«No fue fácil convencer a la gente de que tenía sentido cultivar peces en el desierto», recordó el biólogo marino israelí Samuel Appelbaum, escudriñando las opacas aguas donde nadan miles de percas gigantes.
Bajo el sofocante sol del sureño desierto del Néguev, los estanques acuícolas luminiscentes destellos de espejismos líquidos en esa suerte de reseco paisaje lunarestán repletos de esta variedad típica de los mares tropicales, que aparentemente se sentiría más en su casa estando en aguas del Pacífico sudoriental que en la arena.
Pero sólo aparentemente. Porque desde hace 14 años, y bajo la orientación brindada por Appelbaum, el productor acuícola Amit Ziv cosecha esta especie carnívora en los estanques del kibutz (granja colectiva) Mashabei Sadeh.
Cada ejemplar pesa alrededor de medio kilogramo.
Dos veces por semana, su equipo de pescadores del desierto, vistiendo trajes de buzos, capturan en sus redes una tonelada y media de percas gigantes. Todo el procedimiento les insume unos 20 minutos.
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Luego el pescado se lava con agua helada, cuya temperatura es de tres grados bajo cero. "Las percas gigantes mueren de ataque cardiaco por debajo de los 15 grados", explicó el gerente de la granja piscícola Deli-Dag.
Luego se los clasifica según su tamaño y se los envía a todo el país.
El desierto del Néguev, otrora un páramo por donde en tiempos bíblicos el patriarca Abraham anduvo y dio de beber a su rebaño, se ha convertido en una fuente de dinero. Científicos y productores israelíes como Appelbaum y Ziv desarrollaron una manera innovadora de criar peces tropicales que requieren agua cálida y levemente salada.
Las percas gigantes del desierto se venden a 18 dólares el kilogramo en las tiendas más selectas del mercado interno.
Según Zvi, no hay nada mejor que pescado del desierto en el plato. "Nuestros peces se reproducen en un entorno incontaminado. El agua se purifica mediante luz solar y aire deshidratado. Obviamente no hay otras especies acuáticas aquí, para que no contraigan ninguna enfermedad. Como en los países industrializados hay una gran demanda de pescado orgánico, planeamos exportar", dijo.
Este emprendimiento es fruto de décadas de investigaciones. Hace unos 60 años quedó claro que a 700 metros de profundidad de esa tierra yerma había un vasto acuífero termal que databa de la prehistoria. Pero era improbable acceder a ese océano de cálidas aguas saladas. Por aquel entonces, perforar el subsuelo rocoso era demasiado caro.
En los años 60 se introdujeron tecnologías más baratas. Las aguas geotermales se volvieron económicamente viables. En la actualidad, a la empresa hídrica estatal Mekorot le cuesta alrededor de un millón de dólares perforar un pozo de un kilómetro de profundidad.
Al surgir sin esfuerzos a nivel del mar, el agua del pozo artesiano, originalmente a 40 grados, es bombeada hacia la superficie de la cuenca a 200 metros de altura, enfriada y almacenada en estanques piscícolas a una temperatura constante de 28 grados.
"Hay miles de millones de metros cúbicos de agua libre de todo contaminante, un tesoro ecológico escondido que será sustentable por lo menos por los próximos 100 años", enfatizó Appelbaum.
Este experto del Bengis Centre for Desert Aquaculture (centro Bengis para la acuicultura desértica) primero tuvo que convencerse a sí mismo de que el agua era suficientemente buena para cultivar peces, y no solamente árboles y verduras. Finalmente concluyó que el agua es "fisiológicamente maravillosa".
"Los peces necesitan agua, pero están infelices con la salinidad del agua de mar. El agua salobre de aquí es 20 veces menos salada que la de mar, pero cinco veces más que el agua dulce", explicó.
"Aquí casi no tenemos lluvias. Para los seres humanos, el desierto significa la carencia de agua. A los peces no les importa, siempre y cuando haya una carga de agua de alta calidad con nitratos y amoníaco ésta contiene 1.500 miligramos de cloruro por litroy buenos alimentos. En condiciones secas, el oxígeno se disuelve mejor en el agua", agregó.
El kibutz produce 200 toneladas de anuales de percas gigantes frescas. Según Ziv, allí se crían peces todo el año, y el calor ayuda a una intensa reproducción.
Los estanques se cubren como invernaderos para evitar la evaporación. El agua salada se recicla hasta seis veces antes de hacerla circular para irrigar los cultivos de jojoba y los bosques de olivos que prosperan gracias a las sustancias químicas que contienen los excrementos de los peces. "Los metabolitos que excretan los peces son una dieta excelente para las plantas", observó Ziv.
Además, el calor geotérmico se usa en el kibutz y en spas turísticos de la zona.
"Toma un problema y conviértelo en una ventaja", señala el lema nacional. El Néguev constituye 60 por ciento del territorio nacional. La escasez crónica de agua ha obligado a los israelíes a buscar soluciones creativas. "Si uno vive en un área donde abundan los recursos naturales, se preocupa menos", admitió Appelbaum.
Los fundadores del Estado de Israel quisieron cumplir la profecía bíblica de Isaías, según la cual "el desierto y el yermo" florecerían "como el azafrán". Appelbaum no comparte esta visión. "No quiero conquistar y cambiar el desierto. Me gustaría mantenerlo intocado, una belleza pura. Simplemente quiero amarlo, vivir en él, con él y de él", aclaró.
El desarrollo en el Néguev puede volver a ser una cuestión de patriotismo estratégico más que un emprendimiento meramente lucrativo, si este diminuto país donde la tierra es tan escasa como el agua se retira de los territorios ocupados a cambio de paz con los palestinos y los sirios.
Los derechos sobre el agua, tanto en Cisjordania (y en el acuífero que se extiende debajo) como en las más fértiles alturas del Golán (y el extremo nororiental del mar de Galilea, al sur de esa zona), han sido asuntos controvertidos en negociaciones anteriores.
"Cuarenta por ciento del planeta está integrado por tierras áridas que se consideran pobres, inútiles, malditas. Eso es un error. Pensemos fructíferamente", urgió Appelbaum.
Las tierras yermas con poca densidad de población son una importante fuente de recursos sin explotar, planteó.
"La tecnología es simple y puede aplicarse donde sea que haya un acuífero. A los peces les gusta el agua limpia y la luz del sol. Los desiertos pueden volverse océanos para los peces, fuentes de alimento para todas las naciones", sostuvo.