La rueda de la emigración cambia para familias cubanas

Su voz suena calmada. Ya no duda de que su «destino» es vivir fuera de Cuba. «Mi padre cada día está más viejo. Ya es hora de que yo lo ayude», cuenta a IPS una joven de 27 años, que piensa emigrar para convertirse en la proveedora de su familia.

"Él llegó a México en 1992 y desde entonces lleva solo el peso económico de la familia", explica la científica, que prefiere no revelar su nombre. "Ojalá pudiera mantenerlo en el futuro con lo que gano aquí como investigadora agrícola", lamenta, a pocos días de emprender un viaje a Estados Unidos que puede ser definitivo.

Su padre, un ingeniero industrial, emigró para mantener a su gente, cuando comenzaba en este país caribeño una crisis económica que perdura hasta ahora.

"No quisiera repetir la historia", dice. "Aquí se quedan mi mamá y mis parientes. Si logro un empleo y la nueva ley migratoria permite viajar libremente, regreso", asegura.

Muchos cubanos revisan sus proyectos de vida mientras intentan ver la magnitud de los cambios provocados por la reforma migratoria que anunció el gobierno de Raúl Castro el martes 16. Sobre todo, esperan que la nueva ley alivie las necesidades de reencuentro y cercanía de las familias separadas por la emigración.
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La familia cubana siente "con mucha intensidad los procesos migratorios, son un drama para ellas", revela a IPS la psicóloga Consuelo Martín, gran especialista en el tema.

Por ello, defiende que sus necesidades deben incluirse en las políticas migratorias, que toman otro rumbo con la modificación de la legislación vigente desde 1976, establecida en el Decreto Ley 302.

A partir del 14 de enero de 2013, se aligeran los trámites para viajar por asuntos personales desde Cuba con la eliminación de dos documentos: la "carta de invitación" y el "permiso de salida".

Desde entonces, para este tipo de viajes con regresos establecidos, bastará con presentar el pasaporte vigente y la visa de los países que la exijan, así como cumplir los requerimientos especiales impuestos a los ciudadanos cubanos por algunas naciones. Varias de las nuevas medidas atienden recomendaciones reiteradas por investigadores como Martín, que propone "contextualizar las políticas migratorias en los desafíos del siglo XXI y las dinámicas económicas y sociopolíticas de la Cuba actual".

De hecho, las autoridades cubanas anunciaron modificaciones adicionales en esa dirección para un futuro cercano pero no especificado.

La emigración tiene que ser cada vez más un proceso "normalizado" dentro de la sociedad cubana, indica la investigadora del estatal Centro de Estudios de Salud y Bienestar Humano, de la Universidad de La Habana. En general, detalla, las familias los comprenden hoy como una aspiración "legítima" de alguno de sus integrantes.

El éxodo cubano se extiende a más de 150 países y representa alrededor del 10 por ciento de su población actual, de 11,2 millones de habitantes, de acuerdo con el analista Antonio Aja. En 2011, el saldo migratorio internacional fue negativo para la nación caribeña en 39.263 personas, el registro más alto desde 1994, según fuentes oficiales.

El cálculo es que uno de cada cuatro cubanos residentes en la isla, tiene al menos un familiar en el exterior.

De alguna manera, el Decreto Ley 302 acerca a su diáspora, con la derogación del "permiso de entrada" para las y los emigrados con pasaporte habilitado, extiende el tiempo permitido para sus visitas a la isla hasta tres meses prorrogables y "establece el mecanismo" para quienes deseen solicitar de nuevo su residencia en Cuba.

Con la nueva ley, Cuba reduce las restricciones impuestas a su población con recursos para viajar al extranjero por razones personales. Pero se mantienen regulaciones especiales para universitarios, militares, funcionarios directivos y atletas de alto rendimiento.

Además los ciudadanos que pretendan salir al exterior deben obtener el visado que le exigen la inmensa mayoría de los países para los cubanos.

Sin embargo, no se modificaron por ahora aspectos polémicos como la norma de la salida definitiva, a que son sometidos los emigrantes, y la apertura de permisos de residencia en el exterior. Si pasados 24 meses un viajero no regresa, actualmente "se entiende" automáticamente que su salida del país es definitiva y pierde derechos y bienes.

"Tal vez pueda obtener un estatus migratorio no definitivo. Quiero estar con mi padre, que ha sido excelente", continúa la joven, que brinda su testimonio a IPS.

"Todo este tiempo veló por nosotras, mientras otros se olvidaron de la familia que dejaron atrás", reconoce esta hija, que enfrenta la falta de la figura paterna desde los siete años. "Fue muy duro al principio. Aprendimos a vivir así, pero nunca nos estabilizamos. Mi madre no tuvo otra pareja sólida y él se consagró al trabajo", dice.

Cuando se aborda este tema, "siempre se toca en la llaga de alguien", insiste Martín. "Aun cuando la decisión de emigrar de un integrante de la familia fue consensuada y comprendida, las ausencias se sienten, sobre todo en el país de origen", explica la académica, que apuesta por develar el rostro humano escondido tras las estadísticas.

En las primeras décadas de la Revolución Cubana de 1959, la emigración tuvo una connotación "ideológica y política". Por esa causa, sucedieron múltiples rupturas familiares, aunque muchas se recompusieron más tarde, detalla la experta. A partir de los años 90, el motivo dominante de las salidas pasó a ser el económico.

Desde entonces, los vínculos familiares -entre quienes quedan en Cuba y los que se van- suelen mantenerse, salvo excepciones, abunda. Por esa razón, argumenta, buena parte de las personas emigradas vienen de visita y luchan por la reunificación tan pronto se estabilizan en su lugar de acogida.

Según los resultados de estudios liderados por Martín desde hace más de 15 años, "la forma de relacionarse la familia se transformó. El padre o la madre están ausentes físicamente, pero siguen presentes a través de la manutención, el regalo, la ayuda económica y la comunicación por medios como el correo electrónico y el teléfono".

Incluso, "desde aquí se ayuda económicamente a la persona que emigró. Por ejemplo, muchos jóvenes enfrentan dificultades para adaptarse a la sociedad receptora, por carecer de recursos. Sus familiares de aquí los apoyan, aunque parezca casi imposible por la crisis económica que atraviesa Cuba", revela la experta.

El hijo menor de Luisa María Ramírez recibe una que otra remesa de sus padres desde La Habana. "Hace más de un año se fue a Perú y no ha podido prosperar", relata a IPS esta jubilada, que trabaja a tiempo parcial en un restaurante privado. "Cada vez que podemos le mandamos algo", asegura.

"De mis tres hijos, solamente uno está a mi lado", confiesa Ramírez. Hace siete años dijo adiós a su hija mayor, que reside en Estados Unidos. "Ella necesitó poca ayuda. Ahora solo deseamos que nuestros hijos que están fuera vengan a vernos y que permanezca con nosotros el que está aquí".

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