Fuerzas políticas y religiosas del norte de Pakistán, que hasta ahora debían su importancia a su asociación con el Talibán, comenzaron a distanciarse del movimiento islamista afgano ante su drástica pérdida de legitimidad en la región fronteriza.
Los atentados contra escuelas, mezquitas, funerales, soldados, tiendas de música, edificios gubernamentales, bailarines y muchos profesionales e instituciones civiles más desprestigiaron al Talibán, dijo a IPS el ministro de Información de la provincia de Khyber Pakhtunkwa, Mian Iftikhar Hussain.
Conforme se hunde el Talibán, quienes en su momento se beneficiaron de la popularidad del movimiento ahora se cuidan cada vez más de mostrar su lealtad.
"El inquebrantable apoyo de las fuerzas religiosas al Talibán fue la única razón de que estos últimos obtuvieran una amplia victoria en las elecciones de 2002", arguyó.
"Entonces, el Talibán gozaba de un apoyo masivo en la frontera entre Pakistán y Afganistán y la vecina provincia pakistaní de Khyber Pakhtunkhwa", añadió.
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Después de que las fuerzas aliadas, encabezadas por Estados Unidos, expulsaran al Talibán de Kabul a fines de 2001, el movimiento fue bien recibido en las zonas tribales de Pakistán, donde fueron "venerados como verdaderos yihadistas", señaló Mohammad Nasir, estudiante de Peshawar, capital de Khyber Pakhtunkhwa.
Pero el Talibán ingresa ahora en una nueva era, que pondrá a prueba su capacidad de mantenerse en el actual contexto de falta de apoyo público.
La primera señal de pérdida de popularidad fue que tras la muerte del líder de la red extremista Al Qaeda, Osama bin Laden, el 2 de mayo en Abbottabad a manos de las fuerzas estadounidenses, no hubo protestas ni manifestaciones contra la acción que violó la soberanía pakistaní.
"Fue una prueba clara de que el Talibán pasó de héroe a cero", añadió Nasir.
Una serie de ataques contra varios líderes religiosos y funcionarios públicos en los últimos 10 años también contribuyó a la caída en desgracia del movimiento islamista.
Maulana Hassan Jan, legislador y venerado líder religioso, murió de un disparo en la cabeza el 17 de septiembre de 2007 en Peshawar, al parecer por oponerse a un presunto atentado suicida orquestado por el Talibán.
El grupo se atribuyó la muerte de Hassan Jan, así como de otros dos conocidos líderes religiosos, Mohammad Farooq Jan, vicerrector de la Universidad de Swat asesinado el 2 de octubre de 2010, y Mufti Sarfaraz Maeemi, fallecido en un atentado suicida en la oriental ciudad pakistaní de Lahore, el 13 de junio de 2009.
Los tres habían declarado a los atentados suicidas como "haram" (prohibido por la ley islámica), lo que enfureció a los líderes del movimiento islamista, que sostienen que sus acciones se enmarcan perfectamente en la fe musulmana.
Incluso Maulana Fazlur Rehman, líder del partido religioso Jamiat Ulema-e-Islam (JUI), quien mantuvo estrechos vínculos con el Talibán durante muchos años y ofreció oficiar de intermediario entre este y el gobierno, adoptó en los últimos tiempos una postura más dura.
De hecho, en marzo sobrevivió a dos atentados suicidas con dos días de diferencia, uno en Swabi y otro en Charsadda, ambas localidades de Khyber Pakhtunkhwa.
Fazlur Rehman declaró el mes pasado que solo apoyaba al Talibán contra la ocupación de Estados Unidos en el vecino país, pero no "reconocía" su presencia en suelo pakistaní.
El policía Owais Shah, quien investigó todos los episodios antes mencionados, señaló que fueron idénticos a los de otras partes del país.
"El Talibán trata de amenazar a los partidos religiosos para que no adopten una" postura crítica, dijo Shah a IPS.
El líder Dost Mohammad Jan, del partido Jamaat-e-Islami, fue asesinado el 20 de abril de 2010 en un atentado con bomba en Peshawar, donde perdieron la vida otras 27 personas.
Fue un gran partidario del Talibán, pero su partido había condenado duramente los atentados suicidas.
"No estamos a favor de la lucha armada de ninguna fuerza", declaró Shabbir Ahmed Jan, exlegislador de Jamat-e-Islami, quien sobrevivió al atentado. "Queremos que todo el mundo luche por el cambio, pero a través de la vía legal y constitucional", añadió.
Sikandar Jan, miembro de la Comisión para la Paz de Swat, localidad de Khyber Pakhtunkhwa, dijo a IPS que el Talibán había alcanzado un grado insuperable de barbarismo y brutalidad, y que no tiene la más mínima posibilidad de recuperar el apoyo perdido.
"Cuando el Talibán asesinó a Pir Samiullah, uno de sus opositores, exhumó su cuerpo y lo expuso al público en Swat. Fue un acto que nadie se hubiera podido imaginar", declaró Jan.
Otros episodios horrendos como la ejecución de la afamada bailarina Shabana, cuyo cuerpo fue hallado colgado de un poste de electricidad, están frescos en la memoria de la gente.
Los atentados contra el ejército y la policía se perciben cada vez más como ataques contra la "seguridad de la población civil", pues las fuerzas armadas están desplegadas en la frontera principalmente para su protección, lo que desgasta aún más la imagen del Talibán.
La gente de a pie solía donar dinero para el Talibán, pero la participación del movimiento en varios secuestros para pedir rescate y los asesinatos sin sentido de personas inocentes la defraudaron.
El ministro del Interior, Sikandar, señaló que más de 23.000 civiles y 5.000 soldados pakistaníes murieron en la lucha contra los talibanes desde 2005.
"Hace solo unos años, la población local ofreció refugio a los combatientes para que pudieran esconderse. Pero, ahora, la población de las áreas tribales formó comités anti-Talibán que trabajan con el ejército", añadió.
Solo en la Agencia de Bajaur, unos 2.200 combatientes insurgentes se entregaron al ejército en los últimos dos años, remarcó.
Hasam ul-Haq, profesor de la universidad Government College, de Bajaur, dijo a IPS que la práctica del Talibán de atribuirse cada atentado terrorista que hay en el mundo socavó todavía más su integridad, pues mucha gente condena los ataques contra mezquitas y civiles.
"El Islam no permite atentados suicidas, pero el Talibán sigue usando armas y bombas", señaló. Otrora considerado defensor del Islam, el Talibán es visto en la actualidad como represor.
Cometió un gravísimo error táctico al divulgar un vídeo el 18 de julio donde se puede ver a 18 policías pakistaníes ejecutados por combatientes del movimiento en el distrito de Dir, según Ul-Haq.
Eso sumado al secuestro de 25 niños y niñas en Bajaur hace dos meses, de los que solo liberó a cuatro tras recibir el rescate, es un indicio de un marco religioso y moral que se cae a pedazos, añadió.