La japonesa Yumi Goto, de 60 años, vive con su esposo en un refugio temporario ubicado sobre una colina ventosa desde donde se observa la costa devastada por el tsunami del 11 de marzo de 2011, donde hasta esa fecha estuvo su hogar.
"El enorme terremoto y el tsunami destruyeron la vida que yo conocía hasta entonces. Esperamos volver a nuestras vidas anteriores lo más pronto posible", dijo Goto a IPS.
Su familia retomó su ocupación tradicional en diciembre, pero dista de cosechar algas marinas y ostras en la escala en que lo hacía antes de la catástrofe que devastó la nororiental región de Tohoku, que abarca a las prefecturas más afectadas: Fukushima, Iwate y Miyagi.
Una encuesta realizada este mes por funcionarios locales reveló que menos de 20 por ciento de los desplazados que viven en Minami-Sanriku quieren irse de este lugar, localizado sobre pujantes puertos pesqueros, fértiles tierras agrícolas y pequeños pueblos en la prefectura de Miyagi.
Durante siglos, estas prístinas áreas del norte abastecieron de recursos marinos y agrícolas a Tokio. Los medios de sustento tradicionales permanecieron inalterados y las comunidades se conformaron con seguir aisladas de los drásticos cambios mundiales que las rodeaban.
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"Minami-Sanriku es un ejemplo de los desafíos que enfrenta el proceso de recuperación post-desastre. La población, como revelan las encuestas, está profundamente arraigada en su modo (de vida) tradicional y no quiere mudarse otro lado", explicó Akio Shimada, especialista en políticas públicas de la Universidad de Tohoku.
Japón está embarcado en un vasto programa de recuperación para Tohoku que, según el gobierno, insumirá tres años. Para los planificadores, esa zona, con su población de desplazados y ancianos, presenta varios dilemas, cuando faltan menos de dos meses para que se cumpla el primer aniversario del terremoto.
Los habitantes de las aldeas de Tohoku afectadas por el desastre son objeto de consultas antes de tomar decisiones drásticas. Algunos, como Goto y su esposo, decidieron quedarse, a sabiendas de que pueden continuar pescando solo si permanecen en Minami-Sanriku.
Pero la generación más joven no está tan segura, y la cantidad total de hogares en Minami-Sanriku pasó de 5.400 antes del terremoto a 4.893 después del mismo.
El experto en demografía Ryuzaburo Sato, del Instituto Nacional de Investigaciones sobre Población y Seguridad Social en Tokio, dijo a IPS que la reducción de la población rural había empezado antes de la catástrofe de marzo.
"Los jóvenes prefieren buscar trabajos en grandes ciudades que pueden ofrecerles estilos de vida estables y modernos", dijo a IPS.
En una cifra récord, la población de Japón disminuyó en 123.000 personas en 2010, cayendo por cuarto año consecutivo.
Tohoku ya tenía la menor densidad demográfica del país, con menos de 200 habitantes por kilómetro cuadrado.
Determinados a establecer un nuevo concepto en el proceso de recuperación, expertos y alcaldes de Tohoku impulsan una estrategia de desarrollo altamente localizada que, sostienen, es crucial para revitalizar la región.
Uno de los defensores más firmes de un nuevo modelo de desarrollo en Tohoku es Hiroya Masuda, exalcalde de Miyakoshi, un pueblo pesquero de 60.000 habitantes en la prefectura de Iwate, también devastada por el terremoto y el tsunami.
Masuda está al frente de un movimiento que presiona para que el gobierno central destine fondos a estimular la industria marina local. Esto promoverá la economía del lugar, alentando a los jóvenes a quedarse, planteó.
Reclamos similares llegan de la prefectura de Fukushima, que padece contaminación radiactiva a raíz del accidente en la central nuclear de Daichii, dañada durante el terremoto y posterior tsunami.
El exgobernador Eisaburo Sato es un vehemente crítico de las tradicionales políticas japonesas de desarrollo, a las que condenó públicamente diciendo que eran un despilfarro y que no beneficiaban a las comunidades locales obligadas a apoyar a las empresas ricas de Tokio.
Fukushima ya registra el mayor éxodo de población -30.000 de un total de 45.000- que se reporta desde Tohoku. La tendencia general es que los residentes más ancianos se quedan, mientras que la población en edad laboral, preocupada por el empleo y los riesgos a la salud, se va.
Shimada explicó a IPS que el desastre de Tohoku, un importante punto de inflexión para las economías locales, ahora brinda lecciones en materia de recuperación posterior a desastres.
"Los fondos deben destinarse a proyectos innovadores que enriquezcan a la población local", dijo, haciendo énfasis en un mayor apoyo a la transferencia de tecnología a los sectores de la agricultura y la pesca tradicionales.
Establecimientos pesqueros guiados por la biotecnología, nuevas investigaciones energéticas y producción agrícola de alta calidad son algunos de los proyectos que ahora se proponen para Tohoku.
En cuanto a Goto, pese a su determinación de reiniciar su vida en Minami-Sanriku, también quiere un cambio.
"Desde que era adolescente ayudé primero a mi padre y luego a mi esposo a cultivar algas y a administrar las capturas de ostras. El trabajo es extenuante para las mujeres", relató.
"Aunque soy demasiado vieja para irme, estoy segura de que nuevos negocios alentarían a mis hijas a quedarse y a hacer de Minami-Sanriku un lugar atractivo en el que vivir", agregó.