Agobiados por el cambio climático, temerosos con la especulación de los precios internacionales y con resabios de la crisis de 2000, los caficultores de Guatemala buscan por distintas vías recuperar los volúmenes de producción que alcanzaron 12 años atrás.
La situación ha obligado a los agricultores a diversificar los cultivos, a acogerse a programas de certificación, a apostarle al café gourmet y a ser más creativos para competir en el mercado externo, a donde se destina 95 por ciento de la producción nacional.
"El café seguirá siendo uno de los pilares económicos del país y de mayor importancia para los pequeños agricultores, pero hay que cambiar el enfoque", dijo a IPS el productor Jairo Fuentes, de la cooperativa Adelante Chanmagua, situada en el oriental departamento de Chiquimula.
"Ya no estamos hablando de producir cafés convencionales sino de la más alta calidad, y tenemos que buscar certificaciones porque llegará el momento en que no se podrá comercializar si el producto no las tiene", precisó.
La sobreproducción mundial cafetera a comienzos de 2000 puso en crisis al sector, con una brutal caída de los precios hasta menos de 50 dólares el quintal (46 kilogramos), el más bajo en 50 años, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
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En ese marco, la producción guatemalteca pasó de 6,3 millones de quintales en la cosecha 1999/2000 a 4,3 millones en 2001/2002, según datos de la Asociación Nacional del Café.
Además, los agricultores han debido sortear la volatilidad en los precios internacionales, la especulación y los excesos de lluvia y de sequías provocados por el cambio climático.
Ante ello, los productores han buscado sistemas de certificaciones como Starbucks, la Organización Internacional de Certificación de Comercio Justo, Utz Kappé y otros, en busca de mejorar la competitividad.
"Se garantizan cuatro aspectos: trato justo a los empleados, no uso de productos químicos prohibidos, el correcto origen del café y la buena calidad. Esto le da un valor agregado de entre 10 a 20 dólares por cada quintal", explicó Fuentes.
La cooperativa Adelante Chanmagua, con 850 manzanas de café cultivadas (unas 595 hectáreas), también ha diversificado su producción para afrontar los malos tiempos.
"Para no depender únicamente del café, tenemos un programa agroforestal intercalando el grano con plantas frutales, el cual está teniendo muy buena respuesta. También hemos sembrado banano para tratar de mejorar nuestros costos y, a la vez, darle sombra a la planta", dijo.
Fuentes indicó, además, que estas medidas responden a los diversos desafíos que afronta la producción cafetalera hoy en día, tales como el cambio climático, la especulación, la sobreproducción internacional e incluso resabios de la crisis de 2000.
"Mucha gente en esa época dejó de invertir en sus establecimientos, las vendieron y emigraron al norte. Ahora hemos tenido problemas con las lluvias y últimamente con la crisis económica de Europa, que es uno de los mercados más grandes para el café guatemalteco", detalló.
El café es el principal cultivo permanente de Guatemala, con 40,5 por ciento de la superficie de casi 950.00 manzanas (más de 660.000 hectáreas) destinadas a siembras perennes, seguido de la caña de azúcar, con 28,4 por ciento, según el IV Censo Nacional Agropecuario 2003.
Por eso este producto sigue siendo una fuente importante de divisas para el país, con una producción de 4,7 millones de quintales oro e ingresos récord por 1.100 millones de dólares en la cosecha 2010/2011, según los datos aportados por la Asociación Nacional del Café.
Entre los principales clientes figuran Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Japón y Alemania.
Pero mantenerse ha sido todo, menos fácil. La cooperativa Chicoj, situada en el noroccidental departamento de Alta Verapaz, tuvo que mejorar sus controles de costos de producción, poner a la venta abonos foliares y fertilizantes y agregar la oferta de servicios turísticos.
"Ofrecemos un tour del café y ahora estamos en la construcción de un vivero de orquídeas, con lo cual le estamos dando un valor agregado a nuestra cooperativa", que tiene plantadas 178 manzanas de café (124 hectáreas), informó Raúl Caal, de esa organización.
Además, poseen plantaciones forestales y comercializan madera, "pero el café sigue siendo nuestro principal cultivo", matizó en entrevista con IPS este indígena keqchí, que ve en la volatilidad de precios a un gran enemigo.
"En esta cosecha solo pudimos salir de los costos que teníamos porque el precio del café bajó 25 por ciento en comparación con el año pasado", se quejó.
El cambio climático también sigue acarreando problemas. Gerardo De León, directivo de la Federación de Cooperativas Agrícolas de Productores de Café de Guatemala, indicó a IPS que debieron bajar las predicciones de producción para este año, que habían sido calculadas en 4,7 millones de quintales de oro.
"En el camino identificamos una reducción a 4,6 millones de quintales, debido a las infecciones causadas por hongos, particularmente la roya, derivadas de las lluvias asociadas al cambio climático", explicó.
Por ello, De León, también directivo de la Asociación Nacional del Café, señaló que están promoviendo el combate al hongo roya, la renovación de cafetales y el mejoramiento de la semilla.
Carlos González Arévalo, de la no gubernamental Asociación de Investigación y Estudios Sociales, dijo a IPS que la producción cafetalera también es afectada por la especulación, que "disminuye o aumenta los precios en el mercado internacional".
El experto consideró que "los vaivenes de la oferta y la demanda" del grano a nivel internacional han llevado a los pequeños productores guatemaltecos a organizarse en cooperativas para poder competir y mejorar la calidad de la producción.
"Esto es positivo porque hay que ser previsor y producir café de calidad, pues todo entra en juego en este negocio", concluyó.