La poca transparencia en los preparativos para la Copa Mundial de la FIFA 2014 levanta dudas en Brasil, su sede, sobre el legado social del campeonato de fútbol y críticas sobre una «elitización» del deporte más democrático y popular del país.
Los constantes incrementos en los presupuestos pautados inicialmente para las obras de movilidad urbana y de construcción y remodelación de estadios en las 12 ciudades que hospedarán la fase final del Mundial de Fútbol alimentan la percepción negativa.
Se prevé que la Copa dará una gran visibilidad a esta potencia latinoamericana y atraerá numerosas inversiones. Las proyecciones son que visiten al país durante las seis semanas del torneo unos 3,4 millones de turistas y que ello represente ingresos por unos 5.300 millones de dólares.
El gobierno afirma que el Mundial de la FIFA (Federación Internacional del Fútbol Asociado) incrementará el producto interno bruto (PIB) en 103.000 millones de dólares durante el periodo 2010-2019, lo que se traducirá en un aumento anual de más de 0,4 por ciento.
"¿La Copa es para los brasileños?", preguntó a IPS el investigador Christopher Gaffney, del Programa de Posgrado de Arquitectura y Urbanismo de la pública Universidad Federal Fluminense, que hace un seguimiento del desarrollo de los grandes proyectos urbanos en el país.
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"Es una Copa para los intereses de especulación inmobiliaria, para las grandes construcciones civiles. Dejará de legado estadios bonitos, pero va a significar una elitización del fútbol", se respondió el investigador de origen estadounidense.
El valor de las entradas puede alcanzar entre 120 y 150 dólares, inalcanzable para el brasileño promedio, argumentó este geógrafo, que monitorea especialmente los preparativos de la Copa FIFA, desde que Brasil fue elegido como sede en 2007.
"Será una elitización del fútbol que es, de partida, el deporte más popular y democrático del país y va a ser cada vez más caro", planteó.
Gaffney criticó que esta aristocratización se exprese ya "en la construcción de estadios faraónicos, multimillonarios, que son la expresión de una propuesta para hacer elitista al fútbol".
Para el experto, el propio termino de legado, en que las autoridades insisten para hablar del saldo social positivo del campeonato, es un error.
"Cuando se recibe una herencia no hay que pagar para recibirla, en Brasil, vamos a tener que pagar para sostenerla, así que en realidad es una deuda", planteó.
Según el investigador, la FIFA quiere que el brasileño pague altos costos para concurrir a los estadios, además de la inversión sin precedentes que realiza para organizar la Copa.
"El brasileño está pagando una cifra multimillonaria. Esta es la Copa más cara de la historia y FIFA quiere que la sociedad pague cifras muy elevadas para ver los partidos", criticó.
Del total de 12 estadios que van a ser construidos enteramente o remodelados, nueve lo serán con fondos públicos. En 2010, los cálculos oficiales estimaban que la inversión requerida para este apartado sería de 3.000 millones de dólares, mientras que actualmente el monto subió a 4.000 millones.
"En 2007, el entonces ministro de Deporte, Orlando Silva, dijo que no se iba a gastar un céntimo de dinero público para los estadios. Pero la inversión privada no apareció. De hecho, un estadio no da ganancias y hay que mantenerlo", dijo Gaffney.
La mayor erogación será para la remodelación del emblemático estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, cuyo presupuesto actual se elevó hasta 530 millones de dólares. En esta edificación ya se gastaron otros 180 millones de dólares, para mejorar sus instalaciones para los Juegos Panamericanos de 2007.
Brasil también acogerá en el próximo cuatrienio otros dos mega-eventos deportivos: la Copa de Confederaciones de Fútbol, en 2013, y los Juegos Olímpicos, que se celebrarán en esta ciudad de Río, en 2016.
El problema, según Gaffney, es "qué tipo de estadio vamos a tener". Para un estadio con tecnología vanguardista y paneles fotovoltaicos producidos por empresas europeas, "la cuenta final será insostenible", porque se deberá importar la tecnología y la mano de obra para instalarlos y mantenerlo, afirmó.
El costo anual del mantenimiento posterior, aseguró, sería de 10 por ciento de su valor, por lo que "en 10 años vamos a pagar por un nuevo estadio".
En cada uno de los estadios se celebrarán entre cuatro y siete partidos.
En el caso de la occidental ciudad de Cuiabá, capital del estado de Mato Grosso, serán cuatro juegos, lo que se traduce en una inversión de 370 millones de dólares para ocho horas de Copa, que después quedarán subutilizados.
Además, hay costos sociales que pueden transformar la Copa del Mundo en la "Copa de la Exclusión", porque las obras para su realización ya han generado gran cantidad de desalojos y expropiaciones en asentamientos donde viven familias pobres, las llamadas favelas, para establecer las líneas de buses de tránsito rápido.
En las cercanías del Maracaná, por ejemplo, ya se desalojaron a 400 familias en la Favela do Metrô para construir un estacionamiento. Las familias fueron desplazadas a una lejana zona suburbana, con la que no tienen raíz alguna.
Gaffney calcula que, tan solo en esta ciudad, unas 30.000 familias serán desplazadas del área donde viven.
También se han sumado denuncias de violación de derechos humanos, como la explotación de los trabajadores que participan en la construcción de los estadios y otras obras.
Ello ha desembocado en huelgas y paralizaciones de las obras, como sucedió en el Maracaná o en el estadio Mineirão, en la sudoriental ciudad de Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais. Originaron las protestas los bajos salarios, las malas condiciones laborales y los horarios abusivos, debido a cronogramas mal administrados.
"Con la presión para acabar las obras, lo primero que desaparece son los derechos de los trabajadores", dijo Gaffney.
El secretario general de la FIFA, Jérôme Valcke, visitó este mes Brasil para fiscalizar cómo marchaban los preparativos. El directivo supervisó las obras en Brasilia, Río de Janeiro, Fortaleza y Recife.
"La Copa del Mundo cuesta lo que el país puede pagar y quiere invertir. La FIFA no pide nada que sea más de lo que el país ofreció hacer", indicó Valcke.
En ese sentido, resaltó que fue el gobierno de Brasil el que decidió ubicar los 12 estadios para la Copa en "ciudades que carecen de infraestructura, sistema de telecomunicación, hospedaje y transporte". "Por eso hay que hacer un gran volumen de inversiones", dijo Valcke durante su escala en Río.
"No somos una organización privada, no estamos para lucrarnos, del dinero recaudado, 80 por ciento vuelve al mundo del fútbol", argumentó.
Valcke se mostró preocupado porque persistan aún "desencuentros y discordias" para la aprobación de la Ley General de la Copa, que se tramita en el bicameral Congreso legislativo y debe ser aprobada en marzo.
La norma recoge los compromisos adquiridos por el gobierno con la FIFA para ser sede, donde se incluyen aspectos polémicos como la venta de alcohol en los estadios, además de los habituales de infraestructura, movilidad urbana u hospedaje.
"Hemos sido muy flexibles en las negociaciones. Estamos en 2012 y hay que finalizar las discusiones. Desde 2007 no hemos dejado de alertar que el tiempo era corto", dijo.
En total, las entradas disponibles para el Mundial serán tres millones, pero solo un millón se pondrá a la venta general al público, brasileño y visitante. Los otros dos millones quedan en manos de las delegaciones nacionales y la FIFA, detalló Valcke.
Desde el precedente Mundial, en 2010 en Sudáfrica, la FIFA creó la Categoría Cuatro, con boletos más baratos, exclusivos para los nacionales del anfitrión. Serán unas 300.000 localidades, a un costo de unos 25 dólares.
Los mayores de 60 años también tendrán derecho a entradas a mitad de precio.
Tras negociarlo con el gobierno, la FIFA aceptó también poner 100.000 entradas a disposición de grupos especiales, como indígenas e integrantes del programa de Bolsa Familia, para grupos vulnerables.