Bajo el sol inclemente del agosto cubano, tres jóvenes graffiteros intervienen una pared que da a una céntrica avenida. Los transeúntes los observan curiosos, extrañados, algunos quizás molestos por lo que consideran un embarre de pintura sin sentido. Los jóvenes intercambian con algunos que les preguntan por el significado de esas letras extrañas, que forman una palabra ilegible que ha resultado ser el apellido, escrito al revés, del fundador del movimiento de graffiteros independientes al que pertenecen estos muchachos.
Lo significativo es que el responsable del taller de reparación automotriz al cual pertenece la pared, dio su autorización para la intervención de los jóvenes, pues él no tiene recursos para pintarla. Lo más curioso es que a lo largo de las seis horas de labor que les lleva la obra, han pasado varios policías a pie y en autos oficiales, y ninguno de ellos se ha acercado siquiera a preguntarle a los pintores qué hacen, qué dice su pintada.
Mientras los jóvenes graffiteros realizan una faena que en el resto del mundo se hace con nocturnidad y alevosía, en un templo protestante de La Habana un grupo de alrededor de sesenta fieles, seguidores de un ex pastor excluido de su denominación religiosa, se han encerrado, según se dice en la calle, a esperar el proximísimo fin del mundo anunciado por su líder. La policía, sí convocada en este caso, rodea el sitio con el argumento expreso de evitar incidentes. Lo que ocurra dentro de las paredes de la iglesia se ha dejado a la decisión del pastor excomulgado y sus fieles. Aunque los cubanos sean gregarios por naturaleza, no parece factible que se produzca en esa iglesia una inmolación colectiva. Y si ocurre, es que en Cuba las cosas están cambiando demasiado.
Al mismo tiempo corre por la capital cubana una pregunta que va perfilando su respuesta a base de rumores. ¿Y qué ha pasado con el cable de fibra óptica que, tendido desde Venezuela, conectaría a Cuba con las redes de transmisión de datos e imágenes y cuya operatividad fue alegremente anunciada para este verano que se extingue (con tanto sol y calor, como lo habrán comprobado los graffiteros)? Se dice, extraoficial y callejeramente que la conexión no se ha podido realizar por haber existido serios problemas operativos debido a manejos corruptos de funcionarios cubanos encargados de tan importante misión. La prensa plana, radial, televisiva y digital de los sitios del Estado y el gobierno, nada han dicho al respecto. Ni de porqué no hay cable, ni sobre si hay o no corrupción. Y ante el silencio, el rumor es dueño y señor.
De lo que sí hablaron, y mucho, los sitios digitales más oficiales fue de las declaraciones que hiciera en Miami el músico cubano Pablo Milanés, quien, entre otras cosas declaró que había dejado de ser fidelista (devoto de Fidel Castro) y además aceptó un diálogo con un destacado opositor al sistema cubano. Aunque los periódicos y la televisión no hablaron del incidente, ni de los varios conciertos realizados en Estados Unidos por este importantísimo músico, los sitios y revistas digitales lo castigaron duramente por lo que consideran una infidelidad (y nunca mejor utilizado el término), e incluso, hasta se habló de traición a los principios. Sin embargo, según ha trascendido por agencias de prensa no cubanas, Pablo Milanés ha regresado a Cuba y se encuentra, esperamos que tranquilamente, en su casa habanera.
Algo que con orgullo se ha reconocido es que ya pasan de 300 mil las personas que han solicitado licencias de trabajo por cuenta propia y han montado sus pequeños negocios a lo largo de la isla. La conclusión sacada por esos independientes parece haber sido la misma: aunque se deba trabajar más y pagar impuestos, resulta más rentable ser trabajador por cuenta propia que serlo para el Estado, con los salarios que paga el Estado.
También se ha anunciado el hecho extraordinario de que el Narciso de Caravaggio, y quizá otras dos obras del maestro italiano y otras varias debidas a sus seguidores, viajarán en breve a La Habana para ser exhibidas durante dos meses. Todo parece indicar que sería la primera ocasión en que un Caravaggio llegase a América Latina y, sin duda, una ocasión única para que los cubanos se asomen, como Narciso, a una de las más retumbantes creaciones del genio humano.
Como los graffiti, algunas cosas llegan tarde a Cuba. Otras cosas escogen a Cuba para llegar. Y otras sencillamente no llegan, o se les hace difícil llegar. De algunas se habla oficialmente y otras caen en el pozo sin fondo del llamado secretismo, en muchas formas auxiliado y sostenido por alguna de las cosas que no llegan, como el acceso público a Internet que, quizás, podía haber garantizado el controvertido cable de fibra óptica. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Leonardo Padura Fuentes, escritor y periodista cubano. Sus novelas han sido traducidas a más de quince idiomas y su más reciente obra, El hombre que amaba a los perros, tiene como personajes centrales a León Trotski y su asesino, Ramón Mercader.