Ochenta mil minúsculas viviendas están desperdigadas en los alrededores de esta ciudad costera haitiana, situada apenas al oeste del epicentro del terremoto que el 12 de enero de 2010 mató a unas 200.000 personas y desplazó a más de un millón.
Estas mini-casas de un solo ambiente llamadas T-Shelters (abreviación de refugios transitorios en inglés) están pensadas para durar entre tres y cinco años, pero costaron más de 200 millones de dólares y hoy albergan a 80.000 familias cuyas viviendas estaban entre las 171.584 dañadas o destruidas por el sismo, de acuerdo a cifras oficiales.
La Comisión Interina de Recuperación de Haití, encabezada por el expresidente estadounidense Bill Clinton (1993-2001), aprobó proyectos por valor de 254,5 millones de dólares para reparar, ampliar o construir hasta 41.759 unidades habitacionales. Otros planes incluyen casi 20.000 viviendas más.
El nuevo gobierno haitiano, encabezado por el cantante Joseph Michel Martelly, organizó del 18 al 24 de julio la Semana de la Reconstrucción, en la que, entre otras actividades, Clinton y el mandatario inauguraron una «exposición de viviendas» con más de 60 modelos de casas y un nuevo plan hipotecario llamado «Kay Pa M» (mi casa, en lengua créole).
¿Toda esta actividad significa que la reconstrucción está en marcha? ¿Se mudarán pronto a viviendas seguras las 634.000 personas que todavía viven en 1.001 campamentos y otras decenas de miles que habitan estructuras endebles o al borde del derrumbe?
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La haitiana Louise Delva, madre de cinco hijos, vive en el campamento Regal de Petit-Goâve, unos 68 kilómetros al sudoeste de Puerto Príncipe. Ella no está enterada de ningún plan destinado a ella o a decenas de miles de refugiados como ella.
«Nos han abandonado», dijo Delva con desdén mientras guiaba a un grupo de reporteros radiales de Haitian Grassroots Watch (HGW) por su comunidad.
«Estas son las sórdidas condiciones en las que vivimos», dijo señalando una oscura y fétida tienda abarrotada de pertenencias, dos colchones y un machete.
«Cuando llueve estamos en peligro. Miren lo cerca que estamos del lecho del río», agregó Delva indicando una cañada casi seca que los residentes del campamento usan de letrina. Mientras ella hablaba, dos niños hacían sus necesidades en el riachuelo.
A fines de este mes, el huracán Irene perdonó la zona de Haití donde Delva y otros cientos de miles habitan campamentos improvisados. Pero eso no significa que las familias no corran riesgo de un próximo huracán y del cólera que sigue encarnizándose con Haití. La mayor parte del país y todos los 1.001 campamentos carecen de instalaciones sanitarias adecuadas.
«A inicios de junio tuvimos 21 casos de cólera aquí», dijo a los periodistas de HGW el presidente del comité del campamento Regal, Guyvlard Bazile.
Agencias ausentes
Aunque ya no aparece en los títulos de la prensa, el cólera sigue atacando. Por día se hospitalizan más de 300 personas. Al 8 de este mes, los contagiados sumaban 426.285 y al menos 6.169 habían muerto.
Pero a inicios de este verano boreal, las agencias humanitarias que limpiaban las letrinas y suministraban agua y atención médica se retiraron de la mayoría de los campamentos, alegando que se habían quedado sin fondos.
De hecho, ya en marzo la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA por sus siglas en inglés) había advertido que «la mayor parte de la financiación para apoyar las acciones de saneamiento, distribución de agua y administración de los campamentos se habrá terminado en junio de 2011».
«Si se acaban las acciones de saneamiento, aumentarán la defecación al aire libre, la disposición incontrolada de heces, la contaminación del cólera y la inseguridad, en especial para las mujeres que buscan un lugar privado para hacer sus necesidades», agregó la OCHA.
Toda la evidencia reunida por HGW, otros periodistas y activistas en varios campamentos indican en efecto que la «defecación» y los «excrementos» han aumentado, a pesar de que, según las propias cifras de la OCHA, los programas de asistencia en agua y saneamiento de las agencias humanitarias habían recibido ya más de 40 millones de dólares para 2011.
Bazile, el coordinador del campamento Regal, dijo no entender adónde se fueron el dinero y las agencias.
Hay una que sí está en Regal: la International Emergency and Development Aid (Ayuda al Desarrollo y Emergencia Internacional, IEDA), que es la «administradora del campamento». Pero con apenas dos letrinas para cientos de personas, una sola canilla y ni una clínica, resulta difícil hallar evidencias de esa administración.
«Vienen a ver si hay mujeres embarazadas con dificultades, cuánta gente está enferma y quién necesita ir al hospital», describió Bazile.
En un correo electrónico a HGW, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), que también supervisa todos los campamentos, confirmó que la IEDA tiene «un administrador cuya responsabilidad es estar todos los días en el campamento, reunir todas las informaciones a través del comité y la comunidad, y luego compartirla con los distintos actores».
La OIM no tenía cifras sobre el presupuesto que maneja la IEDA, pero registros públicos indican que en lo que va de este año, la propia OIM recibió más de 20 millones de dólares para su trabajo en los campamentos y con sus poblaciones.
Bazile dijo que la OIM también está «presente» en Regal. «A veces ellos también nos llaman. Por ejemplo, después de una tormenta, nos preguntan ‘¿Cómo están las cosas? ¿La lluvia causó algún daño?’ Hacen montones de preguntas, pero luego no hacen nada», agregó.
Campamentos de horror
Hay cientos de campos como Regal en Haití, y todos carecen de saneamiento y agua suficiente. Un estudio realizado en marzo por las agencias humanitarias concluyó que:
* Sólo 48 por ciento de los residentes tenían acceso diario y adecuado a agua potable.
* Sesenta y un por ciento del agua distribuida tenía la proporción correcta de cloro para evitar el contagio de cólera.
* Había un promedio de 112 personas por letrina.
* Apenas 18 por ciento de los campamentos tenían instalaciones para lavarse las manos.
* Sólo 29 por ciento de los campos tenían un sistema de recolección y disposición de la basura sólida.
Los números de Petit-Goâve son peores: 141 personas por cada letrina, 185 por cada ducha. «En lugar de mejorar, o incluso de estancarnos, creo que vamos para atrás», dijo Bazile.
Planes sin los pobres
La mayoría de las 634.000 personas que viven en los campamentos no están incluidas en los planes de reconstrucción, que incluyen 68.025 viviendas nuevas o refaccionadas, porque antes del terremoto eran inquilinos y éstos no forman parte del programa Marco para el Regreso a los Barrios y la Reconstrucción de Viviendas.
La investigación de HGW determinó también que:
* Incluso si se realiza la reparación o construcción de todas las 68.025 unidades, éstas abarcarán a solo 22 por ciento de las 304.020 familias que fueron censadas en los campamentos el año pasado. Hoy hay menos gente en ellos por varios motivos: desde el desalojo de más de 50.000 personas por presuntos propietarios o autoridades municipales hasta el regreso de miles de familias a viviendas ruinosas.
* Al menos 5.400 de esas viviendas están en verdad previstas para el Departamento del Norte, lejos del epicentro del sismo y de sus víctimas, pero muy cerca del sitio donde empresas extranjeras planifican erigir un parque industrial con fábricas de ensamblaje.
* Los 116.000 T-Shelters se entregaron a muchas familias necesitadas, pero la mayoría eran propietarias de una vivienda o de un terreno antes del terremoto. Más de la mitad de las 304.020 familias desplazadas censadas el año pasado más de 173.000 de ellas no poseían una casa ni tierra y están excluidas de todos los planes.
* Hay muchos casos documentados de corrupción con los T-Shelters, básicamente el desguace de las viviendas y la venta de sus materiales, como madera.
Todavía no hay una institución de referencia, nacional o internacional, que conduzca la reconstrucción de viviendas, aunque parece que finalmente se está avanzando en ese aspecto, pues se dotaría de recursos y facultades a la Entreprise Publique de Promotion de Logements Sociaux (Empresa Pública de Promoción de la Vivienda Social).
Delva, que no recibió un T-Shelter y cuya tienda de lona podrida deja pasar la lluvia, se ha rendido. «¿Dicen que tenemos líderes? No hay líderes en este país. Nos han abandonado, como a perros de la calle».
* Este artículo resume una investigación en cuatro partes, incluyendo videos, y publicada en francés e inglés en el sitio web de Haiti Grassroots Watch, una iniciativa de AlterPresse, la Sociedad de Animación de la Comunicación Social (SAKS), la Red de Mujeres Radialistas Comunitarias (Refraka) y emisoras de la Asociación de Medios Comunitarios de Haití. Publicado originalmente el 27 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.