Como anfitrión de Río+20, el gobierno de Brasil definió los lineamientos para lograr buenos resultados de la próxima cumbre mundial que se propone evaluar y profundizar lo hecho desde la conferencia que asumió el primer compromiso mundial con el desarrollo sostenible.
El documento en borrador de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible todavía no fue definido por consenso, pero la ministra de Medio Ambiente de Brasil, Izabella Teixeira, se atreve a pronosticar resultados positivos.
"Quien deje de venir se va a lamentar. Tendremos aquí economías expresivas", sostuvo Teixeira, al referirse a los países que ya confirmaron su presencia, entre ellos "los emergentes que vienen con peso" propio al encuentro más conocido como Río+20, que se realizará del 20 al 22 de junio.
La participación de muchos jefes de Estado y de gobierno ya es considerado un primer paso para el éxito de la conferencia de Río de Janeiro, porque revela "el gran interés internacional por el tema", dijo el secretario ejecutivo de la Comisión Nacional para Río+20, Luiz Alberto Figueiredo.
Giancarlo Summa, coordinador del Centro de Información de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Brasil, informó que hasta ahora han oficializado su presencia 135 gobernantes, entre presidentes, vicepresidentes y primeros ministros, como parte de las 183 delegaciones de países confirmadas entre los 193 estados miembros del foro mundial.
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Para la ministra Teixeira, el éxito seria "excepcional" si la conferencia concluyese con "una obligación para todos" con el fin de cumplir compromisos de producción y consumo sustentable.
Un tipo de consumo en el que se establezcan "derechos y obligaciones de todos", agregó la funcionaria en el Encuentro Sustentable 2012, organizado la semanda pasada por el Consejo Empresarial Brasileño para el Desarrollo Sustentable.
Junto a Figueiredo, con quien participó también de un debate con periodistas que cubrirán Río+20, la ministra agregó otros resultados esperados, como sería acordar una "plataforma empresarial que asuma un compromiso con la economía verde".
Teixeira indicó que el sector privado tuvo "un papel muy tímido" 20 años atrás en la Cumbre de la Tierra, también conocida como Eco 92.
Por su parte, Figueiredo estableció una lista de asuntos que al gobierno brasileño le "gustaría" ver plasmados en el documento final para que la reunión no sea tipificada en los titulares de la prensa como un fracaso.
El diplomático mencionó entre ellos la necesidad de que la conferencia deje "un legado" para el futuro como lo hizo la Eco 92, que tuvo un papel "fundamental" para que después "generaciones enteras se preocuparan por la sostenibilidad".
También dijo esperar que se defina "qué queremos como economía verde" y que se establezcan "objetivos de desarrollo sustentable".
Respecto de la polémica idea de crear una nueva agencia ambiental de la ONU, Figueiredo indicó que Brasilia defiende el fortalecimiento del ya existente Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
"Debe fortalecerse el PNUMA como pilar ambiental, pues en la situación en que está no tiene condiciones de desempeñar bien su papel", sostuvo.
Las organizaciones ambientalistas brasileñas han criticado lo que consideran una falta de protagonismo del gobierno de Dilma Rousseff camino a la próxima cumbre mundial, así como el nivel general de abstracción del documento negociado hasta ahora entre los miembros de la ONU.
La secretaria ejecutiva adjunta del Instituto Socioambienta, Adriana Ramos, dijo a IPS que, desde el punto de vista de las discusiones formales, "es muy difícil considerar que la conferencia será un éxito, porque no existen de hecho propuestas muy objetivas para generar un compromiso en el documento oficial".
Considerando ese limite, la ambientalista espera concretamente que Río+20 "sirva para llamar la atención de la población sobre las dificultades y los cambios que se necesitan para garantizar la sostenibilidad futura del planeta".
Hacen falta acuerdos que serían "positivos", como la modificación de sistemas de evaluación de desarrollo que consideren las variables ambientales o compromisos para limitar las exploraciones de recursos naturales en los océanos, apuntó.
Ramos consideró que en el sector energético haría falta que se retomen los compromisos establecidos en la convención climática para controlar las emisiones contaminantes. Aunque entiende que serán difícil de cumplir, en particular por el gobierno de Brasil frente al entusiasmo generado por el descubrimiento de importantes reservas de hidrocarburos cerca de la costa en el subsuelo del océano Atlántico.
Ramos no está de acuerdo con la posición de fortalecer el PNUMA como organismo de gobernanza ambiental y opta en cambio por la creación de una nueva estructura dentro de la ONU, "para garantizar el cumplimiento de los acuerdos ambientales".
"Necesitamos una agencia que tenga de hecho la capacidad de sanción", planteó.
A su turno, Nilo Dávila, de Greenpeace, puntualizó que el éxito del documento final dependerá de que se refleje no solo lo que debe hacerse sino "el camino" a transitar para concretarlo.
En ese contexto, este ambientalista comentó a IPS necesidades puntuales como la preservación de los océanos, de las florestas, la reglamentación del consumo y la extinción de los combustibles fósiles.
Dávila sostuvo que Río+20 debe volver a pactar compromisos establecidos en Eco 92 que no han sido cumplidos, como la Agenda 21 o la convención del clima y biodiversidad, además de establecer nuevas metas a partir de los actuales conocimientos y avances tecnológicos.
"Río+20 puede ser el inicio de ese camino. Lo que no podemos es perder una nueva oportunidad", concluyó.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible de junio los líderes mundiales y representantes de la sociedad civil buscarán tomar decisiones sobre cómo reducir la pobreza y la desigualdad y asegurar, a la vez, la protección ambiental en un planeta cada vez más habitado.
Las discusiones contribuirán a definir la agenda de sustentabilidad para los próximos 20 años, así como identificar metas y soluciones para afrontar desafíos globales urgentes, entre ellos la falta de acceso a la energía y al agua potable, los océanos agotados, la inseguridad alimentaria, las desigualdades crecientes y las ciudades en rápida expansión.
También, según el Centro de Información de la ONU, se intentará definir formas para impulsar la sostenibilidad corporativa, la creación de empleos verdes, avanzar en el papel de la ciencia e innovación, o generar financiamiento para mejorar los mecanismos de la cooperación internacional.