Moverse un día de mercado en la frontera entre República Dominicana y Haití resulta casi milagroso para quienes desconocen el arte de sortear camiones, motos o bicicletas que transitan entre productos apilados desordenadamente por doquier y centenares de personas yendo y viniendo de un lado a otro.
Imposible hacerse oír por alguien y más vale medir cada paso, so pena de caer bajo el gentío. Hacia el mediodía, las transacciones más importantes finalizan, a juzgar por las filas de hombres y mujeres que, con sus bultos sobre la cabeza y entreverados con los vehículos, cruzan la aduana a paso lento por terrenos siempre anegados.
"Se está estudiando la manera de mover este mercado hacia un sitio más seguro", dijo Yanelys Díaz, asistente del alcalde de Jimaní, un municipio de 14.000 habitantes fronterizo con Haití.
El funcionario de esta capital de la provincia de Independencia, en el suroccidente dominicano, admite que las condiciones higiénicas del lugar son caldo de cultivo para epidemias de cólera, malaria y dengue, entre otras. "Hay que resolver esto", recalcó a IPS.
El comercio binacional en esta área se asfixia en el pequeño espacio a que fue replegado por las inundaciones que provocó, desde el lado haitiano, la crecida del lago Azuei. El agua invadió la mayoría de sus edificaciones administrativas y centenares de personas se vieron afectadas por la reducción de las operaciones de compraventa.
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Los vecinos cuentan que hasta 2007 el Azuei solo se adentraba unos 500 metros en el territorio dominicano, pero actualmente se extiende por casi dos kilómetros, hasta la carretera que va al cruce fronterizo. Haití es el segundo socio comercial de República Dominicana y ambos países comparten la caribeña isla Española.
Pese a las condiciones adversas, los negocios marchan, dijo a IPS un exportador dominicano de alimentos. "Las ventas tienen sus días buenos y malos, pero no se detienen y se hacen en efectivo, en dólares estadounidenses o pesos dominicanos", afirmó este comerciante que perdió ganado y tierras con las inundaciones.
Comunidades de las sureñas provincias dominicanas de Independencia y Bahoruco comparten con Haití el lago Azuei y también poseen el lago Enriquillo, la mayor reserva natural de agua superficial de la República Dominicana. La vida económica de la zona fluye alrededor de esos dos cuerpos lacustres en grave desequilibrio desde hace años.
Para este país, la crecida del Enriquillo representa un desafío ambiental de grave repercusión socioeconómica, especialmente a partir de 2007, cuando la tormenta tropical Noel descargó en la zona 700 milímetros de lluvia en cinco días. Unas 15.000 hectáreas de tierras dedicadas al cultivo y la ganadería quedaron ya bajo el agua.
En la región hay temor de que la situación se agrave. Algunos estudios sobre el tema señalan que las crecidas de ambos lagos pueden ser un indicio de cambios climáticos y ambientales en la región a 20 o 30 años. Hacia 2100, indican los pronósticos, República Dominicana perdería 14 por ciento de su territorio por el aumento del nivel del mar.
"Sobre el origen del fenómeno (de las crecidas) existen diferentes teorías o estudios, pero la comunidad no cuenta con las informaciones precisas ni oficiales hasta el momento", advirtió a IPS la gerente de proyectos de Visión Mundial, Adela Matos. La organización cristiana internacional, con sede en Estados Unidos, tiene una oficina en Jimaní, que forma parte de la Coalición Enriquillo-Azuei.
La alianza la integran productores, comerciantes, sindicatos, la Iglesia Católica y las alcaldías de Independencia y Bahoruco, con el fin de tratar de conseguir una salida ante el desborde de los dos lagos. "Es notorio que el proceso de desarrollo alcanzado durante estos años se encuentra retrasado por esta situación", afirmó Matos.
Entre las instituciones que han investigado el problema, la especialista mencionó a la Universidad Autónoma de Santo Domingo, el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos y centros de investigación de universidades privadas como el Instituto Tecnológico (Intec).
El diario digital dominicano Acento.com aseguró que una investigación de expertos del Intec y de The City College of New York arrojó en sus resultados preliminares que la razón de las crecidas se encuentra en el cambio "hidroclimático" y el calentamiento de los océanos.
Según estos especialistas el calentamiento global está provocando mayor evaporación en los océanos, que arrastra humedad y lluvias, aumentando las precipitaciones y la producción de agua dulce, con lo que crecen las escorrentías, tanto superficiales como subterráneas.
Esas condiciones se combinan con la inusual disminución de la evaporación de las aguas del lago y dan como resultado un aumento de su caudal. Estos expertos advierten que eso sucede en el lago Azuei o Sumatre, del lado haitiano, en la laguna Cabral, del lado dominicano, o en formaciones tan distantes como en China.
Habitantes e instituciones con años de trabajo en esta región temen que la situación empeore. "No descartamos que con la saturación de los suelos y la deforestación que ya afectan la zona, un fenómeno natural como una tormenta estacionaria o un huracán puedan producir una tragedia de mayor magnitud que la de mayo de 2004", advirtió Matos.
En esa fecha, la repentina crecida del río Blanco provocada por lluvias continuas dejó más de 500 personas muertas y unos 1.600 damnificados en Jimaní, según las cifras de la Comisión Nacional de Emergencias. La gente no advirtió el peligro porque hasta ese momento el afluente estaba prácticamente seco.
En 2004, el Enriquillo llegó a su superficie más baja de la historia, de unos 165 kilómetros cuadrados. Pero ese mismo año comenzó un proceso de crecimiento acelerado para alcanzar en 2009 a 333 kilómetros cuadrados, 49 por ciento más que cinco años antes.
Matos insiste en el desastre social. "El desempleo, la explotación sexual comercial de menores de edad, el trabajo infantil, las enfermedades y la violencia son consecuencias visibles de la pérdida de los medios de vida de las familias afectadas que también constituyen una amenaza latente para las posibilidades de desarrollo de estas comunidades", señaló.
Mientras en esta parte del sur dominicano siguen esperando medidas gubernamentales que alivien su situación, los expertos recuerdan que la variabilidad en los niveles de agua del Enriquillo viene de tiempos remotos y no queda más que adaptarse a ella porque el lago no puede ser "reubicado".
En ese sentido, si una de las manifestaciones del cambio climático va por sequías y lluvias recurrentes cada vez más intensas, la mejor adaptación es trasladar tanto los predios agrícolas y ganaderos como a las familias a zonas seguras. Según datos oficiales, 70 por ciento de las ciudades dominicanas se encuentran a orillas de un cauce fluvial.