Más de tres años después de las controvertidas elecciones presidenciales de Irán, muchos ciudadanos aún desconfían del gobierno de Mahmoud Ahmadineyad. Pero en vez de permanecer al margen colaboran para mejorar la situación socioeconómica del país.
Desde que terminaron las protestas callejeras por el resultado electoral favorable a Ahmadineyad, numerosos analistas han debatido sobre el impacto que el quiebre de confianza derivado de esa instancia tuvo en la clase media urbana que votó a Mir Hossein Mussavi en 2009.
El candidato presidencial reformista ha permanecido en detención domiciliaria la mayor parte de estos últimos tres años.
Pero cuando las protestas se calmaron, muchos ciudadanos se dejaron guiar por un sentido de responsabilidad, pese a la violencia y la represión empleada por las autoridades para aplastar a la oposición.
Ese sentido de responsabilidad emana de la preocupación con la que Irán es conducido en el marco de los esfuerzos de Estados Unidos para aislarlo y amenazarlo, así como debilitar su economía.
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Esta preocupación fue incluso planteada por al candidato presidencial conservador Mohsen Rezaei, quien dijo durante la campaña electoral de 2009 que "el país está al borde de un precipicio".
En vez de salir de la esfera pública, como muchos observadores extranjeros habían anticipado, la clase media se volvió cada vez más activa involucrándose en ámbitos no relacionados directamente con la política.
Su activa presencia primero se sintió en la economía y estuvo encabezada por empresarios. El sector de la construcción y la electricidad son buenos ejemplos de la situación.
A pesar de la enorme demora de las autoridades en el pago de los servicios que ofrecen, siguen buscando soluciones y trabajando con un gobierno que muchos de ellos consideran desagradable.
Por su parte, las autoridades se han mostrado menos sensibles a las críticas del sector privado y recibieron las sugerencias de sus miembros.
Una de las áreas de colaboración fue la implementación de una reforma de los subsidios.
Uno de los empresarios consultados por IPS dijo que la eliminación de los subsidios ha sido uno de los reclamos clave del sector privado, pero el momento no ha sido considerado apropiado dada la grave crisis económica.
"Colaboramos porque el gobierno insistió", señaló el empresario que no quiso revelar su identidad. "Se crearon grupos de trabajo en varios ministerios que reunieron a representantes del gobierno y del sector privado para evaluar varias formas de llevar a cabo el plan", añadió.
El gobierno de Mahmoud Ahmadineyad no implementó los acuerdos alcanzados, en especial en lo que respecta a la asistencia económica directa a varios sectores a fin de que pudieran ajustarse al repentino aumento del precio de la energía para la industria.
Pero la continua interacción con el gobierno y las denuncias públicas sobre los graves problemas existentes llevaron al parlamento a detener la segunda fase del plan de subsidios.
Según el empresario: "No se puede ignorar el desperdicio de recursos ni los errores, y aun necesitamos utilizar canales abiertos como el parlamento o incluso dependencias del gobierno que demuestren mayor comprensión e incidencia para lograr un cambio".
Otro empresario que suele escribir sobre economía en la prensa dijo a IPS: "Cada vez que escribo una columna, me preocupa caer por cuestionar a las autoridades".
Pero eso no lo detiene. "Queremos a nuestro país y nos preocupa la situación. Por eso debemos expresar nuestras críticas y nuestras posturas. Quizá alguien escuche y preste atención a un punto de vista que surge de la compasión, y no de la enemistad", añadió.
La cooperación con el gobierno ha sido más difícil para las personas que se mueven en el ámbito cultural y social. Pero la cuestión de si debe hacerse o no se volvió una discusión significativa.
Un politólogo que no quiso revelar su identidad contó que una invitación que le enviara una institución gubernamental generó una discusión acalorada entre sus colegas.
"Pero finalmente concordamos en que lograr un impacto es mejor que sentarse en casa y estar enfurruñado", señaló.
"Negarse a hablar, el rechazo y la eliminación forman parte de un discurso que encarna la violencia, y eso es lo que rechazamos", explicó.
"En cualquier caso, no debemos perder el tiempo. No podemos esperar el momento perfecto, pues puede no llegar jamás. Debemos aprovechar cada oportunidad que se presenta para participar e incidir", añadió.
Pero el enorme deseo de participar e incidir queda atenuado por la falta de confianza en el gobierno y, las mismas autoridades son precavidas, incluso temerosas, de la participación de la ciudadanía en todos los aspectos de la sociedad.
La desconfianza mutua saltó a la vista en la respuesta popular al terremoto ocurrido en agosto en la norteña provincia iraní de Azerbaiyán Oriental.
La población de otras provincias, en especial de Teherán, reunieron bastante dinero y productos para enviar, pero numerosos voluntarios se mostraron reacios a entregar lo recaudado a la Media Luna Roja, encargada del rescate y de la misión humanitaria, e insistieron en entregar los suministros ellos mismos.
El gobierno detuvo a 20 voluntarios. Algunos de ellos fueron rápidamente liberados, pero el hecho revela la desconfianza del gobierno frente a todo tipo de trabajo cooperativo entre la población.
Según un sociólogo de Teherán, que tampoco quiso dar su nombre, la sensación de inseguridad deriva de la "posible movilización y colaboración de segmentos de la sociedad".
Según él, el sismo ofreció una oportunidad para que la población de Teherán ayudara a la comunidad de habla azerí.
Pero "donde sea que la participación genere lazos entre la población, aunque ayude al gobierno a cumplir con sus obligaciones, es rechazada por las autoridades", añadió.
El rechazo de las autoridades no logró aplastar el deseo de participar donde sea y cómo sea.
Otro sociólogo de la Universidad Allameh Tabatabai señaló que la gente creó formas "creativas" para contribuir y que consideran su comportamiento como "participación molesta".
Por ejemplo, en lo que respecta al terremoto, la blogósfera estuvo repleta de quejas sobre la mala información de la televisión estatal, lo que hizo que rápidamente mejorara la cobertura.
Además, varias empresas constructoras se unieron a los donantes, eludiendo al Estado, para construir casas para la gente de la zona afectada por el terremoto.
Según este sociólogo: "Toda oportunidad de participación, trabajo cooperativo entre la población y fuerte crítica se aprovecha con entusiasmo". Y es precisamente esa actitud activa la que incomoda a las autoridades.
"El gobierno no sabe de dónde vendrá la participación y siempre está en actitud de reacción", alertó el sociólogo de la Universidad Allameh Tabatabai.