La extinción de los ríos, la disminución de las reservas hídricas subterráneas y la sequía y las tormentas que matan la vegetación obligan a las campesinas de Ghana a consumir mucho más tiempo y energía que antes en la búsqueda de agua y alimentos.
Para las mujeres ghanesas, el casi desconocido cambio climático significa más trabajo para sobrevivir.
"Las mujeres no participan en la toma de decisiones para contener los cambios de clima, convertido en una amenaza para la subsistencia en los países en desarrollo", señaló el director ejecutivo de la Fundación Abibimman, Kenneth Nana Amoateng. Pero son las que deben improvisar soluciones y responder a los desafíos impuestos por este fenómeno.
La mayoría de las mujeres perjudicadas por la variabilidad climática carecen de representación o quedan fuera de las políticas y programas estatales, diseñados para contener sus consecuencias.
La pescadora Akos Matsiador, de 40 años, perdió su vivienda el año pasado, cuando el aumento imprevisto del nivel del océano Atlántico se abatió sobre la aldea de Horvi.
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"La corriente fue tan fuerte que sumergió toda la aldea. Canastas con pescado ahumado que tenía almacenado para vender a mujeres de otras aldeas terminaron en el mar", relató Matsiador. No solo perdió la vivienda sino que quedó sin su fuente de ingresos.
Matsiador y otras víctimas de esta especie de maremoto, como Mercy Hlordzi, quien perdió a su marido además de su fuente de ingresos, viven en una cabaña cerca de la casa del jefe de la aldea. "Estamos ahí, pero no hacemos nada porque el mar destruyó nuestro trabajo", se lamentó.
Ellas, al igual que otras mujeres que pasaron por lo mismo, esperan que el gobierno intervenga y las ayude a iniciar la actividad.
Sus voces no están incorporadas al discurso y a los procesos para contener el cambio climático pues saben muy poco, o casi nada, del fenómeno y sus consecuencias en la vida cotidiana.
A fin de ofrecerles ayuda, la Fundación Abibimman, junto con la organización ambientalista Greenpeace y otras entidades no gubernamentales, realizaron el lunes lo que se llamó Sesiones sobre Mujeres y Justicia Climática, en la ciudad de Tema, en la costa atlántica. Mujeres de varios pueblos y aldeas del país pudieron compartir sus respectivas experiencias en esta actividad.
La última estación seca desecó fuentes y cursos de agua y hasta dejó grietas en la tierra, señaló Memuna Sandow, integrante del área electoral de Wulugu, en el distrito de West Mamprusi, en el norte de Ghana.
"La sequía hizo que se echaran a perder alimentos, cultivos y animales, elementos básicos para sobrevivir", señaló.
"Ellas cuidan el ambiente más que los hombres, pero a la hora de decidir, no las toman en cuenta", se lamentó Sandow.
La falta de conocimiento sobre el cambio climático las tiene paralizadas, sin saber cómo luchar contra el fenómeno, apuntó.
Por eso es necesario que el Estado las incluya en el diseño y la implementación de políticas y programas contra el cambio climático, remarcó. "La poca participación de mujeres en los procesos de decisión tiene consecuencias negativas sobre las medidas para combatirlo", añadió Sandow.
"Es un hecho indiscutible que las mujeres son las más pobres de las comunidades que subsisten en base a recursos naturales", coincidió la ministra de Asuntos de Mujeres e Infancia, Juliana Azumah Mensah.
En tanto que signatario de varias convenciones internacionales, Ghana accedió a incluir la perspectiva de género en las investigaciones sobre el impacto del cambio climático, indicó.
Las autoridades consideran incluir mujeres en el desarrollo de criterios de financiación y distribución de recursos para iniciativas tendientes a contener las consecuencias del fenómeno ambiental, informó Mensah.
"Espero que el resultado de las sesiones sobre cambio climático se traslade a los organismos adecuados para comunicar planes a la asamblea nacional, así como a las locales", remarcó.
"Tenemos que considerar la tierra no como herencia de nuestros padres sino como valor que pedimos prestado de nuestros hijos y que estamos obligados a devolverles", reza un viejo proverbio chino mencionado por Amoateng.