Si las agricultoras tuvieran un acceso igualitario a los recursos para trabajar la tierra podrían aumentar entre 20 y 30 por ciento su rendimiento, e incluso elevar entre 2,5 y cuatro por ciento la producción total del sector en los países en desarrollo.
Esto plantea un estudio de inminente publicación por parte del no gubernamental Foro Global para los Servicios de Asesoría Rural (GFRAS, por sus siglas en inglés).
La conclusión se basa en la información recabada por la organización a través de su Grupo de Trabajo sobre Igualdad de Género en Servicios de Asesoramiento Rural, con el que busca garantizar que más mujeres puedan desempeñarse eficientemente como agentes de extensión para ayudar mejor a las agricultoras.
Los servicios de extensión brindan información, capacitación, consejos y apoyo técnico a los agricultores para ayudarlos a mejorar su productividad y sus métodos de cultivo.
"Las mujeres del sector son responsables de un gran porcentaje de la producción agrícola, especialmente en África. Sin embargo, hay pocas entre el personal de extensión en el área", dijo la secretaria ejecutiva del GFRAS, Kristin Davis.
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"Los servicios de extensión tienen que tener en cuenta la situación a veces especial de las agricultoras, en materia de crianza de sus hijos y de propiedad de la tierra", agregó.
Según la síntesis del estudio, una mayor producción de alimentos por parte de las mujeres reduciría entre 12 y 17 por ciento la cantidad de personas malnutridas en el mundo. Por ejemplo, los cálculos sobre una productividad potenciada en Malawi y Ghana muestran que un acceso igualitario a insumos y servicios aumentaría 17 por ciento solo los rendimientos del maíz.
Davis dijo a IPS que es de lamentar que la mayoría de los servicios de extensión trabajen principalmente con agricultores hombres. Esto se debe a que la mayor parte de las políticas de desarrollo parten de la base de que son estos casi exclusivamente quienes se dedican a trabajar la tierra.
"Por lo tanto, los servicios de asesoramiento se ven seriamente limitados" por tener que superar estas tendencias, agregó.
La mayoría de los agentes de extensión son hombres que no fueron capacitados para trabajar con mujeres agricultoras, según Modernización de Servicios de Extensión y Asesoría (MEAS, por sus siglas en inglés), una iniciativa con sede en Estados Unidos creada para transformar estos sistemas en los países en desarrollo.
Actualmente, la organización lleva a cabo un análisis de lo que se necesita para fortalecer los sistemas nacionales de extensión agrícola en 20 naciones pobres, entre ellas Birmania, Burkina Faso, Camboya, Ecuador, India, Kenia, Nigeria, Malawi, Malí, Perú y Uganda.
"Los sistemas de extensión en los países pobres de África, Asia y América Central necesitan experimentar un cambio significativo para satisfacer de modo efectivo las necesidades de pequeños agricultores y agricultoras", dijo Burton Swanson, exdirector del Proyecto MEAS y profesor emérito en la Universidad de Illinois.
"Nuestro objetivo es transformar estos sistemas de extensión para que puedan desempeñar un rol tanto en el aumento de ingresos agrícolas como en la mejora del sustento de los pobres de las zonas rurales, especialmente las mujeres", agregó.
Según GFRAS, las mujeres son clave en la producción alimentaria mundial y en los efectivos servicios de extensión. En promedio, ellas representan 43 por ciento de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo, oscilando entre alrededor de 20 por ciento en América Latina a casi 50 por ciento en África subsahariana.
Según la presidenta de la Alianza para una Revolución Verde en África, Jane Karuku, uno de los problemas es que "las mujeres participan relativamente poco en la toma de decisiones y en los beneficios" de la agricultura comercial.
Los métodos empleados para llegar a esos sectores de la población, como la capacitación en el terreno, favorecen a los hombres, incluso en su programación y organización, agregó.
Las mujeres que trabajan en la mayoría de los sistemas de extensión pública son muy pocas, sostuvo.
Karuku formuló estas declaraciones a IPS en vísperas del Foro para la Revolución Verde en África, que se celebra del 26 al 28 de este mes en Arusha, en el nororiente de Tanzania. Este encuentro busca desarrollar soluciones a la inseguridad alimentaria lideradas por países de este continente, y Karuku es una oradora clave.
"El foro mostrará que invertir en las mujeres minifundistas y en los emprendedores rurales como agentes del cambio agrícola y económico tiene beneficios sociales y financieros significativos", señaló.
Y también pondrá de relieve los subsecuentes efectos, "tremendamente beneficiosos": aumento de ingresos familaires, mejora de la seguridad alimentaria y reducción de la pobreza, planteó.
Según Karuku, para mejorar la productividad de las agricultoras africanas se necesita con urgencia la introducción de tecnologías que ayuden a ahorrar tiempo.
Este aspecto no es menor, dado que servirá para "reducir la triple carga de las mujeres rurales: en el hogar, en el huerto y en el procesamiento posterior a la cosecha", dijo.
Todas estas responsabilidades recaen de modo desproporcionado sobre las mujeres en los sistemas de producción agrícola del continente, añadió.