Un pequeño arrozal, destruido por el terremoto y el tsunami del año pasado en Japón, dio esta primavera la mejor cosecha de su historia y, de paso, trajo alegría y esperanza a la devastada comunidad de Minami Sanriku.
Lo llaman, con razón, el "arroz del renacimiento". Es resultado del esfuerzo colectivo de cultivadores y residentes de esta comunidad del noreste, que se asociaron para promover la agricultura sostenible.
Los arrozales recuperados en algunas de las zonas más perjudicadas por el desastre del 11 de marzo de 2011, se han convertido en ejemplos de rehabilitación frente a la devastación general que siguen exhibiendo las costas del noreste de Japón, afirman ecologistas.
"La sorprendente hazaña de recuperar una plantación arrasada por el tsunami se logró restaurando el ecosistema circundante. Las nuevas tecnologías que dependen de grandes maquinarias o de abundantes fondos no siempre brindan las mejores respuestas", explicó Shigeki Iwabuchi, portavoz de la Red de Arrozales de Japón.
Uno de estos arrozales simbólicos pertenece a la escuela secundaria Ouya, en Minami Sanriku. Durante 10 años, sus estudiantes cultivaron un predio de unos 10.000 metros cuadrados para estudiar la siembra tradicional de este grano en un clima frío como el del área de Tohoku.
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El método consistía en inundar el terreno con agua dulce durante el invierno, para fertilizarlo, y sembrar en primavera, una práctica casi en desuso en Japón.
Luego llegó el tsunami. Sus olas de 15 metros de altura arrasaron los cultivos, saturaron el suelo de sal y lo cubrieron de escombros. La esperanza desapareció bajo las aguas.
"Pero el invierno pasado los estudiantes empezaron a decir que querían retomar el cultivo de arroz. Entonces decidimos formar una asociación de voluntarios y expertos para hacer lo que parecía imposible en la devastación que nos rodeaba: limpiar el predio para empezar a plantar de nuevo", explicó el director de la escuela, Yoshinori Uesugi.
Esa decisión arrojó resultados sorprendentes. Este año se cosechó más de una tonelada de arroz, superando todos los rendimientos que había dado el arrozal en el pasado.
Iwabuchi, también oriundo de la región de Tohoku y especialista en preservación de pantanos, lideró un equipo integrado por expertos en agricultura, cultivadores locales y voluntarios que llegaron inclusive desde Tokio para participar en el esfuerzo que marcó un giro radical en relación a los planes oficiales de recuperación.
La salinización de miles de hectáreas "de tierras agrícolas y bosques costeros destruidos fue uno de los mayores obstáculos planteados por el tsunami", dijo Iwabuchi.
"Pero, al recrear el suelo fértil en pequeños arrozales mediante la simple desalinización, revivimos una sabiduría que habíamos ignorado hasta ahora: las sociedades locales siempre dependieron de los ecosistemas para su sustento", agregó.
Para el proyecto Renacimiento Verde de Tohoku, el primer paso de Iwabuchi y su equipo de investigadores universitarios, empresarios y organizaciones ambientalistas fue limpiar los ecosistemas afectados.
El gobierno aportó gran cantidad de agua dulce, que se empleó para diluir la sal de las parcelas. Con la limpieza de manantiales, arroyos y pantanos, el proyecto se dedicó a lograr un suministro hídrico sostenible, en vez de depender del destruido sistema de cañerías que se había usado hasta entonces.
En contraste con el proceso oficial de limpieza organizado por el gobierno, que emplea aplanadoras y otra maquinaria pesada, el equipo de Iwabuchi quitó los escombros a mano limpia, incluso los esqueletos de automóviles abandonados.
"No usamos maquinaria pesada porque hubiera dañado la valiosa estructura del suelo. Para la desalinización empezamos inundando los arrozales con agua de manantiales y ríos locales que ya habían sido limpiados", dijo.
En enero de este año, el equipo detectó la presencia de insectos y de otros organismos vivos en el suelo, una bienvenida señal de biodiversidad.
Aun más importante fue descubrir, en un predio de Kesennuma, que el tsunami había traído consigo un lodo rico en diversos organismos y sustratos.
Este tipo de iniciativas también generan beneficios económicos. Parte de las ventas del arroz cultivado en las plantaciones inundadas en invierno se donó a los agricultores que habían perdido sus tierras.
Valiéndose del éxito de su proyecto, sus responsables impulsan la adopción de prácticas agrícolas sostenibles para ayudar a Tohoku a recuperarse.
Aunque el "arroz del renacimiento" solo se ha probado en parcelas pequeñas, el desastre en el oriente de Japón hace evidente que las medidas sostenibles de adaptación y recuperación ofrecen las mejores posibilidades de supervivencia.
"El Japón moderno se construyó sobre las franjas costeras, partiendo de la base de que la tecnología (nos podía salvar); pero esta idea resultó equivocada", dijo Iwabuchi.