El algodón silvestre mexicano ha sido contaminado con material genéticamente modificado, lo cual supone un riesgo para la biodiversidad, alertan expertos.
La inquietante conclusión proviene de seis científicos de la estatal Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad en una investigación publicada este mes en la revista estadounidense Molecular Ecology.
En el texto "Flujo transgénico reciente de largo alcance en poblaciones silvestres conforme a patrones históricos de flujo genético en algodón (Gossypium hirsutum) en su centro de origen", los especialistas demostraron que los genes y transgenes de esa planta pueden moverse de una población a otra a miles de kilómetros de distancia por medio de semillas.
Además descubrieron que las variedades de algodón silvestre mexicano que guardan genes trans evolucionan rápidamente, lo cual implica consecuencias impredecibles.
"La diversidad genética de las poblaciones silvestres es muy alta y la de los cultivos es muy baja. El flujo puede reducir esa diversidad, pero no tenemos idea de qué impacto puede tener. Lo que vemos es producto de 15 años de siembras transgénicas con permisos, de cómo se maneja la bioseguridad", dijo a IPS la directora de la pesquisa, Ana Wegier, de los institutos de Ecologia de la UNAM y de la Nacional de Investigaciones Forestales, Agricolas y Pecuarias.
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Para levantar un cultivo que estaba en decadencia por el derrumbe de los precios internacionales y la supremacía de las fibras sintéticas, el gobierno mexicano autorizó en 1996 la plantación experimental de algodón genéticamente modificado, sin tomar en cuenta estudios de su contexto biológico en el país.
Desde 2009 se cultiva a escala comercial, sobre una superficie superior a las 100.000 hectáreas y con una producción de unas 500.000 toneladas por zafra, según datos de la Secretaría (ministerio) de Agricultura de México.
La semilla se usa principalmente para la obtención de aceite y forraje para el ganado, cuyo transporte podría explicar la llegada de esa variante a tierras silvestres.
Los seis autores recopilaron 336 plantas agrupadas en 36 poblaciones entre 2002 y 2008. También analizaron semillas de tres locaciones mexicanas, de los estados estadounidenses de Texas y Virginia, así como de Argentina, Brasil, India y Egipto. De las 270 muestras analizadas, 66 dieron positivo a la presencia de transgenes.
Los expertos encontraron que 1,4 por ciento de los 5.985 permisos para sembrar algodón genéticamente modificado emitidos por las autoridades mexicanas entre 1996 y comienzos de 2008 se ubican dentro del área de distribución de dos "metapoblaciones" de algodón silvestre, como se les llama a un conjunto de poblaciones existentes en equilibrio entre la extinción y la colonización.
Mientras, 4,2 por ciento está dentro de un radio de 300 kilómetros de tres metapoblaciones y el resto yace a más de 300 kilómetros del material silvestre.
Como ya ocurrió con el maíz nativo, esta contaminación podría repetirse en otras siembras transgénicas que avanzan lentamente en este país latinoamericano.
Ese es el temor que invade a los 16.000 apicultores del sudoriental estado de Yucatán, donde se cultivan 30.000 hectáreas de soja genéticamente modificada a escala piloto a cargo de la firma transnacional estadounidense Monsanto.
"En los cultivos de soja, las abejas se vuelven muy agresivas y no regresan a la colmena, sino que se mueren en el camino, al deteriorarse su intestino por el glifosato aplicado", explicó a IPS el coordinador ejecutivo local de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas, Pablo Duarte.
"El temor es que no sólo se mueran las abejas, sino que la producción no se pueda vender", apuntó.
En México hay unos 45.000 apicultores que recolectan aproximadamente 56.000 toneladas de miel al año. El principal mercado para esta producción es la Unión Europea (UE), seguido de Estados Unidos y Canadá.
Pero el Tribunal de Justicia de la UE ya vetó la venta de mieles que contengan polen de origen transgénico prohibido.
En 2008 se avalaron las primeras siembras genéticamente modificadas de soja, cuya extensión rozan las 60.000 hectáreas en territorio mexicano.
El gobierno recibió 110 solicitudes para plantar maíz transgénico en etapa experimental y 11 para el programa piloto desde 2009. Respecto de las primeras, la Secretaría de Agricultura confirió 67 autorizaciones para una superficie de unas 70 hectáreas en estados del norte del país. Además otorgó al menos 12 permisos para plantaciones de trigo transgénico.
La Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (OGM), de 2005, estipula la definición de los centros de origen de las semillas antes de cualquier aval para los transgénicos.
La organización ambientalista Greenpeace denunció la presencia de maíz transgénico en seis estados de los 32 que componen México, además de la importación de simientes genéticamente modificadas, en un grano que encierra un profundo simbolismo para las culturas de Mesoamérica, que abarca desde el centro de México hasta el occidente de Costa Rica.
"Se tiene que analizar cada uno de los casos, pero con la mayor información científica", pidió Wegier, también integrante de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y cuyos trabajos actuales se centran en el estudio genético del aguacate y el tomate verde.
"Hasta ahora se toman las decisiones sin información científica hecha en México, pero ahora tenemos la oportunidad de tomar decisiones bajo el principio de precaución", añadió la directora de la investigación.
Aunque podría haber una baja emigración desde los campos genéticamente modificados, el estudio advierte que, una vez que uno o varios individuos transgénicos se dispersan en poblaciones silvestres particulares, producen polen que pueden fertilizar a las plantas locales.
"Como los genes trans se insertan en el genoma nuclear, podrían dispersarse mediante el polen o la semilla", cita el documento.
Los OGM "van a contaminar todas las variedades que tenemos y así vamos a tener que depender de las semillas de las grandes empresas", advirtió Duarte.
"Si perdemos nuestras semillas originarias, ya no tendremos con qué sembrar. Por eso, pedimos al gobierno que pare la siembra de maíz y soja transgénicas", reclamó.