Cuando en 2010 reabrió sus puertas el antiguo Hotel Astor, puso en evidencia el interés de los dirigentes locales por promover la identidad moderna de esta oriental ciudad china abrazando su patrimonio colonial.
Así fue como la "Gran Dama de Tianjin" volvió a ser parte de la creciente colección de hoteles de lujo de la ciudad.
Epítome de la historia colonial, el Astor siempre fue como una herida abierta para los gobernantes comunistas de esta localidad industrial ubicada unos 110 kilómetros al este de Beijing.
Renegando de las raíces de Tianjin como puerto abierto por potencias extranjeras a mediados del siglo XIX, los fundadores de la ciudad prefirieron dejar que edificios tradicionales como el Astor se deterioraran o fueran alterados por sus nuevos habitantes.
Pero el exalcalde de Tianjin, Dai Xianglong, tuvo una visión. Cuando asumió las riendas de la ciudad en 2003 la impregnó del pragmatismo y las habilidades que había aprendido durante su gestión al frente del Banco Popular de China.
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Vio el potencial del pasado colonial de la ciudad como un imán para el turismo y el ingreso de capitales que le permitiría competir incluso con la cercana Beijing. Gracias a sus contactos con el gobierno central consiguió las inversiones necesarias para remozar Tianjin.
"Hubo un giro en el discurso histórico, por el que Tianjin ya no se presentó como una víctima de las humillaciones extranjeras", dijo Chen Song-Chuan, quien investiga la historia de Tianjin en la británica Universidad de Bristol.
Tianjin "ya no quería que la vieran como una ciudad rezagada a la sombra de Beijing, y decidió hurgar en su historia para reforzar su identidad local", agregó.
Intrigas políticas, amoríos lascivos, traición y codicia, junto con una opulencia decadente, fueron el sello distintivo del antiguo Astor.
Señores de la guerra y jóvenes aspirantes al estrellato se mezclaban allí con diplomáticos occidentales y aventureros despreocupados.
Fundado en 1863 por un misionero metodista británico, el hotel se convirtió gradualmente en el principal escenario de toda la actividad diplomática y social de Tianjin.
El último emperador chino Pu Yi (que gobernó entre 1908 y 1912) y la emperatriz Wan Rong solían concurrir al salón de baile del hotel. Y durante algún tiempo, en 1912, el padre de la República de China, Sun Yat-sen, presidió el país desde allí.
Cuando el año pasado el viejo Astor se reinauguró tras una serie de reformas sustanciales, estrenó un pequeño museo en homenaje a su historia y la de Tanjin.
Entre 1860 y 1945, Tianjin fue objeto de nueve concesiones nacionales a potencias extranjeras, tras la derrota de China en la Segunda Guerra del Opio (1856-1860).
Aunque los puertos resultaron efectivos para impulsar el comercio con China, los privilegios y las concesiones otorgadas a los extranjeros generaron resentimiento hacia el imperialismo occidental.
Pero el museo del Astor se abstiene de presentar el pasado colonial como una vergüenza nacional. El legado colonial de Tianjin es reinventado y exhibido como singular característica de la historia de la ciudad.
Se muestra allí ejemplares de menú que listan los deleites gastronómicos en que incurrían los huéspedes, tanto chinos como extranjeros.
Señores chinos de la guerra que poseían casas para vacacionar en las zonas concedidas a extranjeros, y luminarias occidentales, reciben igual atención en una serie de pinturas de tamaño real y objetos de época.
Hay todo un rincón dedicado a las exploraciones de Herbert Hoover, luego presidente de Estados Unidos (1929-1933) y asiduo cliente del hotel que, luego de trabajar como ingeniero en las minas de Kaiping, en Tianjin, se presume que se fue de China siendo inmensamente rico.
Fuera del hotel, una serie de majestuosos edificios se alinean a orillas del río Hai. Algunos recuerdan a los castillos bávaros. Otros, al parlamento de Londres. Al ser consultado sobre ellos, el taxista Liu, que esperaba clientes allí, se encogió de hombros y dijo: "Son todos nuevos, de la era de Dai" Xianglong.
Bajo el mandato de Dai, las zonas que antes habían sido concesiones extranjeras fueron renombradas como "barrios pintorescos" de estilo italiano o alemán. Su carácter extranjero se enfatizó deliberadamente, pero también se argumentó que eran parte del "patrimonio chino" de la ciudad.
Los planes expansivos para volver a desarrollar esas áreas se redirigieron entonces a acicalar el legado arquitectónico de la era colonial.
El entusiasmo por capitalizar el pasado fue tan lejos como para intentar replicar muchos de los viejos originales. Las calles de Tianjin se llenaron de fachadas que iban desde el Neoclasisismo hasta el Art Decó. Esta campaña continúa en la actualidad, aunque la ciudad tiene un nuevo alcalde y se considera la única ciudad de Asia con más de 800 chalets de estilo occidental.
Algunos expertos chinos se muestran críticos en torno a los resultados.
"En definitiva, el principal objetivo de tal regeneración urbana es la creación de precintos comerciales de alto poder adquisitivo: puntos pintorescos con un sabor histórico, integrados principalmente por hoteles, bares, restaurantes, etcétera ", observó el investigador italiano Maurizio Marinelli en un artículo sobre Tianjin publicado en el China Heritage Quarterly.
Marinelli deplora el triunfo del consumismo por sobre la verdadera preservación y el sustento de miles de familias que fueron reubicadas para permitir el embellecimiento de la ciudad.