«Tuve que pelear para ser tratado como humano y no como animal», escribió el opositor Nikolai Avtukhovich, condenado a cinco años en una cárcel de Belarús por almacenar cinco cartuchos de un rifle de caza. Se cortó las venas en busca de que lo sacaran de la celda para homosexuales en la que estaba recluido.
La subcultura de las prisiones bielorrusas es brutal: gays y violadores están en lo más bajo de la jerarquía. Están obligados a comunicar su estatus a sus compañeros en cuanto llegan a la cárcel para que los otros presos no pierdan su condición por entrar en contacto con ellos.
Los reclusos reciben instrucciones de no darles la mano ni comer con ellos ni quedarse en la misma habitación a riesgo de quedar "manchados" y ser hostigados o golpeados por los presos "limpios".
Así fue que Avtukhovich decidió esa drástica medida para que lo trasladaran. Poco después de recuperarse de las heridas, el activista fue hallado otra vez culpable, el 17 de mes, esta vez de "abuso malicioso del régimen de la colonia" y fue enviado a una prisión de alta seguridad, donde las condiciones de confinamiento son mucho más severas.
En ese penal, los reclusos viven en barracones y pueden estar al aire libre. En las cárceles a puertas cerradas están hacinados en sus celdas y solo pueden caminar durante una hora en un pequeño patio. Solo tienen derecho a una corta visita y a un paquete de comida no más de una vez al año.
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Andrei Sannikov, el rival del presidente Alexander Lukashenko con más posibilidades en las elecciones de 2010 y que cumple una pena de cinco años, sufrió el mismo tratamiento. Cuando un recluso "intocable" fue asignado a su celda, de inmediato comenzó una huelga de hambre y se mantuvo cerca de la puerta. El nuevo preso fue retirado en pocos minutos.
"No había visto eso antes: la administración de prisión recurriendo a una orden informal para humillar a los disidentes presos", dijo a IPS el periodista y expreso de conciencia Andrzej Poczobut.
Pero no son la administración carcelaria ni la justicia las que deciden. Según Poczobut, "todas las decisiones respecto de los presos políticos se toman al más alto nivel, por lo general la KGB", acrónimo de comité de seguridad del Estado.
"El régimen es claro en sus intenciones: quebrar a la disidencia y hacerla rogar por piedad", apuntó. El periodista de la occidental ciudad de Grodno recibió en el verano boreal pasado una pena condicional de tres años por insultar a Lukashenko. Fue liberado después de tres meses de detención.
"Al principio, los investigadores trataron de intimidarme, pero, en general, no fui maltratado", indicó Poczobut. "Sabían que era periodista, dispuesto a denunciar los malos tratos en el extranjero. Y, a diferencia de la mayoría de los presos, conocía mis derechos y había impresa la normativa de la prisión", añadió.
Los presos considerados alborotadores son más propensos a sufrir acoso y medidas punitivas. Desde el primer día de prisión, Avtukhovich ayudó a otros reclusos a realizar denuncias por escrito y comenzó una huelga de hambre en protesta por la falta de atención médica.
Una semana antes, Nikolai Statkevich, otro candidato a la Presidencia, fue condenado una reclusión más rigurosa. Cumple una pena de seis años por organizar "disturbios contra el Estado", es decir manifestaciones en contra del fraude electoral.
Statkevich fue declarado un "violador malicioso" del orden, que se negó a seguir el camino de la corrección. "No pretende la libertad bajo la palabra, pero esperará al final de su sentencia y para llevar una vida criminal".
Según su esposa, el hombre se negó a llevar el número de preso en su vestimenta y no incluyó pañuelos en la lista de sus pertenencias.
Más de 800 personas detenidas hace un año tras las protestas postelectorales fueron liberadas. El presidente Lukashenko dejó a ocho de sus enemigos tras las rejas, los más destacados y que, según el régimen, no muestran arrepentimiento.
"Es una venganza personal de Lukashenko", dijo a IPS uno de los líderes del opositor Frente Juventud, Ales Kirkievich. Al ser consultado por las condiciones de reclusión, respondió que "no fueron tan malas como en los años 30, pero lejos de los estándares de la" Unión Europea, por cierto.
Detenido en enero de 2011 y condenado a cuatros años en la colonia penal, Kirkievich fue liberado en septiembre tras solicitar la gracia presidencial. Eso es exactamente lo que quiere Lukashenko.
"Esperan salir de prisión como héroes. De ninguna manera", declaró hace poco el presidente, respondiendo a una pregunta sobre presos políticos.
Uadzimir Kobiets, integrante de la campaña presidencial de Sannikov, se refirió públicamente, en septiembre de 2011, a su estadía en una cárcel de la KGB en el sitio de Internet Charter97.org.
"Hombres enmascarados de la KGB, armados con palos y gas paralizante, nos agredieron y nos hicieron correr esposados por escaleras empinadas, hacer sentadillas, desvestirnos y permanecer desnudos con las piernas abiertas durante mucho rato. Me dolía, pero no debía moverme, de lo contrario sería pateado y golpeado", añadió.
Pero lo peor es la tortura mental. Los interrogadores dijeron a Kobiets que la suerte de su esposa e hijos dependía de su comportamiento. "Creí que estaba en una situación desesperada. El caos era sofocante, no tenía a nadie a quien recurrir", escribió.
Kobiets suscribió un acuerdo de colaboración y salió de prisión.
Su testimonio confirma el relato de Kiril Semianchuk. En marzo, este opositor también de Grodno, solicitó asilo político a Polonia, alegando golpizas y privación de sueño bajo custodia de la KGB.
"Durante el interrogatorio, oficiales de la KGB me golpearon con zapatos llenos de gravilla y uno de ellos me estrangulaba. Me golpearon en la cara y mi cabeza dio contra la pared", declaró Semianchuk al canal Belsat TV.
Después de toda una noche de un interrogatorio como ese accedió a aparecer en la televisión pública criticando a la oposición. También suscribió un acuerdo para cooperar con la KGB.
"Me mostraron una pequeña bolsa con un polvo blanco y amenazaron con inculparme, con lo que sería condenado a 10 años de cárcel", añadió.
El gobierno de Minsk niega las acusaciones de torturas e ignora los reiterados llamados de la Unión Europea y de Estados Unidos a liberar a todos los presos políticos.