El cambio climático tiene solución en Etiopía

Un exitoso proyecto de mujeres agricultoras en Etiopía sive de modelo para capacitar a otros grupos de cultivadores urbanos de África sobre cómo adaptarse al cambio climático. Crédito: Isaiah Esipisu/IPS
Un exitoso proyecto de mujeres agricultoras en Etiopía sive de modelo para capacitar a otros grupos de cultivadores urbanos de África sobre cómo adaptarse al cambio climático. Crédito: Isaiah Esipisu/IPS

Hace ocho años, Kenbesh Mengesha obtenía apenas unos 50 centavos de dólar diarios recolectando leña de un terreno fiscal y vendiéndosela a sus vecinos del tugurio que habita en la capital etíope. Pero todo cambió para ella con la creación de un proyecto sostenible de mujeres agricultoras.

El programa se ha convertido en un modelo de capacitación sobre cómo adaptarse al cambio climático para otras organizaciones urbanas dedicadas a los cultivos en toda África.

Etiopía es extremadamente vulnerable a las sequías y otros desastres naturales como inundaciones, lluvias intensas, heladas y olas de calor. El recalentamiento planetario empeoró esto, y los pronósticos mundiales prevén que para 2050 habrá un aumento de entre 1,7 y 2,1 grados en la temperatura media del país.

También se prevé que esto tendrá un impacto significativo sobre la seguridad alimentaria. En 2011, este país y todo el Cuerno de África fueron azotados por la peor sequía en 60 años. Esto causó una severa crisis alimentaria que llevó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a declarar la hambruna en la región.

El Banco Mundial estima que la inseguridad alimentaria le costará a Etiopía entre 75.000 y 100.000 millones de dólares anuales para adaptarse al cambio climático entre 2010 y 2050.
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Así que, cuando Mengesha y otras 29 mujeres que también se ganaban la vida recolectando leña formaron una organización comunitaria local, fue el inicio de un modo de vida más seguro y sostenible.

"La recolección de leña era y todavía es un trabajo riesgoso. Conozco a varias mujeres que fueron violadas por hombres que se aprovecharon de ellas mientras estaban en los bosques" haciendo esa tarea, dijo.

Pero actualmente la vida es menos incierta para Mengesha. Y ya no tala árboles para sobrevivir.

La Asociación de Mujeres de Gurara, que ya tiene 200 integrantes, cultiva casi dos hectáreas de tierras arrendadas al gobierno cerca del tugurio de Gurara, en Adis Abeba, practicando lo que llama un sistema de bioeconomía integrada.

Grupos comunitarios de autoayuda permitieron postularse a la tierra del Estado a través de las autoridades locales, en el caso de proyectos que quisieran implementarse en entornos urbanos. La asociación tiene un contrato de arriendo por cinco años, renovable.

Esta organización de mujeres ha descubierto maneras innovadoras de manejar las cambiantes condiciones climáticas y de combatir la inseguridad alimentaria.

Sus integrantes fueron capacitadas por la organización no gubernamental Bioeconomy Africa, que administra el Instituto ABCD (siglas en inglés de "desarrollo de capacidad en bioeconomía – África").

Las mujeres participaron durante dos semanas en cursos sobre diferentes técnicas integradas en la agricultura de pequeña escala.

El resultado fue exitoso, dado que permitió a las integrantes de la asociación ganar suficiente dinero para alimentar a sus familias, pagar las cuotas escolares de sus hijos e incluso crear oportunidades de empleo para otras personas.

Esto es toda una hazaña en esta nación del oriente africano que tiene 82 millones de habitantes y es la segunda más pobre del mundo.

Según el Índice de Pobreza Multidimensional, desarrollado por la Universidad de Oxford, 90 por ciento de los etíopes viven en la pobreza absoluta, y 39 por ciento sobreviven con 1,25 dólares por día.

"Aprendimos a utilizar la menor cantidad de espacio, fértil o no, para lograr la máxima producción agrícola", dijo Fantanesh Atnafic, una de las fundadoras de la organización.

"En el pasado reciente hemos visto cambiar drásticamente las condiciones ambientales. Las lluvias ya no son confiables como lo eran hace unos 20 años. Además, cuando llega el periodo seco, habitualmente es más prolongado de lo normal, lo que tiene un efecto negativo sobre la agricultura en general", señaló.

Pero un clima cambiante no significa la derrota para los pequeños agricultores, según Getachew Tikubet, director de operaciones de Bioeconomy Africa.

"Es verdad que las condiciones climáticas están cambiando, lo que es un enorme contratiempo para muchos agricultores africanos. Pero también es verdad que todos los problemas tienen solución. Y eso es lo que intentamos abordar con los pequeños agricultores africanos", dijo.

La asociación femenina usa diferentes métodos de agricultura intensiva que crean un entorno ideal para sus cultivos.

"Habitualmente combinamos conocimientos agrícolas atóctonos, como el uso del abono, con técnicas científicas aprendidas de diferentes organizaciones e individuos, lo que incluye la extracción de biogás y gas metano del estiércol de las vacas antes de usar el residuo como abono", dijo Atnafic, madre de seis hijos y cuyo esposo fue muerto en las Fuerzas Armadas hace 20 años.

Los gases se usan como combustible en vez de leña.

"Hemos aprendido muchas cosas. Por ejemplo, cuando hace más calor, como estamos experimentando en este momento, construimos estructuras para cuyos techos usamos telas negras, a fin de mantener la humedad en los suelos", explicó Ihite Wolde Mariam, presidenta de la asociación.

El techado con telas negras logró reducir la cantidad de calor en el suelo.

"Naturalmente, el color negro absorbe el calor. Y cuando hacemos un invernadero con una red negra, o hacemos techados agrícolas comunes usando la tela sobre los cultivos, en realidad reducimos 40 por ciento el calor que hay debajo. Esto termina reduciendo la evaporación, lo que guarda la humedad del suelo para los cultivos", explicó Tikubet.

El grupo de mujeres se las arregló para comprar 10 vacas lecheras y así dedicarse a la producción láctea.

Sus integrantes cultivan actualmente varios tipos de verduras, como espinaca, col, tomate y zanahoria, así como cultivos con fines comerciales. Los productos fescos se usan en la cocina del restaurante que abrieron al público.

"También usamos estiércol de vaca primero para producir el biogás que se emplea para cocinar en el restaurante y luego se convierte en abono orgánico a ser usado en la horticultura", explicó Mariam.

Para generar más ingresos, el grupo inició un proyecto avícola, con 500 gallinas ponedoras. También tiene 12 colmenas para la producción de miel y cuatro baños comerciales donde los habitantes del tugurio pagan por ducharse.

"Este es uno de los proyectos de agricultura urbana más exitosos que se haya beneficiado de nuestro programa de capacitación. Ellas se han convertido en un modelo para la capacitación de otros grupos de agricultoras de toda África", dijo Tikubet.

"Han demostrado claramente que la agricultura de pequeña escala es el camino a seguir, a fin de lograr la muy deseada revolución verde en África", señaló.

"Lamentablemente, la modernización olvida a los pequeños agricultores", agregó.

Cada integrante de la asociación gana entre 16 y 19 dólares por mes, además de los tres dólares diarios que cobran por trabajar en el proyecto agrícola.

"Los dividendos ya son suficientemente buenos. Me han permitido enviar a mi hijo menor a la escuela secundaria, y me permiten pagar los productos básicos y mantener a mis nietos también", dijo Mengesha, madre de cinco hijos.

* Este artículo es parte de una serie apoyada por la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN).

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