En los primeros días de este mes, los cubanos fueron a las urnas con la misión de elegir a los diputados de las asambleas municipales y provinciales del parlamento isleño, última instancia en la que el voto ciudadano tiene capacidad de decidir. Las cifras de votación, como es usual, sobrepasaron 90 por ciento, y todos los candidatos de todos los municipios resultaron electos, como también es usual.
La gente en la isla votó como vota siempre, con la misma rutina, y quizás sin demasiada conciencia de lo que inicia esta consulta electoral.
Porque el 24 de este mismo mes se producirá, dentro del sistema electoral cubano, el último acto tradicional estipulado por el proceso, con el que se iniciará la nueva legislatura: la elección, por parte de los 612 diputados ya escogidos, de los integrantes de la Asamblea Nacional que constitucionalmente regirán los destinos del Estado en los próximos cinco años.
Respecto a esta elección, la noticia más comentada, referida a los cambios que llegarán con la apertura de la nueva legislatura, es el cese de Ricardo Alarcón de Quesada (al fin anunciado oficialmente) en sus funciones al frente de la Asamblea, donde ha figurado durante los últimos 20 años.
Según declaraciones leídas, Alarcón justificó su salida del cargo con la afirmación de que 20 años es demasiado tiempo y hay que cambiar, hay que cambiar
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Pero el hecho del cual apenas se habla y que entraña la mayor importancia política e histórica para Cuba, es que, luego de que Raúl Castro sea elegido para el cargo de presidente del Consejo de Estado (pues nadie duda de que será ratificado), se estaría apuntando el día uno de una cuenta regresiva que, al cabo de otros 1.823 días, marcaría el fin del mandato político del general y de al menos cinco de los actuales seis vicepresidentes, quienes oficialmente asumieron sus cargos en febrero de 2008, cuando se hizo evidente el imposible regreso de Fidel Castro al poder y el ascenso presidencial de su hermano.
Fue el propio Raúl Castro quien en 2011, durante las sesiones del congreso del Partido Comunista de Cuba, gobernante en esta isla, propuso que ningún cargo político se pudiera extender por más de dos mandatos de cinco años incluido el suyo, como presidente.
Esta propuesta, que fue aprobada por el cónclave partidario, todavía está pendiente de una ratificación constitucional, en una modificación de la carta magna que deberá incluir muchas de las nuevas realidades nacidas al calor de las reformas del modelo económico del país, ideadas, impulsadas y defendidas por el propio Raúl Castro.
Esta nueva coyuntura, repito, histórica, para un país como Cuba, donde los cargos políticos, estatales y gobernativos no tuvieron fechas límites por cinco décadas, abre un periodo de expectativas respecto a los cambios que se producirán durante el quinquenio que se abre y lo que dejarán esos cambios para el futuro que se iniciará el 24 de febrero de 2018.
Desde hace más de cinco años, primero con lentitud y cambios de lenguaje, luego con medidas concretas de pequeño, medio y hasta largo alcance económico y social (como sin duda lo es la reforma migratoria que desde enero de este año permite viajar libremente a la mayoría de los cubanos, después de casi 50 años sin poder hacerlo), el general de ejército Raúl Castro ha puesto en movimiento el engranaje estructural socialista cubano en procura de lo que más requiere el país: institucionalidad, control financiero, aumento de la productividad, eficiencia económica, autosuficiencia en la producción de ciertos rubros, cambios en la política de empleo, modificaciones en la propiedad, etcétera.
Pero estas urgencias abocan a otras transformaciones que han sido anunciadas por el propio gobernante, en un proceso que en este período a iniciarse el 24 de febrero deberá llegar a sus mayores honduras y a tener, incluso, un nuevo reflejo constitucional, pues lo tendrá en la sociedad y sus actores.
¿Cuáles serán esas modificaciones dentro del modelo cubano? ¿Se entrará con más profundidad en la estructura económica, en la que hasta ahora solo ha habido cambios que, aun siendo importantes, no son macroeconómicamente decisivos y no han podido garantizar algunos de sus propósitos en rubros como la producción de alimentos?
¿Qué papel se le ofrecerá a la inversión extranjera en un país necesitado de capital para renovar su envejecida infraestructura?
¿Qué otras libertades ciudadanas se refrendarán en estos años, luego de una tan esencial como la reforma migratoria? ¿Qué país le dejará la llamada "generación histórica", hoy con más de 80 años de edad y medio siglo al frente del país, a los futuros gobernantes que se irán preparando en estos años definitorios? ¿Qué papel económico y hasta social podrán tener en el país los nuevos y viejos emigrados?
Cuba entra en una etapa de transformaciones y el horizonte de sus resultados está marcado en estos próximos cinco años, mucho tiempo para la vida de un hombre, una respiración para el tiempo histórico.
* Leonardo Padura, escritor y periodista cubano, galardonado con el Premio Nacional de Literatura 2012. Sus novelas han sido traducidas a más de 15 idiomas y su más reciente obra, "El hombre que amaba a los perros", tiene como personajes centrales a León Trotski y a su asesino, Ramón Mercader.