«Hemos pasado noches de insomnio, sin electricidad ni agua limpia. No vale la pena vivir en este lugar, pero no tenemos más opción y nos quedaremos aquí mientras las operaciones militares continúen en nuestra área», dijo el pakistaní Gul Rahim en el campamento de refugiados de Jallozai.
Antes vivía en Bara Tehsil, en Khyber Pakhtunkhwa (ex Provincia de la Frontera Noroccidental). El campamento donde reside actualmente está en el distrito de Nowshera, ubicado en la misma agencia.
Niños y niñas van a buscar agua de tanques improvisados ubicados en las cercanías, pero ese líquido no es potable, explicó Rahim.
Aparte de él y de su familia, en el campamento de Jallozai viven otros miles, que también fueron desplazados por una campaña militar contra el movimiento extremista Talibán en las Áreas Tribales Federalmente Administradas (FATA), azotadas por la violencia.
Khyber Pakhtunkhwa es una de las siete agencias que integran las FATA, donde en los últimos dos años ha proliferado la insurgencia. Esto alentó al gobierno a imponer toques de queda diarios.
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La mayor parte de los 10 millones de habitantes de las FATA han quedado atrapados en el fuego cruzado incesante.
A comienzos de marzo, el ejército de Pakistán intensificó la acción y pidió a los residentes de Bara Tehsil -uno de los tres grupos administrativos de Khyber Pakhtunkhwa, ubicado en la frontera con Afganistán- que se mudaran al campamento.
"Pero el campamento no tiene servicios. La gente se enferma por la mala calidad de los alimentos que nos dan. El clima se está volviendo muy caluroso" y los niños y niñas son los más afectados por la miseria, dijo Abdul Ghafoor, un anciano que vive en el lugar, a donde llegó con su familia de 12 integrantes.
Ghafoor, comerciante de profesión, está harto de cómo se maneja el campamento. "No hay nadie que escuche nuestros pedidos de agua y electricidad. Incluso las agencias de la Organización de las Naciones Unidas nos han dado la espalda", declaró a IPS.
Preocupado por el futuro de la generación más joven, se lamentó de que los niños que crecen en un entorno de violencia perpetua se conviertan en "monstruos" si no se actúa de inmediato.
La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) registró 46.331 familias desplazadas o 201.070 individuos sin techo- desde el 17 de marzo.
"Unas 12.646 familias, o 60.204 personas, viven en el campamento, mientras que el resto residen con familiares o en casas alquiladas, pero todos los desplazados han recibido alimentos" y otro tipo de ayuda, dijo a IPS el portavoz de Acnur, Taimur Ahmed Shah.
Shah señaló que cada familia recibió una tienda de campaña, una lámina de plástico, un juego de cocina, un colchón, un bidón y otros accesorios domésticos.
La Asociación de Pediatría de Pakistán subrayó que los niños deben ser resguardados de las enfermedades originadas en la mala calidad del agua y los alimentos.
"Los niños y (los ancianos) son vulnerables a una serie de enfermedades, especialmente respiratorias y estomacales", dijo Imran Ali, de la Asociación de Pediatría, a IPS.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los casos de infecciones respiratorias agudas han aumentado entre los desplazados que viven en el campamento de Jallozai.
Un informe divulgado el 18 de este mes señala que, de 3.212 pacientes vistos la semana pasada en los cuatro centros de salud del campamento, 692 sufrían infección aguda del tracto respiratorio, 225 diarrea aguda y 71 sarna.
La OMS, que dirige los centros de salud, viene monitoreando las tendencias en el campamento a través de un sistema de alerta temprana de enfermedades para prevenir epidemias, sostiene.
"Se está creando otro centro de salud en vista del influjo de desplazados", dijo Anwar Shah, de la OMS.
Chequear y controlar la proporción de desnutrición entre mujeres y niños también es tarea de la organización, agregó.
Continúa la vacunación contra el sarampión y la poliomielitis, para proteger a la población infantil de enfermedades prevenibles, dijo a IPS.
La agencia de salud también lleva a cabo sesiones de concientización para informar a los desplazados sobre higiene, a fin de impedir muertes evitables.
Además, el 16 de este mes la OMS estableció un centro bien equipado para el tratamiento de la diarrea en el cercano Hospital Satélite Pabbi, donde se atienden pacientes del campamento de Jallozai.
Se están construyendo otros tres centros de salud, aparte de los que ya funcionan en el campamento.
Sultana Bibi, de 60 años, dijo que sus tres nietos no van a la escuela desde hace tres meses debido a las operaciones militares en su poblado natal, Bara.
"Quiero educarlos a cualquier costo, porque son muy buenos en los estudios", dijo a IPS.
La mayoría de los niños están todo el día ociosos en el campamento, dado que no pueden ir a la escuela, aunque Shah aseguró a IPS que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) está instalando una escuela allí.
"Venimos realizando manifestaciones en Peshawar, protestando por la falta de electricidad y de agua, pero no obtuvimos ninguna respuesta", dijo Muhammad Zaheer, un habitante de Bara de 29 años que está desesperado por que termine la operación militar, para así poder volver a su casa.
Ahora los mercados, las escuelas y los hospitales están cerrados debido al toque de queda, lo que deja a los civiles atrapados entre los "bribones" del ejército y el Talibán, dijo Zaheer.
"Ambos son enemigos de los desplazados, todos los cuales han perdido sus trabajos y se están convirtiendo en mendigos", añadió.