En las elecciones de este domingo 7 en Venezuela se decidirá si continúa o se pone fin a una época, la de la revolución bolivariana de Hugo Chávez. El resultado impactará no solo en este país sino en el resto de América Latina.
En la primera década de este siglo, en América Latina "hubo un cambio de época no traumático, en ocasiones materializado en asambleas constituyentes, que buscaba dar respuestas a reivindicaciones de las mayorías populares y producir cambios políticos. Chávez es su más radical expresión", dijo Manuel Felipe Sierra, analista de la izquierda tradicional y crítico del presidente venezolano.
"Esa onda, cuya autoría reivindica Chávez aunque tenga raíces y liderazgos propios en cada país, ya pasó y la mayoría de los gobiernos se han encauzado por una vía democrática más convencional, con su matiz de izquierda", planteó a IPS.
Bolivia y Ecuador son otras referencias de ese cambio, que tiene su mecanismo político integrador en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), compuesta por ocho países latinoamericanos y caribeños, entre los cuales también Cuba y Nicaragua son protagonistas.
El movimiento regional de reformas ha tenido otra gran referencia, menos ideológica y radical, en el proceso liderado por Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, quien gobernó de 2003 a 2011 con un programa basado en el crecimiento económico con inclusión social y reafirmación democrática.
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A la experiencia brasileña se han adherido gobiernos autodefinidos tanto de izquierda como de derecha, a los cuales promete sumarse el candidato opositor venezolano Henrique Capriles si gana la Presidencia.
Capriles, quien se presenta apoyado por una variopinta plataforma de 29 agrupaciones que van de la derecha a la izquierda, se declara "admirador e imitador" de Lula y del modelo brasileño. Como prueba de ello muestra el plan Hambre Cero que aplicó en la gobernación del noroccidental estado de Miranda.
La mayoría de los últimos sondeos mantienen a Chávez como favorito para ser reelegido por tercera vez para el mandato presidencial que se inaugurará el 10 de enero, pero en un escenario de crecimiento de su contrincante que crea incertidumbre sobre el resultado en las urnas.
Chávez impuso a su diplomacia latinoamericana un estilo de confrontación con presidentes afiliados en la derecha política, que polarizaron países, gobiernos y cumbres, desde su llegada al gobierno por primera vez en febrero de 1999, coincidieron expertos consultados por IPS, incluso varios cercanos al mandatario.
"Tanto la exportación del modelo bolivariano, apoyado por el uso abusivo de la riqueza petrolera venezolana, como el estilo de Chávez están en su ocaso, pase lo que pase el domingo", dijo Sierra.
"Además, hay una fatiga de Chávez en la región por formas y maneras que estresan, incluso a sus aliados, y que dejaron de ser productivas para los intereses colectivos", opinó.
Roy Chaderton, embajador de Venezuela ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), consideró, en cambio, que una salida de Chávez de la escena "amenazaría la independencia latinoamericana", en especial de Estados Unidos, al que el mandatario se refiere siempre como "el imperio".
El diplomático planteó que, con el impulso venezolano, germinó en la región lo que definió como "una diversificación de dependencias, que nos hace más independientes de otros y más interdependientes entre nosotros".
"Los latinoamericanos creamos espitas de oxígeno que nos permiten respirar mejor y que se cerrarían" si pierde Chávez, afirmó.
"Estas no son unas elecciones cualquiera, ni para Venezuela ni para el continente, por la primacía ideológica y la polarización promovida por el presidente Chávez, y porque su salida confirmaría la caída del experimento de neopopulismo de izquierda que buscó exportar", opinó Teresa Romero, experta en relaciones internacionales.
Romero analizó que, aunque Chávez sea reelegido,"el entorno regional varió", evolucionando "hacia el centro", y en él "Brasil ganó el papel de rectoría, desde posiciones progresistas con menos estridencias y más eficiencia".
El presidente del estadounidense e independiente Diálogo Interamericano, Michael Shifter, aseguró que una eventual salida de Chávez del gobierno tendría "un efecto enorme en el panorama de la política regional, porque ha sido la voz más agresiva y polarizante del hemisferio en la última década".
Si hay un cambio en Venezuela, "los conflictos ideológicos no desaparecerán, pero serán menos agudos y mejor canalizados", dijo a IPS. En su opinión, Capriles mantendría relaciones normales con gobiernos como los de Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador y Nicaragua, "pero, por decirlo como se puso de moda en los 90, serán menos carnales".
Además del ALBA, el gobierno de Chávez impulsó la fundación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que reúne a los 12 países de la región, y la organización de asistencia petrolera Petrocaribe. También apostó por la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) para contraponerla a la OEA, que entiende es dominada por Washington.
De hecho, el gobierno inició en agosto su proceso de retiro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, un inapelable tribunal que dirime denuncias de violaciones humanitarias de los estados y forma parte del sistema de la OEA. Una medida cuyo único antecedente es el intento hecho por Perú, 20 años atrás, cuando gobernaba Alberto Fujimori (1990-2000).
Capriles adelantó que una de sus primeras medidas sería suspender ese proceso de separación de la Corte Interamericana y también volver a la Comunidad Andina, el mecanismo que articuló la integración regional de Venezuela desde los años 60 y del que Chávez completó su salida en 2011. Este bloque lo forman ahora Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.
El presidente se empeñó en los últimos seis años, en cambio, en que Venezuela fuese miembro pleno del Mercado Común del Sur (Mercosur), lo cual se logró en junio, tras la suspensión temporal de Paraguay del grupo, conformado también por Argentina, Brasil y Uruguay.
"Son cambios de alianzas de fundamentos políticos e ideológicos", y no basados "en razonamientos económicos o de inserción geográfica", apuntó Sierra.
En su campaña electoral, Capriles asegura que, en caso de llegar a la Presidencia, seguirá en todos los bloques, incluido el ALBA.
Sin embargo, subraya que "se acabará la regaladera y ni un barril de petróleo saldrá gratis de Venezuela", un país donde el crudo representa ahora 93 por ciento de sus exportaciones, frente a 70 por ciento que este rubro aportaba en 1998. Con eso se refiere a donaciones no reembolsables a países de la región y de otros continentes, y a la entrega de petróleo a valores preferenciales en trueque por productos y servicios.
Al preguntar quiénes perderían más en la región con una eventual derrota electoral de Chávez, los analistas coincidieron en que los gobiernos de Cuba y Nicaragua serán los más afectados, porque han sido quienes más dependen de los recursos venezolanos. "Tampoco habrá fiesta en Argentina, Bolivia y Ecuador", dijo Shifter.
Capriles promete que mantendría buenas relaciones con Cuba y que buscaría reunirse con el presidente de ese país, Raúl Castro, después de hacerlo con la mandataria brasileña Dilma Rousseff, su prioridad, y con el colombiano Juan Manuel Santos.
Pero añade que deberán revisarse los convenios actuales, mediante los cuales, según sus cifras, La Habana recibe anualmente entre 3.000 y 4.000 millones de dólares.
Chávez reitera por su parte que, en el supuesto negado de que saliera de la Presidencia, "volverá la oscuridad a la sociedad latinoamericana" y "ganará el imperio (estadounidense)".
Para Sierra, "Venezuela tiene un peso específico en la región, como único país estructuralmente petrolero latinoamericano, aunque otros tengan también esa riqueza, y debe recuperar y normalizar ese papel, pase lo que pase este domingo".