Las alteraciones meteorológicas hacen que Bolivia pierda cada año cientos de millones de dólares en cultivos, ganado y viviendas. Pero las políticas de su gobierno para enfrentar el cambio climático todavía están en construcción.
En la campaña agrícola de junio de 2011 a mayo de este año, 0,3 por ciento (21.000 hectáreas) de las áreas cultivables sufrieron inundaciones, granizadas y sequías, según la Unidad de Contingencia Rural del Ministerio de Desarrollo Rural.
Un total de 20.449 familias en 72 de los 328 municipios resultaron privadas de ingresos o tuvieron problemas en su sustento, y 21 variedades de productos agrícolas sufrieron los mayores efectos, según las estadísticas del gobierno.
Este balance puede parecer benigno comparado con años anteriores: En 2007, los impactos de El Niño/Oscilación del Sur alcanzaron una superficie nueve veces mayor que la actual, con 185.432 hectáreas dañadas. Entre 2008 y 2010, las hectáreas cultivadas y destruidas sumaron 162.045 y 164.963, respectivamente.
Pero estos desastres amplifican su impacto por la vulnerabilidad boliviana: este país amazónico y andino tiene gran variedad de pisos ecológicos y la mitad de su población en la pobreza.
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Las comunidades pobres, indígenas y campesinas sienten con mayor intensidad las sequías e inundaciones, dijo a IPS la activista de Reacción Climática, Mirna Inés Fernández.
Este año, las zonas más dañadas por inundaciones son las praderas ganaderas del norteño departamento de Beni, mientras el Chaco, en el sur, sufre una intensa sequía, según la Unidad de Contingencia Rural.
La llanura de Beni aún estaba incomunicada en las primeras semanas de junio, dijo a IPS la responsable de alerta temprana, Zamira Cortez, desde el municipio de Santa Ana del Yacuma. La carretera que la une a la capital del departamento, Trinidad, seguía tapada por las aguas, y la travesía de 291 kilómetros, que suele tomar cinco horas en automóvil, insumía hasta tres días en lancha.
En esa zona ganadera, la agricultura se da en periodos cortos, entre septiembre y diciembre, sorteando ciclos de sequía e inundaciones y sin posibilidades de producir grandes volúmenes de alimentos.
Los eventos extremos "desde el año 2006 han generado pérdidas de bienes y flujos económicos por un valor que fluctúa entre 300 y 400 millones de dólares anuales", indica el informe "Tras las huellas del cambio climático en Bolivia", publicado en 2011 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La temperatura en la cordillera tropical andina subió entre 10 y 11 décimas de grado por década desde 1939, y en los últimos 25 años, el ritmo del calentamiento fue de entre 32 y 34 décimas cada 10 años.
En la zona amazónica (norte y noreste), la temperatura subió ocho décimas de grado por década entre 1901 y 2001.
El Cuarto Informe de Evaluación, publicado en 2007 por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) prevé mayores subas de temperatura en los próximos años, que afectarán especialmente zonas del Hemisferio Sur con altitudes superiores a los 5.000 metros sobre el nivel del mar.
El calor aceleró el "retroceso de los glaciares de la región andina", afectando la disponibilidad de agua y la generación eléctrica, asegura el estudio del IPCC.
En la cima de la montaña Chacaltaya, situada a 30 kilómetros de La Paz y con una altura de más de 5.400 metros, desapareció el glaciar en 2009, antes de lo que preveían los científicos. El primero en extinguirse en América del Sur, hasta hace poco más de una década era la estación de esquí más alta del mundo.
El PNUD advierte que el cambio climático está poco investigado en este país. Sus datos se basaron en "observaciones científicas puntuales, percepciones locales poco sistematizadas y generadas en función a modelos climáticos que todavía presentan altos niveles de incertidumbre".
El año pasado, un foro virtual sobre gestión del riesgo agropecuario, organizado por el Ministerio de Desarrollo Rural, concluyó que "la posición del país está en un proceso de construcción, de ajuste permanente", asociada "al Plan Nacional de Desarrollo que tomaría en cuenta en su diseño los efectos de las alteraciones climáticas".
Bolivia fue organizadora en 2009 de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático que encarnó un reclamo de justicia global sobre las responsabilidades del mundo rico en este problema ambiental.
Pero, internamente, las normas e instituciones están desarticuladas, se han diseñado compartimentos estancos, sectoriales y territoriales, que desarrollan acciones puntuales en áreas específicas, pero sin coordinación, sostiene el PNUD.
"En las comunidades existe conciencia de que debe haber un líder para enfrentar estas condiciones, sin embargo aún no hay medidas del Estado", dijo a IPS la coordinadora del Programa de Reducción de la Vulnerabilidad ante el Cambio Climático de la Liga de Defensa del Medio Ambiente (Lidema), María René Pinto.
Los problemas de la infraestructura productiva y de las fuentes de agua hicieron más vulnerables los medios de vida de pequeños productores de 51 comunidades en 15 municipios distribuidos en los nueve departamentos, indica un estudio de Lidema.
Para este diagnóstico, cuyos resultados se publicarán a fines de este mes, se buscó identificar roles relacionados con el desarrollo productivo, social y ambiental con el propósito de plantear medidas sostenibles para la adaptación al cambio climático.
En sus visitas a los municipios, Pinto observó ausencia de liderazgo para enfrentar las dificultades meteorológicas, pero advirtió cierta recuperación de organizaciones internas y colectivas.
El estudio registró en el Altiplano reducción de ingresos, tendencia a la migración y a la desestructuración familiar, preponderancia de monocultivos y generación de conflictos, así como escasez de alimentos por reducción de glaciares, falta de agua para consumo humano y agricultura.
En el valle central se registraron conflictos entre comunidades que se disputan las fuentes de agua, reducción de ingresos familiares y tendencia a la migración, todo acompañado de procesos de erosión de la tierra.
En las llanuras del norte y del este, muchas familias perdieron viviendas, tierras y ganado, sufren enfermedades endémicas por las aguas estancadas y están aisladas por la destrucción de carreteras.
A partir de sus hallazgos, la investigadora subraya que el país debe desarrollar y fortalecer sus capacidades, mejorando su desempeño institucional, para abordar la adaptación y la mitigación al cambio climático.
Además, se necesita revalorizar saberes ancestrales, promover el diálogo entre generaciones de productores para la transferencia de tecnologías y conocimientos, y crear estrategias de prevención.
Técnicos de la Unidad de Contingencia Rural dijeron a IPS que se impulsa un sistema integral de información para pequeños productores que incluye datos agrometeorológicos, saberes locales y ancestrales.
* Este artículo es parte de una serie apoyada por la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN).