El paso del huracán Mitch, que hace 14 años devastó Honduras, impulsó entonces a un grupo de mujeres de la etnia garífuna a organizarse para asistir a los más afectados. Luego ampliaron su tarea y se convirtieron en un ejemplo de compromiso a favor del ambiente, el rescate de la cultura y la agricultura sostenible.
La experiencia culminó en el Comité de Emergencia Garífuna de Honduras, liderado en su mayoría por mujeres residentes en el caribeño municipio de Trujillo, una de las zonas más bellas del país y primer asentamiento humano creado por los españoles en la época de la conquista.
Cuando el Mitch "golpeó nuestra comunidad y la ayuda no llegaba, nos organizamos para salir en busca de comida, medicinas y techos porque no podíamos permitir que fracasara nuestra gente", contó a IPS la directora ejecutiva del Comité, Nilda Hazel Gotay.
Entre el 22 octubre y el 5 noviembre de 1998, el huracán se movió por el mar Caribe, América Central, el sur de México y de Estados Unidos. A su paso por Honduras, en particular, dejó 6.500 muertos, 9.000 desaparecidos, 1,5 millones de damnificados y pérdidas materiales por unos 4.000 millones de dólares, según cifras oficiales.
Al Comité de Emergencia Garífuna lo integran nueve mujeres y tres hombres, y desde hace 13 años trabajan en tres ejes articulados, que son ambiente, rescate cultural y agricultura sostenible.
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Unas 16 comunidades han sido beneficiadas con las iniciativas del Comité Garífuna, que desde su creación ha logrado despertar conciencia en las comunidades sobre la importancia de preservar los recursos naturales con proyectos de reforestación de microcuencas y de mitigación frente al cambio climático, además de cultivos agrícolas sin pesticidas.
Las ayudas de la cooperación internacional han sido variadas, pues sus proyectos van dirigidos a colectividades garífunas muy pobres que "deben estar fuertes para enfrentar su futuro", comentó Gotay, líder de esa etnia, al informar que actualmente ejecutan planes de rescate cultural, agricultura y reforestación en las comunidades Santa Rosa de Aguán, Santa Fe e Iriona.
"Les enseñamos a nuestro pueblo el modo de sembrar cultivos propios de nuestra cultura, como yuca, malanga, plátano, cocoteros y camote", además de educar a los niños y niñas sobre las tradiciones garífunas de la danza y la música autóctona.
Estas prácticas tradicionales, indicó Gotay, han servido para hacer frente a los desastres naturales, a prepararse ante la variabilidad del clima con el consecuente aumento de las sequías. Así han logrado recuperar las microcuencas de Guadalupe y Trujillo, reforestar playas y recuperar especies frutales como el coco, entre otras.
Hugo Galeano, experto en asuntos ambientales, dijo a IPS que la labor que ejecuta el Comité Garífuna de Emergencia es el mejor ejemplo de integración de una comunidad en defensa de los recursos naturales, "al ser ellos los protagonistas de sus historias de cambio y rescate cultural".
"Las mujeres garífunas han mostrado su liderazgo y capacidad de gestión, sin necesidad de intermediarios, lo que abarata costos y otorga a estos grupos de base de sociedad civil mayor organización comunitaria", agregó.
Al par de las acciones a favor de la naturaleza y la agricultura sostenible, las comunidades beneficiadas con los proyectos que impulsa el Comité han logrado también evitar que muera en las nuevas generaciones, en especial los menores y los jóvenes, su cultura garífuna procedente de sus ancestros de África.
Cuentan con un mercado garífuna en donde se encuentra todo lo que les identifica a sus raíces culturales y gastronómicas, y cada abril organizan el llamado Carnaval Garífuna Educativo, donde destacan el "baile del maipol", que representa todas las manifestaciones cotidianas de la comunidad y es interpretado solo por mujeres que se disfrazan y entrelazan cintas de color en un árbol que simboliza sus formas de vida.
También explican a los menores la importancia del tambor, instrumento garífuna formado por una pieza hueca de madera que se golpea con bolillos y que tiene un significado entre el pasado y el futuro, además de enseñarles a escribir música inédita en su lengua ancestral.
El ingeniero agrícola Noel Ruíz, alcalde de Santa Fe, una de las comunidades atendidas por el Comité, tiene razones para apoyar estas iniciativas. "Porque conozco su trabajo desde que yo me desempeñaba como asesor técnico de organizaciones ambientales, y ellos han sabido responder a las necesidades sentidas de la población", dijo.
En diálogo con IPS, Ruíz resaltó la importancia de las alianzas estratégicas con el Comité Garífuna a nivel de rescate cultural y de comidas criollas, establecimiento de parcelas productivas, ayuda humanitaria y agricultura sostenible, entre otros.
"Mire, ellos llegan a lugares pobres, abandonados a su suerte, y hoy día son una gran escuela, un ejemplo de asociación a seguir entre los gobiernos locales que ojalá pueda ser tomado en cuenta dentro de las políticas nacionales de participación ciudadana que no se ven hasta ahora", agregó.
El trabajo con los gobiernos locales ha sido fundamental para los integrantes del Comité Garífuna de Emergencia. Estos destacan la importancia de una cercanía con las autoridades municipales para coordinar talleres de capacitación en materia ambiental, festivales culturales, proyectos productivos, entre otros.
"Como garífunas, nos encanta apoyar a nuestro pueblo, escribir proyectos para que puedan salir adelante y así enseñar también a nuestros niños que hay una cultura que se debe preservar, cuidar su lengua y aprender a querer y valorar la naturaleza", sostuvo Gotay.
Todas estas acciones han valido para que la proyección de esta iniciativa comunitaria, cuyos integrantes son en su mayoría gente ligada a comunidades de base como patronatos, sea reconocida internacionalmente con premios en Ecuador, Canadá y Naciones Unidas.
Por ahora funcionan con recursos de la organización canadiense "de Amistad, pero también han recibido apoyos de organismos de Europa y Estados Unidos.