frente a la Casa Blanca.

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