Tras 18 meses de conversaciones, el gobierno de Egipto solicitó 4.800 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI) para estabilizar una economía que sigue en declive después de la revuelta popular que llevó a la caída del régimen de Hosni Mubarak (1981-2011).
El pedido del presidente Mohamed Morsi hecho el miércoles 22 a la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, fue recibido con escepticismo por la sociedad civil local y por políticos nacionalistas.
Muchos observadores se muestran preocupados por la falta de transparencia en las negociaciones y por la posibilidad de que el gobierno egipcio acepte condiciones onerosas que le obliguen a recortar el gasto y la seguridad social.
Existe el temor de "que comience una nueva era de dependencia", dijo a IPS el economista Amr Adly, director de justicia social de Egyptian Initiative for Personal Rights (Iniciativa Egipcia para los Derechos de las Personas), con sede en El Cairo.
"El préstamo del FMI no será aprobado sin concesiones que contradigan totalmente las promesas de un nuevo modelo de desarrollo, y así socavarán las posibles medidas de justicia social", apuntó.
El FMI no quiso hacer declaraciones a IPS sobre este asunto.
La deuda de Egipto asciende a 35.000 millones de dólares, y las perspectivas de un gran préstamo del FMI van en sentido contrario a las actuales iniciativas que urgen a la comunidad internacional a tratar de reducirla.
"La mejor forma para la comunidad internacional de colaborar con un nuevo comienzo del pueblo egipcio sería respaldar a una comisión independiente que determine si la mayoría de la deuda acumulada en la era Mubarak es ilegítima y si debe ser cancelada", dijo Deborah James, del Centro de Investigación de Política Económica, con sede en Washington.
Eso no quiere decir que la economía de Egipto no necesita ayuda. Desde el comienzo de la revuelta popular en enero de 2011, cuando el turismo extranjero y las inversiones cayeron en picada, este país no se recuperó de la drástica disminución de divisas y liquidez ni de un déficit de rápido crecimiento.
El FMI mantuvo conversaciones con el gobierno de Egipto durante todo este tiempo y ofreció miles de millones de dólares en el marco de los llamados créditos contingentes. Pero funcionarios del Fondo se mostraron renuentes a avanzar en las negociaciones hasta que El Cairo no fuera capaz de demostrar un amplio apoyo político para contraer un préstamo.
Con la última demostración de poder del presidente Morsi sobre la cúpula militar, muchos observadores creen que las negociaciones darán sus frutos.
Varios países como Arabia Saudita, Qatar y Estados Unidos decidieron o estudian la posibilidad de ofrecer una significativa asistencia bilateral. Solo Qatar prometió 2.000 millones de dólares.
Experiencia tercerizada
Adly cree que es posible que el FMI presione para privatizar las empresas públicas, crear impuestos y disminuir el gasto social. Pero también se lamenta de que la mayoría de estas ideas sean especulaciones, pues se desconocen los detalles de las negociaciones.
"No es un proceso transparente. El gobierno ha dicho que el FMI no ha impuesto condiciones, pero entonces ¿por qué están negociando?", preguntó.
Parte del asunto es que el nuevo presidente, la Hermandad Musulmana, a la que pertenece, y la coalición gobernante tienen décadas de experiencia en cuestiones sociales y religiosas, pero no en materia económica ni fiscal.
El gobierno de Morsi es consciente de su falta de experiencia y, por ello, mantuvo a importantes integrantes del régimen de Mubarak, como el gobernador del Banco Central, Faruk al-Okdah.
"Son los mismísimos integrantes del equipo neoliberal que estuvieron a cargo en la época de Mubarak", señaló Adly. "Estos burócratas y tecnócratas son bastante conservadores, y se cree que los mantuvieron para negociar con el FMI y el Banco Mundial", añadió.
Modo plantación
Lagarde declaró el miércoles 22 que el FMI "responderá rápido" y que enviará un equipo técnico a principios de septiembre. El mismo día, el primer ministro Hisham Qandi dijo que esperaba que se llegara a un acuerdo para fines de este año.
De lograrse, Egipto será el país africano número 20 en tener una deuda con el FMI, según datos de 2011. Además, si la cifra final ronda la solicitada, el préstamo a Egipto será, por lejos, el mayor del continente.
A falta de información sobre las negociaciones entre El Cairo y el FMI, las lecciones aprendidas de otras experiencias moldean inevitablemente el análisis de hoy.
Durante años, muchos organismos multilaterales de crédito, incluido el FMI, hicieron un énfasis significativo en indicadores de desarrollo humano, explicó Rick Rowden, consultor en desarrollo que realiza su doctorado en la Universidad de Jawaharlal Nehru, en Nueva Delhi.
Pero "despreciaron totalmente la necesidad real de desarrollo económico, pasando de una economía demasiado dependiente de la agricultura y las industrias extractivas a una basada en la industria manufacturera y los servicios", dijo a IPS.
Una y otra vez, el FMI y otros fondos promovieron políticas que parecen atentar contra las iniciativas industriales que la mayoría de los países necesitan para crear un desarrollo verdadero: las que construyen la industria local, indicó Rowden. Eso dificulta la capacidad de países como Egipto para "salir del modo de plantación", apuntó.
Eso puede verse exacerbado por una tendencia del FMI a no diferenciar entre sector privado local e internacional, un "primer paso esencial" para crear políticas industriales locales efectivas, explicó Rowden.
"El pueblo de Egipto debe participar y asegurarse de que el gobierno cree una estrategia de desarrollo nacional, que incluya la adopción de políticas industriales a largo plazo para crear una base manufacturera local con la idea de diversificar la economía, ampliar la base impositiva y aumentar la inversión pública", añadió.
"Nada de esto será posible con los préstamos y el asesoramiento político del FMI", concluyó.