Brasil afianza su modelo de cooperación internacional

El gobierno de Brasil comienza a afianzar su modelo de cooperación Sur-Sur, en busca de consolidar su presencia como donante y su influencia internacional. Ya llega con recursos a 65 países y su ayuda externa se triplicó en los últimos siete años.

El palacio de Itamaraty, desde el que Brasil irradia su modelo de cooperación Sur-Sur Crédito: Dominio público
El palacio de Itamaraty, desde el que Brasil irradia su modelo de cooperación Sur-Sur Crédito: Dominio público
No fue su bautismo como donador internacional, pero la iniciativa de extender a cinco países de África el financiamiento para la compra de alimentos, permitió confirmar que esta nación, tradicionalmente receptora de recursos, ha pasado al grupo de los emisores de ayuda externa.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) anunció este mes de febrero que Brasil aportará 2,37 millones de dólares para un programa de compra local de alimentos, para beneficio de campesinos y de sectores vulnerables de la población de Etiopía, Malawi, Mozambique, Níger y Senegal.

El proyecto, implementado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), extenderá así a los beneficiarios la experiencia adquirida por Brasil con su propio Programa de Compra de Alimentos (PAA, por sus siglas en portugués).

El PAA se basa en la adquisición de la producción de los pequeños productores agrícolas y su distribución a sectores en riesgo alimentario, incluyendo niños y adolescentes, a través de programas de meriendas escolares.
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Además de ayudar a combatir el hambre, la iniciativa busca fortalecer los mercados locales de alimentos.

El PAA es uno de los pilares del programa Hambre Cero, instituido por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y seguido por su sucesora, la presidenta Dilma Rousseff. Ambos son de izquierda moderada y pertenecen al Partido de los Trabajadores.

Ese programa, acompañado de otras políticas públicas para la reducción de la pobreza, contribuyó a disminuir la desnutrición en 25 por ciento y a sacar de la miseria extrema a alrededor de 24 millones de personas, de acuerdo a evaluaciones del gobierno de Lula.

"Es una manera de ayudar a otros gobiernos a desarrollar políticas de apoyo al agricultor familiar, que en Brasil es responsable por la producción de 60 por ciento de los alimentos consumidos en el país", explicó a IPS el director de la Agencia Brasileña de Cooperación (ABC), Marco Farani.

El PAA es un programa que, según el jefe de la agencia vinculada a Itamaraty (cancillería brasileña), "funciona muy bien, y mantiene al hombre (sic) en el campo, cuidando de su pequeño pedazo de tierra y haciendo de ello su forma de vida y subsistencia".

El proyecto para los países africanos establece la colaboración de la FAO y del PMA en la producción y suministro de semillas y fertilizantes, y la organización de las compras y distribución de alimentos, entre otros aspectos.

Precisamente la FAO es presidida desde enero por el brasileño José Graziano da Silva.

En una entrevista con IPS en diciembre, Graziano se comprometió a trasladar a esta organización su experiencia como uno de los gestores del programa Hambre Cero, en áreas como el fortalecimiento de los circuitos locales para producir alimentos de mayor calidad, desperdiciarlos menos y abaratar sus costos.

Ahora, en asociación con organizaciones de la ONU o de manera bilateral, Brasil quiere ayudar a extender por el Sur en desarrollo iniciativas que, como el PAA, tuvieron éxito dentro del país.

Se trata de un modelo de cooperación que, de hecho, se consolida desde 2005.

Aquel año la ahora sexta potencia económica mundial destinó 158,1 millones de dólares a la cooperación externa, un monto que pasó en 2009 a 362,8 millones. La ABC estima que en 2010 la ayuda internacional oficial alcanzó los 400 millones de dólares, pero la cuenta exacta aún no está establecida.

En tanto, Brasil prevé destinar 125 millones de dólares a la cooperación técnica durante el próximo trienio, más del doble de lo que el propio país percibirá como receptor de ayuda internacional en este apartado.

"Hoy actuamos en más de 65 países, mientras que tres o cuatro años atrás solo lo hacíamos en los países de lengua portuguesa de África. Actualmente, tenemos proyectos de cooperación en 38 naciones africanas y en América Latina", destacó Farani.

La región latinoamericana recibe 45 por ciento de los recursos de la ayuda externa. El resto es distribuido a otras zonas del Sur en desarrollo, la mayor parte canalizada en forma bilateral, pero también a través de la ONU, como en el caso del nuevo fondo de alimentos para los cinco países africanos.

Brasil integra la lista de los 10 mayores países donadores del PMA.

La diferencia, destacó el director de la ABC, es que en "en nuestra práctica de cooperación Sur-Sur no imponemos modelos cerrados o soluciones. Buscamos reconocer la experiencia de los otros países y extender la nuestra de acuerdo a sus posibilidades".

Dentro de ese contexto, Brasil ha establecido una especie de manual de principios de la cooperación internacional.

"Somos países en desarrollo en primer lugar y por eso nuestra actitud frente al reto del desarrollo es de humildad, porque el desarrollo es todavía un desafío para Brasil", puntualizo Farani.

"Además, tenemos realidades y desafíos parecidos" y, como países en desarrollo "una mirada de que es posible vencer esos desafíos, mientras que la mirada de un país del Norte (industrial) es ‘vamos a ayudar para que no se deterioren aun más’", explicó.

El analista Mauricio Santoro, de la independiente Fundación Getulio Vargas de Río de Janeiro, suma razones políticas a la estrategia expansiva de Brasil como donante.

Brasil aspira a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y a un mayor poder de decisión en foros multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio.

"El objetivo político es aumentar la influencia de Brasil en otros países en desarrollo, en particular en América Latina y en África. Es parte de la consolidación del liderazgo internacional brasileño frente a las naciones del llamado Sur global", explicó.

Pero Santoro establece una diferencia con relación a los donadores tradicionales que utilizan la cooperación como instrumento para abrir nuevos mercados y para consolidarlos.

Empresas brasileñas, como la estatal Petrobras y grupos privados del sector de la construcción y la minería, operan de manera creciente en países de América Latina y de otras regiones.

"El foco está más en la política que en la economía. La cooperación no es necesariamente más fuerte con grandes socios comerciales", dijo a IPS.

"Pero funciona como una especie de amortiguador de tensiones en países como Bolivia, Paraguay o Mozambique, donde es fuerte la presencia de empresas brasileñas", opinó.

Otra diferencia, explicó Santoro, es que la cooperación de Brasil no impone condiciones y que en general promueve proyectos que prioricen la formación de recursos humanos, como la capacitación de funcionarios públicos.

Se trata del famoso concepto de "enseñar a pescar y no donar el pescado", sintetizó.

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