Desangrados y desesperados ante la feroz batalla entre carteles de la droga y fuerzas de seguridad, los países de América Central, que cuentan por miles el número anual de homicidios, han volteado hacia la despenalización del consumo de drogas para atajar la mortandad, aunque no todos coinciden
"El gran problema es que las víctimas son nuestros ciudadanos, y Estados Unidos, el gran consumidor, no necesariamente quiere controlarlo", dijo a IPS la activista Carmen Rosa De León, del no gubernamental Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible.
Según De León, "la región centroamericana, de 42 millones de habitantes, está librando una lucha que no es nuestra porque en Estados Unidos el uso de drogas es casi generalizado dentro de un estrato social poderoso que no está dispuesto a renunciar a él".
Cifras de la Organización de las Naciones Unidas colocan a Estados Unidos como el mayor consumidor mundial de drogas ilegales, seguido por países de la Unión Europea.
En 2010 había en ese país 22,6 millones de consumidores de drogas mayores de 12 años, el equivalente a 8,9 por ciento de su población, según el estudio "Respondiendo a la violencia en Centroamérica", divulgado el año pasado.
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El informe, elaborado por dos senadores estadounidenses, la demócrata Dianne Feinstein y el republicano Charles Grassley, concluyó que el consumo de drogas en Estados Unidos "alimenta la violencia en América Central y en toda América Latina y el Caribe".
En 2010, en Honduras se registró un promedio de 77 asesinatos por cada 100.000 habitantes, en El Salvador de 66 y en Guatemala de 50, mientras que en el norte de México esa proporción fue de 18 asesinados por cada 100.000 personas, sostiene el reporte.
En ese contexto, De León considera que la despenalización del consumo de estupefacientes podría significar una salida a esta matanza, aunque esta opción no resulta fácil.
"No es tan simple. No se puede hablar solo de despenalizar el consumo si no se da en el contexto de un conjunto más amplio de medidas porque también hay países productores y países de tránsito de estupefacientes", explicó.
Aun así, la legalización de las drogas "sería una alternativa" frente a una lucha encarnizada contra los carteles del narcotráfico, "que solo nos lleva a la violencia contra el ciudadano común", matizó.
La discusión regional en torno a la legalización de las drogas tomó aire luego de que el derechista presidente guatemalteco, el general retirado Otto Pérez Molina, anunciara el 17 de enero que esa opción debe ser abordada "lo antes posible" y "con seriedad".
"Creo que la despenalización de las drogas tendría que ser una estrategia en la que estuviera de acuerdo toda la región", junto con Estados Unidos, para de esa forma combatir el crimen organizado, expresó el presidente tres días después de comenzar su mandato de cuatro años.
El mandatario de Colombia, el conservador Juan Manuel Santos, le prendió más fuego a la polémica iniciativa y dijo el 28 de enero que "esa solución sería aceptable para Colombia, si el mundo entero la toma". Pero Washington le salió al paso.
"El presidente estadounidense, Barack Obama, no respalda la legalización como vía para superar el problema de las drogas", dijo el lunes 30 de enero la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Wendy Sherman, de visita en Colombia.
La funcionaria abogó más bien por una reducción "sustancial" en la producción de drogas en Colombia, así como del consumo en Estados Unidos.
El mexicano-costarricense David Martínez-Amador, catedrático de crimen organizado trasnacional, dijo a IPS que habría que considerar si se despenaliza el consumo o el tráfico en los territorios centroamericanos, qué drogas serán legalizadas y si México o Colombia deben dar el primer paso.
Además, estimó "muy importante" que Estados Unidos combata el consumo de droga en su territorio y sensibilice a su juventud sobre sus efectos colaterales.
"Si tienen ganas de jugar con soldaditos, que militaricen los barrios que en Estados Unidos son tradicionales puntos de venta y tránsito de droga. Con ello tendrían una probadita de su propia receta tan sugerida en América Latina", satirizó.
Martínez-Amador, quien imparte cursos en varias universidades de México y América Central, reconoce que lograr la despenalización de las drogas no sería algo sencillo.
"La violencia ya no es únicamente debido al trasiego, hay demasiada sangre y rivalidad entre los grupos criminales. Incluso si liberamos la marihuana, la heroína y la cocaína, las drogas sintéticas son la mayor ganancia actual y legalizarlas tiene un riesgo enorme pues dañan el sistema nervioso central", explicó.
Además, "hay rubros como secuestro, extorsión, tráfico de armas y órganos con los que lucran los cárteles. ¿También los vamos a legalizar?", ironizó.
Pero a la vez criticó la denominada "guerra antidrogas" al considerar que "es la guerra personal de Felipe Calderón, (el conservador) presidente de México, contra algunos cárteles del narcotráfico, la cual está mal diseñada pues no da salida".
"Antes de haber militarizado había que depurar y depurar policías, fiscalías, ministerios y no se hizo. Y luego había que congelar el dinero a los criminales, pero poco se logró", añadió.
Otros, como el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, no dudan de los efectos positivos que traería la legalización de las drogas para contrarrestar la violencia en la región. "La solución es despenalizar", disparó el mes pasado, uniéndose a otras figuras de las letras latinoamericanas que abogan por esta salida, el mexicano Carlos Fuentes entre ellos.
El literato dijo que así como México se "colombianizó", América Central se está "mexicanizando", en alusión a la embestida de los carteles del narcotráfico en ambos territorios.
Aunque la despenalización del consumo de drogas ha tomado cierto auge como un antídoto frente a la violencia, no todos la ven con buenos ojos en el istmo.
"No creo que la legalización disminuya la violencia. Un ejemplo es el licor que siendo una droga legalizada sigue produciendo grandes problemas en Centroamérica", dijo a IPS el analista político costarricense Claudio Alpízar.
"La solución no está en la legalización, sino en el control del consumo", añadió.
El analista considera que el istmo no ha hecho los esfuerzos necesarios para dialogar con Estados Unidos sobre ese tema y plantear "una propuesta conjunta y seria, con hoja de ruta y plazos".
"Estoy convencido que de ser así, ellos lo apoyarían encantados", concluyó.