El presidente de China, Hu Jintao, sorprendió al anunciar que su país se hallaba en una guerra cultural con Occidente, y al llamar a su pueblo a defenderse.
Sus palabras, a comienzos de este mes, tocaron la fibra de los más leales funcionarios de gobierno en Beijing, dispuestos a promover la cultura china como nueva forma de expansión internacional.
Pero intelectuales liberales expresaron su recelo, señalando que la promoción de una "industria cultural" podía esconder objetivos netamente económicos.
"La cultura es quizás el último pastel sin cortar de China", afirmó Zhu Dake, investigador de la Universidad Tongji de Shanghai. "En el año de la transición del liderazgo, cuando todo es políticamente delicado, promover la cultura es fácil e incontrovertible", indicó.
"Todos están interesados en obtener su parte del pastel", añadió.
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El crítico de arte Carol Lu, radicado en Beijing, es igual de escéptico: "Un impulso gubernamental para promover la cultura significa que tendremos más materiales para el desarrollo cultural. Habrá un auge de grandes galerías y de otros espacios artísticos, pero eso no necesariamente significa que serán obras de gran calidad".
El presidente Hu Jintao ya había adelantado la iniciativa cultural en octubre pasado, durante la reunión anual del Partido Comunista, del que también es jefe.
Contra las expectativas de que anunciaría medidas para afrontar los desafíos económicos, Hu en cambio reveló una campaña para fortalecer el poder cultural chino en el exterior y convertir a las industrias culturales en pilares del desarrollo nacional.
El Partido subrayó que la cultura debía ser "fuente de unidad nacional" y "elemento clave de un completo poder nacional".
En su discurso el 2 de este mes, Hu amplió el concepto, alertando que "fuerzas internacionales hostiles" intensificaban "el complot para occidentalizar y dividir China".
"Los campos ideológico y cultural son las áreas principales de su larga infiltración", dijo en un discurso publicado en la revista "Buscando la verdad", una de las principales publicaciones del Partido Comunista.
"Es la primera vez que los líderes han puesto el desarrollo cultural al mismo nivel que el económico", destacó Zhang Guoxiang, del Centro de Investigación del Poder Blando Cultural de China.
"Hablamos de la economía como un poder duro, y nos preocupamos de que, sin una sólida base económica, nuestro país sea fácilmente dominado. Pero ahora hay un claro entendimiento de que, sin el poder blando, el país colapsará por sí solo", agregó.
El Partido ha sido sacudido por una serie de escándalos de corrupción, justo en el año en que se producirá el más importante cambio de líderes en 10 años.
Los levantamientos populares de la Primavera Árabe el año pasado y la difusión en Internet de llamados para una "Revolución del Jazmín" en China también alarman a los gobernantes comunistas.
La influencia cultural china en el exterior se ha ampliado en forma sostenida en los últimos años. A través de exposiciones y espectáculos financiados por el Estado, y con la ayuda de una creciente red de institutos confucionistas en todo el mundo, Beijing ha logrado promocionar su arte y cultura tradicionales.
No obstante, los líderes del Partido quieren redoblar la lucha. La influencia cultural "internacional de Occidente es fuerte, mientras que nosotros somos débiles", lamentó Hu en su discurso el 2 de este mes.
Pero esa debilidad es culpa de Beijing, señalaron escritores y artistas chinos, que condenan la censura estatal.
Han Han, una celebridad de 29 años en China cuyo blog tiene millones de seguidores, causó polémica cuando en un ensayo titulado "Sobre la libertad" señaló las razones por las cuales creía que el gigante asiático no podía emerger como potencia cultural.
"Las restricciones a las actividades culturales hacen que sea imposible para China influir en la literatura y en el cine a nivel global, e impiden que nosotros nos sintamos orgullosos culturalmente", escribió.
Por su parte, Zhu Dake dijo que la censura era solo una parte de un complejo panorama. El Partido cree en el poder del dinero y no tiene vergüenza de usarlo para su propia ventaja.
"El Partido sabe bien cómo usar el poder del dinero en la política exterior, y cree firmemente que también puede comprar la creatividad de los intelectuales", indicó.