En medio del fuerte aporreo casi constante de puños contra puertas de hierro, la actriz Zeina Daccache trata de llamar la atención de un grupo de reclusas de la cárcel de Baabda, con las que trabaja a través del psicodrama para lograr su rehabilitación.
Muchas de las 45 mujeres detenidas tienen síndrome de abstinencia y suelen estar agitadas, molestas y activas a la vez. Otras hablan fuerte, aspiran grandes bocanadas de humo de sus cigarrillos o caminan por el recinto.
No le llevó mucho tiempo a Daccache, conocida comediante de la televisión, poner orden. Después de unos juegos para romper el hielo, muchas de las presas comenzaron a relatar sus historias personales y sus ambiciones futuras fuera de los confines de los barrotes y ventanas enrejadas.
Daccache llegó a Baabda interesada en aplicar el psicodrama en la población carcelaria. Su grupo, el Centro Libanés de Teatro Terapéutico (Catharsis), es el único de ese tipo en el mundo árabe y una de los pocos que ofrecen servicios de rehabilitación a los presos y presas.
La actriz adaptó la obra estadounidense "Twelve Angry Men" (conocida en América Latina como "Doce hombres en pugna" y en España como "Doce hombres sin piedad") para trabajar con presos de la cárcel de alta seguridad de Roumieh, y la llamó "Doce libaneses enojados".
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La obra, escrita por el estadounidense Reginald Rose en los años 50, cuenta la historia de un jurado de 12 personas que deben decidir si condenar a muerte a un joven de 18 años acusado de matar a su padre. Once creen que es culpable y uno sólo lo considera inocente, aunque lentamente comienza a convencer a los demás.
Ahora decidió llevar la iniciativa a otras cárceles del país.
Con apoyo de la Fundación Drosos también imparte talleres de psicodrama con la esperanza de formar una nueva generación de profesionales que combinen el teatro con la rehabilitación.
Daccache comenzó a trabajar hace pocas semanas en el presidio femenino de Baabda, pero ya hay algunas presas que superaron su cautela inicial y se entregaron a la terapia.
"Estoy triste por mi situación y porque mi hija está lejos", señaló D. W., quien cumple condena por narcotráfico. "Tengo buen corazón, pero no pensé en mi hija", apuntó, llorando despacio. "No distinguía el bien del mal", añadió.
El psicodrama se hizo popular en los años 70 y desde entonces se utiliza en escuelas, clínicas de rehabilitación y prisiones para ayudar a las personas a superar problemas personales, promover el pensamiento crítico, enseñar trabajo en equipo y mejorar la autoestima.
Gracias a las sesiones de teatro grupal, muchas mujeres de Baabda mejoraron su autoestima y reflexionan sobre los acontecimientos que las llevaron a estar en conflicto con la ley.
"El objetivo del proyecto en Baabda es representar la obra en un teatro", indicó Daccache. Se van a crear monólogos, en vez de una obra entera, debido a la gran rotación de la población carcelaria de forma que las recién llegadas puedan participar y explorar su historia personal.
N.L., quien consumió drogas desde los 15 años, escribió una historia de sí misma para representar. "Antes mi papel era el de la adicción y humillación", señaló. Todavía no ha sido condenada por tráfico, pero dice que le gustaría "ser esposa, madre, respetada y feliz".
Daccache es una apasionada del teatro y de las posibilidades para la rehabilitación de presos y combatir la reincidencia.
En la prisión de Roumieh, "los presos comenzaron a trabajar sobre sí mismos en vez de culpar todo el tiempo a la sociedad por su situación", explicó. "La depresión disminuyó y pudieron pensar en un plan para el futuro fuera de la cárcel", añadió.
A algunos presos les gustó tanto la experiencia que pensaron dedicarse a la actuación una vez que recuperaran la libertad.
La necesidad de servicios de rehabilitación es muy importante debido a las pésimas condiciones de las prisiones libanesas. Diecinueve de los 20 centros penitenciarios no fueron construidos para ese fin y están hacinados, señaló el legislador Ghassan Moukheiber, presidente de la Comisión de Derechos Humanos del parlamento.
"Las condiciones de la prisión deben ser consideradas en sí mismas como una forma de tortura, un castigo cruel y degradante", dijo a IPS. "Hay una urgente necesidad de que las cárceles no sean lugares de castigo sino de rehabilitación", añadió.
Hay cuatro cárceles femeninas en Líbano, además de áreas separadas en prisiones mixtas. Hay 300 mujeres entre los 5.000 presos, todos en centros hacinados que no cumplen con los estándares mínimos de tratamiento recomendados por la Organización de las Naciones Unidas.
Las malas condiciones desencadenan revueltas y disputas.
En abril, la cárcel de Roumieh sufrió el peor motín de la historia libanesa. Los presos protestaron por la falta de atención médica y los pésimos servicios derribando puertas, generando incendios y tomando el control de la mayor parte de la prisión en un episodio que terminó con la muerte de cuatro de ellos.
El parlamento libanés rechazó a principios de este mes una propuesta para reducir el "año" de prisión, de 12 a nueve meses, lo que hizo que tres presos se inmolaran y uno de ellos muriera. Además otros cientos comenzaron una huelga de hambre.
La semana pasada, cinco presos se escaparon de Roumieh escalando los muros exteriores con sábanas. Especialistas alertan sobre la posibilidad de otro motín.
Las condiciones de detención en Baabda son mejores que en otras cárceles, pero no cuenta con un área para hacer ejercicios y las presas no reciben luz solar, a no ser por la que atraviesa un techo enrejado. Muchas se quejan del inadecuado tratamiento médico y de la falta de higiene y de que casi no tienen acceso a un abogado. La frustración suele generar rencillas entre ellas.
En ese contexto, la terapia grupal de Catharsis adquiere una importancia mayor.
"Las experiencias compartidas y la dinámica grupal las ayuda a canalizar la ansiedad", explicó Daccache. "La nueva interacción social les devuelve un sentido de valor y les hace formar parte de una comunidad", añadió.
Pero quizá lo más importante es que la psicoterapia lleva esperanzas a un contexto en que la mayoría de los presos sienten una abrumadora desesperación. "Están aprendiendo que todavía hay posibilidades de cambiar pese a estar en prisión", señaló.