Mientras Irán lidia con las sanciones internacionales que buscan frenar su programa nuclear, un indicador no oficial que todavía está por medirse es la gran confianza de los consumidores.
En marzo, durante su discurso por el Año Nuevo persa que se emite por televisión a todo el país, el líder supremo de Irán, Ali Jamenei, dijo que este 1390 era el de la "jihad económica".
"Estas sanciones que los enemigos de la nación iraní han planeado o implementado buscan asestar un golpe al progreso de nuestro país", declaró entonces.
En efecto, las sanciones, aparejadas con un alto desempleo e inflación, así como con un escándalo bancario generalizado, hacen que la población esté indignada y nerviosa por lo que vendrá, y tiene a los analistas extranjeros convencidos de que en cualquier momento estallará una protesta en Irán.
La moneda iraní, el rial, experimenta una devaluación histórica en comparación con las principales divisas mundiales, y es probable que en los próximos meses continúe en caída libre.
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Para la mayoría de los países, la sucesión de malas noticias financieras sería desastrosa, pero Irán no es la mayoría de los países. Reducir sus hábitos de consumo es algo que aparentemente ni se plantean los iraníes, dado que el comercio es parte integral de su identidad y de sus tradiciones.
Un ejemplo que puede parecerle trivial a un extranjero, pero que está profundamente arraigado en esta cultura ancestral es la importancia de obsequiar. En la mayoría de los casos se considera inaceptable llegar a la casa de alguien con las manos vacías. De ahí que florerías y confiterías prosperen mientras a los dentistas les cuesta ganarse la vida.
Además, mientras los precios de la mayoría de bienes y servicios aumentaron más rápidamente este año desde que se implementaron las reformas a los subsidios, el iraní promedio no está ni cerca de irse a la cama con hambre.
El plan del senador estadounidense Mark Kirk para "lisiar económicamente" a Irán y su pronóstico de que sancionarlo reduciría al rial a su mínima expresión parece en este momento una muestra de pensamiento mágico.
Para compensar la carestía de bienes y servicios otrora subsidiados, el gobierno hizo depósitos directos de efectivo en cuentas bancarias de todo iraní que se inscribiera en el programa.
Según Kevan Harris, investigador de la Universidad Johns Hopkins que visita Irán con frecuencia, estos depósitos mensuales "suman flujos de efectivo a las vidas de todos, no solo de los ricos".
Esto no solo vuelve muy improbable que se produzcan disturbios por falta de alimentos, sino que en los últimos meses también ha llevado la ya conocida tendencia consumista de los iraníes a un grado sin precedentes.
De compras en uno de los principales bazares de Teherán, Golnaz, una contadora de 27 años, no dudó en gastar seis dólares de su sueldo mensual equivalente a 500 para comprar menos de 230 gramos de frutas secas.
"Este es el precio. Estamos acostumbrados a que las cosas estén cada vez más caras. Es así para mi generación", dijo.
Proliferan emprendimientos de venta minorista en centros urbanos, especialmente restaurantes. Para un país que supuestamente está al borde de la bancarrota, las largas filas frente a muchos locales de ventas de comidas pintan un panorama muy diferente al que circula actualmente en las capitales de Occidente.
Restaurantes con todo tipo de especialidad, desde el sushi hasta los "burritos" mexicanos, pululan por toda la capital, y su clientela no parece demasiado preocupada por gastar lo que queda en sus bolsillos pese al incierto futuro.
En esta tierra, donde los bares y los clubes no existen, es común pagar siete dólares por un café con leche, y las tiendas que los sirven prosperan más que nunca.
"Hay dos cosas en las que los iraníes no dejarán de gastar. Una es la comida, y la otra son los productos lujosos. Nuevas ropas, nuevos celulares, nuevos automóviles si los pueden pagar. Puede no ser sabio, pero nos preocupa mucho lo que los demás piensen de nosotros", dijo Shabnam, un periodista local.
Sin embargo, un problema cada vez mayor es que muchos de los bienes que alimentan este auge del consumo no se producen en el país. La dependencia de las importaciones va en aumento. La carne nacional, por ejemplo, cuesta casi 20 dólares el kilogramo, mientras que la congelada e importada de Brasil o de Uruguay ronda los seis dólares.
Descubra las diferencias
A diferencia de Irán, Turquía ha trabajado duramente para desarrollar una producción interna, proveyendo simultáneamente a su economía de suficientes mercaderías para satisfacer las necesidades nacionales, además de crear millones de puestos de trabajo en las industrias exportadoras.
Con una política recíproca que no requiere visa para ingresar al país vecino, los consumidores iraníes afluyen masivamente a Turquía para aprovechar los precios más bajos y las mercaderías que, a menudo, son de mejor calidad. Las exportaciones turcas también apuestan a quedarse con una tajada más suculenta del mercado de Irán, a expensas de los productores de ese país.
De modo similar, China se ha convertido en el principal proveedor de productos a Irán.
Según Harris, "el problema en el caso de Irán no es la falta de dinero, sino demasiado dinero que no está dirigido a esfuerzos productivos".
Junto con sus exportaciones, la cantidad de viajeros chinos que llegan a Irán aumentó drásticamente en los últimos meses.
Mientras buena parte del mundo ha acordado dejar de hacer negocios con Irán, China parece ansiosa por llenar ese vacío con lo que sea que pueda desear ese voraz mercado.
La industria en la que Irán ha tenido cierto éxito en los últimos tiempos es la manufactura de automóviles. De hecho, es el principal productor y exportador de automóviles en la región.
Pero esa no es la impresión que se obtiene al conducir por Teherán, donde se disparó la cantidad de autos lujosos extranjeros, pese a los altos impuestos a las importaciones, que pueden exceder el 100 por ciento.
Es común ver Maseratis, Porsches, BMW y Mercedes Benz circulando por la capital, donde hace apenas unos años habría sido difícil encontrar un vehículo que no estuviera manufacturado o ensamblado en el país.