El mesero en un café de la capital de Irán se mueve rápidamente para echar un vistazo a afuera. Adentro, un joven músico comienza a tocar el saxofón. Tiene cinco minutos, pues no puede arriesgarse a una redada.
Cuando comienza a tocar, los meseros sirven supuesto jugo de naranja fresco en botellas de cerveza. Hay música occidental y alcohol en Teherán. "Usted debe saber que en la República Islámica de Irán todo es posible", dice Ali (no es su nombre real), corresponsal para un periódico iraní en inglés.
La música ha estado siempre presente en la cultura de este país, como les recuerda a los visitantes el sexto piso en el palacio de Ali Qapu, en Esfahan, al sur de Teherán. Allí, imágenes de instrumentos musicales están talladas en las paredes del edificio, construido por el shá Abbas de Persia, a comienzos del siglo XVI.
Silencio en la tierra de la música, jugo de naranja en una botella de cerveza, todas señales de una sociedad compleja llena de opuestos. "Analistas y los medios hablan de Irán como si supieran todo sobre nosotros, pero por lo general pierden el centro de la cuestión", dice un anciano mientras bebe una taza de té.
Los estrictos islamistas quieren prohibir la música, pero ésta siempre está allí. Música tradicional suena en el taxi de Ahmad, de 23 años, mientras viaja por montañas y desiertos.
[related_articles]
Teherán es irreconocible por la noche. Se realizan fiestas de típico estilo occidental, con abundante alcohol y música para bailar. Llegan muchas mujeres, casi ninguna con velo islámico.
Pero se corren riesgos. "Anoche, muchas personas fueron detenidas en una fiesta privada en una casa cercana", dijo Hanna, de 30 años. No obstante, los bailes continúan.
Amir, un joven de 25 años que hace de disc jockey en fiestas, siempre está en riesgo. Quiere salir de Irán cuanto antes. Ya ha sido detenido antes por hacer sonar música occidental. La policía ha arrestado a algunas personas famosas en las fiestas, pero informa que detuvo a "ciertos manifestantes", dijo Hannah.
Ella señala otra contradicción: en una botella de Pepsi. La fecha de vencimiento dice: "87/11/10", utilizando el año 1387 del calendario persa. Se trata de una bebida fabricada por una compañía que constituye un popular símbolo de Estados Unidos, rival del gobierno islamista, pero está embotellada en "la segunda ciudad más sagrada de Irán", destacó Hannah.
Pero ve aun más contradicciones. La embajada de Estados Unidos ha permanecido cerrada desde 1979. Las comunicaciones con Washington son hechas a través de la embajada de Suiza en Teherán. "Es un juego jugado por Estados Unidos e Irán detrás de escena", sostuvo Hannah.
Farsad, de 24 años, de la ciudad de Shiraz, al norte de Teherán, es gay y toca la guitarra. "No tenemos homosexuales en Irán", había declarado el presidente Mahmoud Ahmadineyad. Este joven, que desea conocer cómo es la vida de la comunidad gay en Europa, sabe que su opción sexual lo pone en mayor peligro que la música. La "fornicación" y las relaciones entre personas del mismo sexo son considerados delitos en Irán y reciben castigos similares al homicidio.
La policía asegura encontrar drogas en las fiestas nocturnas clandestinas de Teherán. La mayoría de las ejecuciones que se llevan a cabo en este país, según se informa, son por delitos relacionados con narcóticos. Sin embargo, hay casos en los que se ejecuta a activistas políticos.
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos señaló a comienzos de este año que Irán, en vez de hacer caso a los llamados de esa agencia, "parece haber incrementado el uso de la pena de muerte".
Muchos turistas pasan por la puerta de Quran, en Shiraz, donde se encuentra Farsad. En la misma ciudad está la tumba de Hafez, maestro de la poesía lírica persa, donde ancianas se ofrecen para predecir el destino de los transeúntes.
Mientras, en cuanto a Irán, 32 años después de la Revolución Islámica, no se pueden hacer pronósticos seguros.