La pacificación de las «favelas» de la brasileña Río de Janeiro, como forma de enfrentar a los grupos armados y eliminar el tráfico de drogas, no es todavía una política pública efectiva, argumenta Eliana Sousa Silva, quien ha vivido casi 30 años en uno de esos vecindarios pobres y hacinados.
La llamada pacificación comienza con el ingreso de batallones de elite de la Policía Militar, para reprimir el narcotráfico.
Una vez expulsadas las mafias, se instalan en forma permanente las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), un modelo comunitario, y comienzan a implementarse inversiones en salud, educación, deporte y generación de ingresos para sus habitantes. Pese a la desconfianza inicial, la estrategia se anotó algunos éxitos.
Sin embargo, los habitantes no han sido incorporados al proceso de pacificación, sostiene Sousa Silva, asistente social y fundadora de las organizaciones no gubernamentales Observatório das Favelas y Redes da Maré.
Tras haber vivido casi tres décadas en el complejo de favelas de Maré y presenciar violencia y abusos de derechos humanos, acaba de lanzar el libro "Testemunhos da Maré" (Testimonios de Maré), que expone la realidad del conjunto de comunidades pobres más poblado de la ciudad. (Ver recuadro).
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En el libro, presentado el 23 de agosto, la autora expone los puntos de vista de habitantes, policías y traficantes sobre cómo perciben la violencia.
IPS: A partir de 2008, Río de Janeiro vive una ola de cambios con la instalación de las UPP en las favelas. ¿Cómo ve ese proceso?
ELIANA SOUSA SILVA: Las UPP son una respuesta del Estado, que formuló un proyecto elaborado por la Secretaría de Seguridad del gobierno estadual. Es una acción todavía en curso y tiene un lado positivo: intenta intervenir en el contexto de los grupos armados y desarmarlos.
Pero, al mismo tiempo, deja que desear. Es preciso que dé un paso adelante para constituirse como política pública. Y falta el aspecto importante de entender a la población de esas favelas y de cómo se relaciona de manera diferente con la propia policía.
El avance se dará cuando se logre que la gente vea que la llegada del Estado, a través de la policía, es para garantizar su derecho a la seguridad y no para hacer del habitante una víctima. Los residentes deben ser incorporados al proceso de pacificación y deben volverse sujetos.
IPS: Usted vivió casi 30 años en el complejo de Maré y en su libro aborda esa realidad desde distintos puntos de vista: los habitantes, los policías y los traficantes. ¿Cómo está hoy Maré?
ESS: Hasta la década de 1980, Maré tenía seis favelas, hoy son 16. A partir de esa década, se sumaron varias comunidades, a raíz de una política de vivienda basada en erigir conjuntos habitacionales. El gobierno financió las ocupaciones.
Eso tal vez explique las cuestiones que caracterizan a Maré, convertida en una gran favela, la mayor de Río en cuanto a cantidad de población. Los datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística indican 129.400 habitantes. Ochenta por ciento de las ciudades de este país no alcanzan a tener esa dimensión.
Es un conjunto de favelas, pero con una población del tamaño de una ciudad mediana, con problemas estructurales de urbanización, saneamiento, red pluvial, conservación, ambiente, espacios de arte y cultura y calidad de sus 16 escuelas.
Por estar cerca de la Bahía de Guanabara y de autopistas rápidas, como la Linha Vermelha y la Avenida Brasil, el aire que se respira en Maré es el peor de la ciudad. Hay una confluencia de problemas determinados por su propia formación: la llegada de población sin la debida infraestructura.
IPS: En breve Maré recibirá la primera UPP. ¿Cuál es la expectativa de la población?
ESS: Hay expectativa y hay temor. La UPP puede traer un aspecto positivo, pero la falta de claridad sobre cómo se dará ese proceso pone en incertidumbre a los habitantes. La policía no ha cambiado de actitud. Se espera una acción muy violenta.
IPS: En el acto de lanzamiento de su libro se vendieron más de 200 ejemplares. ¿Qué la motivó a escribirlo?
ESS: La motivación mayor fue entender el proceso de la violencia de Estado a través de la policía, algo que tenía dentro desde niña. Yo la veía y no entendía la razón. Mi actuación en Maré es de militancia y activismo en cuestiones comunitarias para mejorar la calidad de vida. Ayudé a fundar el Observatório de Favelas y las Redes da Maré para incidir en esa realidad social.
Pero era necesario tratar el tema de la violencia y la seguridad para que las acciones en el campo social surtieran efecto. Y se volvió fundamental entender la seguridad pública.
IPS: En el libro usted aborda la banalización de la violencia y la compara con la aceptación que se dio en la lógica del Estado nazi: la violencia como un acto institucional para mantener el orden. ¿Cómo justifica esa comparación?
ESS: Es importante trabajar en las favelas la comprensión de la seguridad como un derecho, similar a la salud o la educación, porque sus habitantes no tienen noción de su derecho a la seguridad.
Hay que trazar esa idea del derecho para pensar políticas públicas. La actuación policial en la favela sigue una lógica bélica.
El ejemplo del Estado nazi es para dar una dimensión de la gravedad. Aunque sea inaceptable, en ese contexto hay un comando y un orden que naturaliza las prácticas violentas, como la justicia del tráfico de drogas. Incluso yo, que experimentaba inquietud y extrañamiento ante esa lógica, tenía una mirada atravesada por esos actos de violencia.
IPS: En su investigación obtuvo testimonios de residentes, y siguió también la rutina de policías y de miembros de los grupos armados ilegales. ¿Cómo fue esa experiencia?
ESS: Quería entender cómo manejaban la idea de seguridad pública esos tres grupos. Cómo se sentían la policía, protagonista importante de este proceso, el habitante, que debería ser el destinatario de este servicio público, y quien se mueve en el terreno de lo ilícito.
Detecté el vacío y la falta de diálogo entre los tres protagonistas y un potente preconcepto por parte de los agentes de seguridad sobre los habitantes de las favelas, que lleva a una visión distorsionada sobre quiénes son las personas que viven allí, como si toda la comunidad estuviese impregnada de conductas ilegales.