Una mañana en la capital de Kirguistán, Dilnoza se despertó y descubrió que su nuevo automóvil Toyota Corolla no estaba. Enseguida supo a quién llamar, y no era la comisaría de su barrio.
Dilnoza denunció el hecho a una agencia de seguridad privada, que insistió en que no revelara su nombre completo. Seis días después, los operativos de la agencia lograron encontrar y recuperar su automóvil, ubicado en un poblado a las afueras de la capital.
Al ser consultada por qué no recurrió a la policía, su respuesta fue práctica. «Pagué a la compañía para que tuvieran un incentivo para buscarlo. La policía no lo tiene», explicó la mujer de 33 años, quien dijo estar en una «cómoda posición económica».
En los últimos ocho años, dos presidentes de Kirguistán fueron derrocados en medio de violentas protestas callejeras y saqueos generalizados.
Eso, sumado a la propagada corrupción, diezmó la confianza de la población en la policía nacional. No sorprende entonces que muchas personas y empresas recurran a agencias privadas de seguridad para proteger su propiedad e investigar delitos.
[related_articles]
Según cifras otorgadas por un funcionario del Ministerio del Interior, hay 400 agencias privadas de seguridad con permiso de porte de armas en este país, 30 de las cuales operan todo el año.
Muchas de estas, como la contratada por Dilnoza, se niegan a hacer declaraciones sobre sus actividades.
De las empresas activas de Biskek, 13 integran la Unión de Agencias de Seguridad, un foro que se reúne regularmente con oficiales de la policía para discutir cuestiones prácticas del trabajo.
Funcionarios del Ministerio del Interior participan de los encuentros, según Vladimir Bessarabov, director general de Barracuda, una agencia de detectives y de seguridad, pero es raro que exista cooperación entre las estructuras de seguridad privada y pública.
«La policía nos ve como competencia», explicó a EurasiaNet.
«Es lógico», apuntó Bessarabov, cuya empresa creció de los 30 empleados con que se fundó, en 2004, a los 200 actuales, ofreciendo servicios personales y corporativos. Entre sus clientes se encuentra la multinacional de bebidas Coca-Cola.
La policía también ofrece servicios de custodia pagos, indicó. Pero las fuerzas privadas están mejor remuneradas y son más profesionales, añadió.
Los miembros de la Unión de Agencias de Seguridad envían a sus guardias a un curso dictado por Dordoi Securities, una de las grandes empresas con 800 empleados, donde les hacen análisis psicológicos y los capacitan en primeros auxilios y manejo de armas.
Por su parte, la academia de policía de Kirguistán tiene fama de ser una guarida de corruptos. Una reyerta en una fiesta de graduación en el último verano boreal repercutió en su reputación en materia de profesionalismo.
«Tratamos de no contratar gente del Ministerio de Asuntos Internos porque la policía está llena de malos hábitos», apuntó Bessarabov. «La fuerza es corrupta, y su definición de servicio no corresponde al grado de trabajo que pido a mis muchachos», añadió.
Muchos residentes de Biskek creen que los oficiales de policía están más interesados en usar sus cargos para beneficio personal que en preservar la seguridad pública.
Omurbek Suvanaliev, oficial de carrera que desempeñó brevemente el cargo de ministro del Interior en el gobierno del derrocado Kurmanbek Bakiev (2005-2010), reconoció que la desmoralizada fuerza policial perdió credibilidad a los ojos de la población.
«La gente comprende que las estructuras de seguridad existen para defender al jefe de Estado y a otras autoridades», dijo a EurasiaNet. «La policía perdió sus funciones civiles», apuntó.
Pero el aumento de empresas privadas de seguridad y de detectives, que no responden a una cadena de mando centralizada, es riesgoso. Esas agencias pueden ofrecer cobertura a actividades delictivas, alertó.
«Nos negábamos a otorgar licencias a personas consideradas una amenaza para la seguridad pública», indicó Suvanaliev, quien fuera dos veces jefe de policía de Biskek y ahora dirigente político de la oposición.
«Pero luego, la familia Bakiev comenzó a otorgar licencias a todo el mundo, incluso a sus vínculos de criminales y narcotraficantes», añadió.
Clientes como Dilnoza pueden elegir entre las posibles actividades delictivas de las agencias privadas y los abiertos reclamos de soborno de los oficiales de la policía.
«Los policías son ladrones, lo vemos a diario», se quejó.
Como integrante de la minoría uigur, sin conexiones con la fuerza policial, también siente que es menos probable que las autoridades respondan a su solicitud de asistencia.
«Se trata de qué puedas pagar y de quién protegerá mejor tus intereses», arguyó.
Este artículo fue originalmente publicado por Eurasianet.org.