Comunidades de Brasil revitalizan río São Francisco en afluentes

Uno de los pequeños embalses cercanos al río Dos Cochos con agua de una lluvia reciente. Crédito: Mario Osava/IPS
Uno de los pequeños embalses cercanos al río Dos Cochos con agua de una lluvia reciente. Crédito: Mario Osava/IPS

El brasileño José Geraldo Matos recuerda con nostalgia las grandes traíras (Hoplias sp), peces carnívoros de lagunas y ríos de Brasil, que él pescaba en el río Dos Cochos, a pocos metros de su casa.

Restablecer las condiciones que tenía este río de 38 kilómetros al menos tres décadas atrás no parece posible, pero gracias a un esfuerzo concertado ya recuperó parte del flujo que ostentaba antes de que la sedimentación y la pérdida de nacientes lo convirtieran en un riachuelo intermitente.

"Donde vivo, solo quedó sin agua unos 20 días" este año de fuerte estiaje. Antes "quedaba seco por cuatro o cinco meses", comparó Jaci Borges, poblador local y activista de Cáritas, institución católica que apoya esa iniciativa y muchas otras de desarrollo solidario.

Salvar este y otros pequeños ríos es clave para revitalizar el São Francisco, el más importante recurso hídrico del Nordeste de Brasil, una región que ilumina con sus nueve centrales hidroeléctricas medianas y grandes. Dos Cochos, un subafluente, hace parte de su cuenca.

De los 36 afluentes directos del São Francisco, el "río de la integración nacional" porque cruza el centro y el Nordeste, 16 ya eran intermitentes en 2005, investigó el periodista Marco Antonio Coelho en su libro "Os Descaminhos do São Francisco" (Los extravíos del São Francisco).
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La población ribereña de Dos Cochos –300 familias o cerca de 1.500 personas– empezó a reaccionar a la destrucción de su río en 2001. La preparación, que incluyó crear la Asociación de Usuarios de la Subcuenca del río Dos Cochos y la discusión sobre qué hacer, demandó tres años.

A partir de 2004 se construyeron 850 "barraginhas", pequeños embalses circulares junto a carreteras y otros caminos por donde van los torrentes de crecidas o lluvias. Así se impide que los sedimentos, abundantes por el suelo arenoso, sean arrastrados hasta el lecho hídrico y sigan tupiéndolo.

Además, la tierra alrededor de esos pequeños embalses se humedece, y se alimenta la napa freática en una zona donde las lluvias no abundan y las graves sequías son frecuentes, como la que sufre el Semiárido brasileño desde el año pasado.

El río Dos Cochos cruza los municipios de Cônego Marinho y Januária, en el norte del estado de Minas Gerais, con un clima semiárido similar al que afecta a casi todo el interior del Nordeste brasileño, donde el índice pluviométrico varía entre 250 y 750 milímetros al año.

Además de los embalses, hace tres años se trata de restaurar los bosques ribereños, tendiendo una cerca a 30 metros del lecho para impedir la invasión del ganado. No todos se adhirieron a esta campaña, pero es impresionante la recuperación natural de la vegetación donde se puso la protección, sin necesidad de plantar nuevos árboles, señaló Matos.

El pequeño río se hizo conocido como ejemplo de revitalización, divulgado por la prensa escrita y la televisión en los últimos años.

La causa del deterioro del río es la deforestación de los cerros y la sustitución del bosque original por eucalipto para producir carbón vegetal, estimulada por políticas oficiales desde los años de 1970. Su agonía venía golpeando la producción agrícola local.

"Muchas nacientes se secaron, algunas tapadas por los sedimentos", dijo Borges.

Minas Gerais es el estado brasileño de mayor actividad minera, vinculada al transporte ferroviario y a la siderurgia, grandes consumidores de carbón vegetal.

Pero también la ganadería fue un factor del deterioro pues dañó el bosque y el suelo en la orilla del río, hasta que se le impuso el obstáculo de la cerca. Además, exigía sustituir la vegetación natural por extensos pastizales que favorecen la erosión que libera, a su vez, más sedimentos.

Matos, de 57 años, comparte con cinco hermanos un predio de 200 hectáreas dedicadas a la agricultura y la ganadería. De sus tres hijos, uno ya se fue a la ciudad cercana, Januária, y "otro quiere irse también", lamentó.

"Vivir acá es bueno, pero sobrevivir es difícil", porque las lluvias son muy irregulares y "tras dos meses sin llover se pierde todo", observó.

Otra dificultad son las carreteras, de tierra y sin mantenimiento adecuado, acotó Borges. La poca atención de las municipalidades afecta el transporte, pero también las barraginhas con las que se busca salvar el río.

Las últimas lluvias rompieron diques mal hechos en un tramo de la carretera donde se construyeron esos retenes, más o menos cada 50 metros, para resistir la intensidad de las crecidas. Así crece la bola de nieve: las barraginhas corriente abajo no aguantan las aguas que crecen demasiado al no ser contenidas arriba, explicó el campesino activista.

La asociación de pobladores locales propondrá a las alcaldías una reforma en un tramo de 6,5 kilómetros de la carretera para probar el modelo que podrá servir más tarde para toda la extensión, anunció.

La recuperación del riachuelo por iniciativa de los mismos pobladores muestra un camino para revitalizar el São Francisco, una promesa del gobierno federal como contrapartida al trasvase de aguas de este gran río, una obra gigantesca concebida para mejorar el abastecimiento hídrico de cuatro estados del Nordeste, que beneficiará a 12 millones de personas, según el proyecto oficial.

Pero se está haciendo muy poco, apenas el saneamiento básico –e incompleto– de algunas ciudades, y nada para reforestar las orillas de los ríos, según Roberto Malvezzi, miembro de la Comisión Pastoral de la Tierra de la Iglesia Católica.

Varios estudios estiman que el São Francisco perdió un tercio de su flujo desde mediados del siglo pasado. Muchos de sus afluentes o subafluentes se secaron en Minas Gerais, donde nace la mayor parte de las aguas franciscanas.

La ganadería y los monocultivos –soja, café, arroz y otros granos, además del eucalipto– provocan todos deforestación y son las principales causas de ese desastre hídrico, al "romper el ciclo hidrológico", evaluó Apolon Heringuer-Lisboa, fundador y dirigente del Proyecto Manuelzão, que trata de recuperar el río Das Velhas.

El gran problema de ese curso es que cruza la región metropolitana de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, y recibe la contaminación del desagüe urbano e industrial antes de desembocar en el São Francisco.

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