Mientras el ejército de Siria intensifica los ataques contra bastiones de la oposición, como la ciudad de Homs, entre otros, Estados Unidos y sus aliados no logran ponerse de acuerdo sobre el camino a seguir para terminar con el conflicto.
El gobierno de Estados Unidos criticó duramente al régimen de Bashar al-Assad por el desproporcionado uso de la violencia contra la oposición, pero los dirigentes políticos de este país no se ponen de acuerdo sobre qué medidas tomar más allá de las sanciones existentes y de coordinar la asistencia humanitaria.
La organización de derechos humanos Human Rights Watch estima que murieron más de 700 personas en Homs el último mes.
Muchos dirigentes reclaman de forma explícita una intervención militar extranjera de fuerzas estadounidenses o, por lo menos, el suministro de armas al Ejército Libre de Siria, integrado por combatientes que cambiaron la esencia de la oposición, de manifestaciones no violentas a contraataques y ataques puntuales.
El lunes 5, el excandidato presidencial del opositor Partido Republicano, John McCain, fue el primer senador de Estados Unidos en reclamar ataques aéreos contra las fuerzas del presidente Al- Assad.
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"El objetivo final de los ataques aéreos debe ser crear y defender zonas seguras en Siria, en especial en el norte, donde las fuerzas de la oposición puedan organizarse y planear sus actividades políticas y militares contra Assad", señaló en el Senado.
En una reunión del Congreso legislativo el viernes 2, el director y fundador de la controvertida empresa de seguridad privada Blackwater, James Smith, presentó un plan para crear una zona similar a la establecida en la ciudad libia de Bengasi en el noreste de Siria desde donde arremeter contra el gobierno sirio.
También propuso que las agencias militares y de inteligencia de Estados Unidos coordinaran con la oposición y la descontenta población kurda la creación de zonas seguras desde las cuales las fuerzas militares internacionales y las agencias humanitarias puedan operar.
Junto con una significativa cantidad de neoconservadores, Smith pidió una intervención en Siria como forma de "confrontar a Irán y al (libanés Partido de Dios) Hezbolá de forma indirecta", y así poner fin al papel de Damasco en el llamado "eje de resistencia".
Otras figuras del ámbito político que apoyaron las acciones militares en Libia, pero que hasta ahora se habían mostrado renuentes a una intervención en Siria, están reconsiderando su posición.
En una columna escrita por Anne-Marie Slaughter a primeros de marzo en The Washington Post, la exdirectora de planificación del Departamento de Estado (cancillería), defendió una "intervención militar extranjera" como la "mejor esperanza de reducir una larga y sangrienta guerra civil desestabilizadora".
Slaughter, cercana a la secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton, también abogó por la creación de zonas "sin muertos" y de "corredores humanitarios", garantizadas por las fuerzas locales, pero con armas suministradas por la comunidad internacional y aviones no tripulados.
Pero es poco probable que esos planes reúnan el apoyo necesario para que Washington se asegure que su participación no exacerbará muchos problemas que padecen la revuelta siria y el aumento de grupos islamistas radicales.
En el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el secretario de Estado adjunto para Asuntos de Oriente Próximo, Jeffrey Feltman, defendió el día 1 el "plan claro y creíble" del Consejo Nacional Sirio, respaldado por los "líderes árabes al respecto", pero también reconoció que la oposición sigue viciada por "divisiones competitivas", incluido el elemento islamista.
Ese temor puso a muchas autoridades de Washington en una posición incómoda al tener que respaldar a organizaciones de la oposición como el Consejo Nacional Sirio y el Ejército Libre de Siria, al tiempo que le preocupa la viabilidad de la era pos-Assad.
Muchos analistas se apresuraron a responder a los reclamos de una intervención militar de Occidente poniendo el ejemplo de Libia, donde la disponibilidad de armas y las divisiones entre los líderes opositores parecen haber contribuido al incremento de la violencia tras la guerra civil.
Igualmente, aducen, ello ha contribuido a la incapacidad del nuevo de gobierno para controlar la gran cantidad de hombres armados que participaron en el conflicto.
En un panel patrocinado por la Fundación Century en Nueva York, al finalizar febrero, Michael Hanna alertó que "tirar armas en este conflicto sin organización solo lo volverá más sangriento y, claramente, lo alargará".
Las figuras a favor de un papel más directo de la comunidad internacional en el conflicto de Siria vienen trabajando para aumentar la coordinación y el liderazgo entre los diversos integrantes de la oposición, que sigue dividida, y no solo entre las distintas organizaciones, sino al interior de cada una.
Hanna describió al Ejército Libre de Siria como "alias de la insurgencia local" que todavía carece de orden y de control.
El Consejo Nacional Sirio también sufrió graves divisiones después de que una gran cantidad de figuras destacadas anunciara su renuncia por falta de avances y de insuficiente coordinación con los manifestantes de a pie.
La reunión de "Amigos de Siria" realizada en Túnez el 24 de febrero fue un ejemplo de las varias contradicciones que rondan el conflicto de Siria.
Representantes de 70 países y de organizaciones internacionales se congregaron para discutir formas de coordinar esfuerzos para poner fin al régimen de Assad, pero no pudieron lograr un consenso significativo sobre temas específicos, a no ser la continua aplicación de sanciones económicas y diplomáticas.
Al parecer hay un consenso generalizado sobre la necesidad de coordinar la ayuda humanitaria para el creciente número de refugiados y las innumerables cantidades de personas sin alimento y ni calefacción suficiente, pero lograr una participación mayor parece ser un asunto altamente divisivo.
El ministro saudí de Relaciones Exteriores, Saud al-Faisal, salió hecho una furia de la reunión, enojado por la falta de disposición de los participantes a tomar medidas más duras. Su propuesta fue directamente armar a la oposición.
China y Rusia no quisieron participar en el encuentro de Amigos de Siria, y muchos dirigentes se mostraron reacios a reconocer que es probable que Moscú desempeñe un papel más significativo en la resolución del conflicto, pese a su aparente intransigencia.
"La única forma de resolver esto es a través de los rusos", señaló el exembajador Turkey Morton Abramowitz, en su alocución en la Fundación Century. Quizá Vladimir Putin esté más dispuesto a comprometerse tras las elecciones del domingo 3, en que el primer ministro ruso ganó su retorno a la Presidencia del país.
Un informe divulgado el lunes 5 por el Grupo Internacional de Crisis alertó sobre la esencialidad de la cooperación rusa para una buena transición.
"Si Moscú se convence de que la situación actual maximiza el riesgo de producir esa situación que dice tanto temer: el caos", entonces se podría crear un contexto en el que "el régimen (sirio) se vea confrontado a la opción de acceder a negociar en buena fe o quedar casi totalmente aislado al perder un aliado clave", señala el documento.
El secretario de Estado adjunto para Asuntos de Oriente Próximo, Feltman, quien acaba de regresar de un viaje a Moscú para tratar de resolver las diferencias con Moscú sobre el conflicto, señaló que "se mantienen los contactos con Moscú en todos los niveles".
Pero será una tarea titánica encontrar puntos de contacto con Rusia, dado el grado de compromiso puesto por el Kremlin en defender a Assad.