COLUMNA: Detrás del diferendo entre Turquía e Irán

Las relaciones entre Turquía e Irán se tambalean por el conflicto en Siria, y los últimos roces sugieren un deterioro acelerado.

El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, y su canciller, Ahmet Davutoğlu, expresaron de forma inequívoca su descontento con las últimas duras declaraciones procedentes de Teherán sobre la responsabilidad de Ankara en la crisis siria.

Los gobernantes turcos se molestaron especialmente con los últimos comentarios del jefe de Estado Mayor de Irán, Hasan Fruzabadi, quien dijo que "será su turno" si Turquía sigue "ayudando a promover las políticas belicistas de Estados Unidos en Siria".

Por su parte, el canciller de Irán, Ali Akbar Salehi, realizó un gran esfuerzo para tratar de suavizar el discurso de los sectores de línea dura de su país cuando tuvo que recurrir a Turquía para lograr la liberación de 48 iraníes secuestrados por insurgentes sirios.

Davutoğlu, por su parte, le advirtió "con franqueza y de forma amigable" que dejara de responsabilizar a Ankara por la violencia en Siria.
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Además del intercambio de acusaciones sin precedentes, Irán decidió suspender un acuerdo de visas con Turquía.

El tratado, vigente desde 1964, fue suspendido la semana pasada con el pretexto de la cumbre del Movimiento de Países no Alineados (Noal), que se realizará en Teherán a fines de este mes. Volverá a aplicarse en septiembre cuando termine la reunión, pero la explicación resultó sospechosa para la prensa turca.

En tanto, el viceprimer ministro turco, Bülent Arinç, insinuó que los últimos atentados terroristas en el sudeste de su país contaron con respaldo de Teherán.

"Recibimos información de que terroristas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) se infiltraron por la frontera iraní, se instalaron en el campamento de Şehidan (Irán) y entraron a Turquía desde la región de Harkuk, en el norte de Iraq", indicó.

¿Cómo se entiende la agresividad de Irán hacia Turquía y la dura respuesta del gobierno de Erdogan?

A Teherán no le gustó que Ankara respaldara a la insurgencia en Siria. Considerando que la política de Erdogan en este asunto tampoco es popular dentro de la propia Turquía, Irán parece haber decidido subrayar los peligros de lo que considera una estrategia imprudente también para los intereses turcos.

Teherán espera que el desborde de la crisis siria en Turquía haga que el gobierno islamista de Erdogan reciba cada vez más críticas de las fuerzas seculares por haber apoyado la oposición al presidente sirio Bashar al-Assad, sin detenerse a pensar en las implicancias de la desintegración de Siria como país.

El gobierno iraní sabe muy bien que, en un ambiente político controvertido como el de Turquía, la opinión pública cuenta.

La lógica de Teherán es simple.

La caída de Assad puede dejar a Irán como perdedor en la lucha indirecta por Siria, pero Turquía perderá mucho más si el variopinto grupo de fuerzas que se reunieron para desplazar a Assad terminan desestabilizando las fronteras que fueron impuestas por fuerzas externas en la primera mitad del siglo XX.

La frontera turca con Iraq fue negociada con el gobierno británico en 1926 y establecida con Siria en 1938, cuando la población de la limítrofe provincia de Hatay decidió en las urnas formar parte de Turquía y no de Siria al expirar el mandato francés.

Irán puede llegar a perder un aliado clave con Assad y ver debilitada su posición en la región, pero Turquía tendrá que lidiar con sus propios alevíes árabes que residen en la frontera con Siria (y quizá con toda la comunidad aleví turca y kurda atemorizada por actos sunitas agresivos), con el nacionalismo kurdo oportunista y con el caos que invariablemente implica tener refugiados en zonas fronterizas.

La fuerte respuesta de Erdogan también puede comprenderse en el marco de esa dinámica interna. De hecho, el primer ministro turco ya respondió molesto a los críticos locales e incluso llegó a tildarlos de traidores por cuestionar los esfuerzos de su política hacia Siria. La crisis siria representa también un gran problema para Turquía, ante la posibilidad de que se materialice alguna entidad kurda en el norte de Siria y surja una guerra civil confesional y étnica, ya que hay distintos grupos controlando las diferentes zonas.

En esta dinámica, la ofensiva verbal y diplomática de Irán, incluida la reunión pública entre el asesor de seguridad nacional iraní Saeed Jalili y Assad, en Damasco, puede entenderse en el marco de una estrategia con varios objetivos.

Primero, puede apuntar a dejar en claro que la caída de Assad no es tan inminente como sostienen sus oponentes. El mensaje es que Assad puede estar en problemas, pero presionarlo para que abandone el poder requiere algo más que el actual enfoque militarizado.

Segundo, Irán espera subrayar los peligros que supone el permanente apoyo a la insurgencia siria con asistencia armada extranjera sin ningún marco político que tome en cuenta los intereses de Assad y de sus seguidores.

Esa política no ha logrado derrocar al régimen, pero aun si lo hiciera, provocará la desintegración del país sin que nadie tenga control de las consecuencias regionales.

Tercero, Teherán quiere dejar sentado que el problema sirio no se resolverá sin la participación de Irán.

Es notable que la evaluación por parte de Teherán de la disyuntiva de Ankara no sea muy diferente a las que hay en Estados Unidos respecto de la amenaza que supone la prolongación del conflicto para los países vecinos.

Pero en Estados Unidos, la posibilidad de que el conflicto se salga de control motivó reclamos para aumentar el apoyo a la insurgencia para derrocar a Assad y poner fin a los enfrentamientos lo antes posible.

A diferencia de Estados Unidos, Irán no tiene recursos para involucrarse directamente en el conflicto. Pero trata de sacar provecho público del costoso intento y, por ahora, infructuoso de sacar a Assad. Por el momento, la opinión pública de Turquía es su campo de batalla.

Con los poderosos aliados que empujan a Turquía a mantenerse comprometido con el fin del régimen de Assad, el papel de Teherán es bastante débil. Pero la política de Erdogan en el embrollo de Siria también es una apuesta que solo será redimida si Siria no se desintegra como país.

*Farideh Farhi es una experta graduada de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Hawaii. Dio clases de política comparada en la Universidad de Colorado y de Hawái, en la de Teherán y en la de Shahid Beheshti, en la capital iraní.

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