AMÉRICA CENTRAL: Microfinanzas, historias de superación

Pilar Toc, una maya k'iché de 45 años, trabajaba sin cesar en una fábrica de trajes típicos en el noroccidental departamento guatemalteco de Totonicapán. Aún así, su situación era tan precaria que no podía inscribir a su hijo en la escuela. Pero su vida cambió tras tomar un microcrédito en el banco comunal.

"Trabajo haciendo cortes (trajes tradicionales indígenas) desde que tengo nueve años", relató a IPS esta mujer que subsistió muchos años con un salario equivalente a 10 dólares al mes en casa de sus padres, junto con su primer hijo.

Pero un día, a fines de los años 90, Toc decidió abandonar la fábrica para incursionar en un negocio propio. Para emprender su sueño, la entonces madre soltera ya con tres hijos pidió un préstamo de 195 dólares al banco comunal de la aldea Vásquez de Totonicapán.

Hoy, 13 años después y tras muchas horas trabajadas, posee su propia fábrica de trajes, donde emplea a cuatro personas, compró su casa y dos de sus hijos continúan los estudios, mientras otro trabaja en Estados Unidos a donde emigró en busca de oportunidades.

"Los préstamos nos han ayudado para darles estudio a nuestros hijos, comprar ropa y víveres", dijo la ahora microempresaria, quien reconoció las dificultades que afrontan las mujeres para obtener crédito en el sistema bancario, porque "nos piden garantías, como escrituras de terrenos, cuando la mujer no tiene propiedades".
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Pero eso no es todo. Toc es hoy la presidenta del banco comunal de su localidad, una iniciativa del no gubernamental Centro Experimental para el Desarrollo de la Pequeña y Mediana Empresa Rural, que promueve la superación económica a través de un fondo comunal autogestionado por mujeres.

Toc es una de las 52 beneficiarias de este banco que otorga microcréditos desde el equivalente a 195 dólares hasta 7.000 dólares para apoyar a las mujeres rurales en proyectos productivos, como la fabricación de artesanías, crianza de animales de granja, elaboración de textiles, comercio y otras actividades.

Este proyecto será presentado como una "historia de superación" en la próxima 15 Cumbre Mundial del Microcrédito que se realizará del 14 al 17 de noviembre en Valladolid, España, convocada por la Campaña de la Cumbre del Microcrédito, un proyecto del Fondo Educativo Results, dijo a IPS José Luis Sigüil, directivo del centro experimental.

La convención se planteó dos objetivos: extender el crédito a 174 millones de las familias más pobres del mundo, por un lado, y lograr que 100 millones de ellas superen el umbral de 1,25 dólares diarios, por otro. Esto permitirá que 500 millones de personas salgan de la pobreza para 2015.

"El microcrédito no solo ha sido un proyecto más para Toc sino el proyecto de su vida", dijo Sigüil, quien exaltó el papel "responsable, comprometido y con claros objetivos" de las mujeres en el manejo del crédito en el banco comunal de Totonicapán.

Esta entidad posee entre 90.000 y 100.000 dólares entre ahorros de las participantes y aportes de la organización no gubernamental de Guatemala, donde más de la mitad de su población son mujeres.

"El modelo del fondo comunal implica el manejo de crédito que sale de un capital semilla que coloca la organización y de los ahorros que las señoras ponen a trabajar", explicó el activista.

La pobreza afecta a 50 por ciento de los 14 millones de guatemaltecos, mientras que 17 por ciento viven en la indigencia, según agencias de la Organización de las Naciones Unidas.

Con este sombrío panorama, los microcréditos han abierto grandes oportunidades para que las mujeres puedan desarrollar actividades productivas para mejorar su calidad de vida y la de sus familias.

La Red Centroamericana de Microfinanzas (Redcamif) indica que Guatemala posee una cartera de 63 millones de dólares donde 55 por ciento de clientes son mujeres.

Mientras en toda América Central, esta red, con 128 instituciones afiliadas en la región y República Dominicana, cuenta con una cartera de 1.335 millones de dólares, casi una tercera parte dirigida al área rural.

Rocío Urízar, de la no gubernamental Fundación de Asesoría Financiera a Instituciones de Desarrollo y Servicio Social, dijo a IPS que el microcrédito ha evolucionado positivamente de manera que hoy existen diferentes modalidades que se adaptan a las necesidades de las personas.

"Hay créditos individuales, grupos solidarios de tres y 10 personas, crédito para la educación", una situación que beneficia principalmente a países como Guatemala, Honduras y Nicaragua por sus altos niveles de pobreza, explicó.

Y es que a su criterio, las microfinanzas en Panamá y Costa Rica, por ser los países más desarrollados de la región, "no tienen tanto auge", mientras que en El Salvador, la dolarización "ayudó mucho a la economía".

En cambio, Nery Zelada, experto en finanzas de la misma fundación, dijo a IPS que "la banca ha pervertido el mercado" al querer incursionar en el microcrédito, porque "no analiza la situación del cliente, le da dinero muy fácil y lo sobre endeuda. Y rápido ejecuta la garantía".

Mientras a la mujer, "muy cuidadosa en los pagos, los bancos le piden garantías formales que no tienen, como escrituras registradas, mientras que nosotros somos más flexibles", dijo.

Con todas las dificultades, las mujeres continúan sacando provecho a los microcréditos.

Cristina Coc, una mujer maya cakchiquel de 36 años, tocó puertas en los bancos en busca de un crédito para sacar adelante una pequeña fábrica de pulseras, collares, aretes y anillos. "Me pidieron escrituras como garantías pero no tenía", narró.

Por eso se acercó a la Fundación Internacional para la Asistencia Comunitaria de Guatemala para pedir un préstamo. "Ahí no me pidieron escrituras y gracias a que pude ahorrar nos dieron crédito. Primero 500, luego 1.000, después 5.000 quetzales (635 dólares) y así", relató.

Coc, originaria del noroccidental departamento de Sololá, comenzó con tres empleados y ahora tiene más de 50 y sus productos son exportados a México. "El microcrédito fue fundamental", reconoció. Similar situación vivió Sebastiana Morales, originaria de Chichicastenango, quien junto con su esposo, Pablo Morales, se dedica a confeccionar pantalones en el noroccidental departamento de Quiché. "Fuimos a Fafides (Fundación de Asesoría Financiera a Instituciones de Desarrollo y Servicio Social) y ahí nos dieron capacitación y crédito. Antes hacíamos 50 pantalones a la semana y ahora logramos cien y hasta 500 para fin de año porque compramos maquinaria industrial", relató su esposo.

Ambos lograron, incluso, comprar un terreno y construir una casa.

La señora Morales y Coc fueron galardonadas en 2010 por la Red de Instituciones de Microfinanzas de Guatemala y el estadounidense Citibank por sus logros obtenidos. "Me siento alegre porque si no fuera por el crédito no sé dónde estaríamos", concluyó Sebastiana Morales.

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