Col, brócoli, zanahoria, cebolla y otras hortalizas más resistentes nacen entre las manos de investigadores de Cuba que persisten desde hace décadas en el diseño de plantas adaptables a las condiciones tropicales propias de la región del Caribe.
"Ahora estamos enfocados en tratar de desarrollar nuevas variedades para el cambio climático", dijo a IPS la especialista Laura Muñoz, quien lidera un grupo de mejoramiento vegetal del estatal Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical "Alejandro de Humboldt" (Inifat), seguidor de la estación experimental fundada en 1904.
Pero esa acometida implica dedicación extrema y largas jornadas de trabajo. Según la especie, la obtención de un cultivo hortícola puede requerir entre cinco y 15 años. Las nuevas plantas deben tener "crecimiento, resistencia y vitalidad", explicó Muñoz.
Mientras, el clima sigue transformándose. Un reporte de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe pronosticó leves consecuencias del recalentamiento planetario en la región para 2020, pero que se acrecentarán después de 2050. Entonces, "podrían ser mayores con un aumento de tan solo 1,5 a dos grados de la temperatura actual".
Por ello, se incrementarán los eventos extremos, como incendios forestales, inundaciones, sequías, tormentas y huracanes más intensos. Ese panorama anunciado para el futuro cercano les plantea a países de economías en desarrollo, como Cuba, la reconfiguración de todas las esferas de la vida para enfrentar ese fenómeno global.
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Entre otros factores, el estudio publicado en 2009 sostuvo que "la adaptación también conlleva algunas oportunidades para seguir un desarrollo más sostenible, como mejor infraestructura, investigación y desarrollo de variedades de cultivos" para mantener la producción de alimentos que necesita la población caribeña y latinoamericana.
En esta nación caribeña ya se dieron algunos pasos en ese sentido. Desde sus inicios en los años 60, el equipo encabezado por Muñoz identificó, en el caso cubano, "cinco épocas de siembra con condiciones diferentes en el año", un hallazgo que "favoreció mucho el entendimiento del problema climático".
De ahí que hoy analicen más de 30 especies hortícolas de diferentes etapas en busca de variedades. Entre ellas, destacan el tomate, pimiento, cebolla, ajo y pepino, por estar entre las más consumidas por la familia cubana. También, incluyen en sus estudios al melón de Castilla, sandía, zanahoria, habichuelas, berenjena y lechuga, entre otras.
Gracias al trabajo que desarrollan desde entonces, Muñoz aseguró que disponen "para este momento" de variedades de hortalizas más resistentes a plagas y a la escasez de agua, y que son productivas fuera de temporada. Por esa razón, dirigen sus esfuerzos a lograr plantas adaptables al clima futuro, cuando hará más calor en verano e invierno.
Buena parte de las verduras que llegan a la mesa familiar cubana crecen en la denominada agricultura urbana y suburbana, que consiste en potenciar el cultivo en patios y parcelas en las ciudades. De esta manera, se explotan algunos terrenos de las ciudades y se promueve un modelo agroecológico y sostenible.
"Entre 40 y 45 por ciento de la producción vegetal proviene de la agricultura urbana y suburbana", donde laboran más de 300.000 personas, estimó el director de estos sistemas a pequeña escala, Nelson Companioni. El Inifat coordina además el desarrollo de esa modalidad agrícola en el país, reveló en conversación con IPS.
"Aquellos cultivos que estaban adaptados a épocas en que no llovía y la humedad relativa era baja, enfrentan hoy un sistema totalmente contrario. Entonces les atacan las enfermedades fungosas, causadas sobre todo por el exceso de humedad", abundó el también secretario ejecutivo de Agricultura Nacional.
Según el directivo, este programa tiene como reto lograr "una adecuada estructura de variedades de cultivos, razas de animales y un método adaptado a cada territorio teniendo en cuenta la disponibilidad de agua". En territorios del oriente del país, dijo, se trasladaron organopónicos porque se agotó la fuente de agua donde estaban ubicados.
En los predios urbanos, ya se cosecha la marién, una col que resiste un poco más la sequía. Doce largos años demoró el alumbramiento de esta nueva variedad, diseñada por María Benítez, investigadora del Inifat. "Compacta y más fuerte ante el ataque de las plagas", esa hortaliza se obtuvo por fitomejoramiento genético, indicó la experta.
Marién, nombrada así en honor a su descubridora, representa además la primera de esta especie vegetal que puede ofrecer semillas en el ambiente de Cuba. Hasta su introducción al mercado, toda la col que se cosechaba en la nación caribeña nacía de simientes importadas.
A la vez que el Inifat elabora la semilla original de la nueva col, campesinos y campesinas de las provincias de Ciego de Ávila, Villa Clara y Artemisa producen la básica, informó la experta. Cuba compra cada año cinco toneladas de semillas de col y en 2011 se logró una tonelada de la variedad marién.
Benítez se enfrasca ahora en el mejoramiento de la rúcula, una hortaliza poco conocida en esta isla. Mientras, la cebolla Caribe 71, obtenida por Muñoz, se incluye este año en el plan nacional de ahorro de importaciones, una de las prioridades del gobierno de Raúl Castro.
La cosecha de esta cebolla morada puede almacenarse a temperatura ambiente hasta ocho meses, lo que permite sacarla al mercado cuando se agotan las de semillas compradas en el exterior. En algunos lugares se cultiva el brócoli Tropical F8, adecuado por Inifat a las condiciones tropicales y que requiere menos cantidad de agua.
* Con aportes de Patricia Grogg.