PAKISTÁN: La otra lucha de los soldados mutilados

El soldado Zaheer Abbas y su escuadrón perseguían combatientes rebeldes en las afueras de Darra Adamkhel, un pueblo del noroeste de Pakistán conocido por sus talleres de fabricación de armas, cuando sufrió una descarga sorpresiva de artefactos explosivos improvisados.

Zaheer Abbas. Crédito: Zofeen Ebrahim/IPS.
Zaheer Abbas. Crédito: Zofeen Ebrahim/IPS.
Abbas voló y, desorientado pero consciente, recuerda que al caer al suelo sus compañeros lo rodearon enseguida. "No sentí nada, ningún dolor, pero cuando me miré, vi un charco de sangre", señaló.

Eso fue hace dos años. En la actualidad, Abbas tiene 25, de los cuales pasó ocho en el ejército. Se considera con suerte por haber sobrevivido, aunque quedó mutilado de por vida y con su carrera militar destruida.

"Perdí las dos piernas de la rodilla para abajo y a dos de mis mejores amigos", dijo a IPS, sentado en una cama del Instituto de Rehabilitación Médica de las Fuerzas Armadas de Pakistán (Afirm, por sus siglas en inglés), en la ciudad de Rawalpindi, a 16 kilómetros de Islamabad.

"Me enteré de lo que le había pasado a mis amigos una semana después", añadió.
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Ya murieron cerca de 3.000 soldados pakistaníes en combate desde 2003, en tanto otros 9.180 quedaron heridos, según un organismo de las Fuerzas Armadas que coordina la información militar con los medios de comunicación y la sociedad civil.

La mayoría de los heridos sufrieron una situación similar a la de Abbas, causada por disparos, el estallido de minas, de bombas camineras (como se conoce a los artefactos explosivos improvisados), ataques con misiles y explosiones de morteros. Muchos de ellos son tratados en Afrim, creado en 2001 para pacientes externos, pero cuatro años después se amplió para albergar 100 camas.

El instituto es el único hospital de Pakistán que ofrece servicio de "restauración" de última generación con todas las disciplinas vinculadas a la rehabilitación bajo el mismo techo. Tiene un taller protésico y emplea psicólogos, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas y enfermeras especializadas en la problemática, explicó el mayor Mohammad Ali Raza.

Todos los profesionales trabajan contrarreloj para aliviar el dolor, visible e invisible, de los hombres que pagan el precio de la lucha contra el terrorismo.

Los soldados tratados aquí sufrieron heridas en los nervios periféricos, traumatismo encéfalo craneano, politraumatismos, traumas musculares y rigidez en las principales articulaciones, entre otros padecimientos.

Pero las heridas más características son la pérdida de extremidades. "La gran mayoría de los soldados llegan al instituto con amputaciones", indicó Raza. "Cada año son más", añadió.

Afirm recibió 10 soldados amputados en 2007 y 84 en 2010. En lo que va de este año ya fueron 50. "Son demasiados para un centro de rehabilitación con un número limitado de camas y de recursos", se lamentó Raza.

El académico y activista por la paz Pervez Hoodbhoy pronosticó un aumento de la cantidad de soldados heridos.

"Los ataques de los islamistas contra el ejército de Pakistán seguirán incluso después de que se haya ido el último soldado de Estados Unidos y de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) de Afganistán y aunque los vínculos de el país norteamericano se hayan roto", apuntó.

Hoodbhoy se refería al retiro del apoyo de Estados Unidos al ejército pakistaní, acusado de amparar insurgentes.

Sin duda que Estados Unidos catalizó los conflictos internos del país, pero Hoodbhoy responsabilizó a los altos mandos por la situación. "El ejército cultiva la yihad como instrumento de política exterior desde hace tres décadas, y sigue convencido de que no se equivocó", indicó.

"Aun si de milagro, Estados Unidos se evapora, los yihadistas no abandonarán su lucha violenta para crear un Estado islámico en Pakistán", indicó.

El psicólogo de Afirm, Ahmer Iqbal está atareado con sus rondas diarias. Las heridas físicas y mentales van de la mano, y sin terapia no hay rehabilitación completa.

Si un soldado sufre estrés postraumático puede afectar a toda la familia, explicó Iqbal. A menudo organiza sesiones familiares para ayudar a mejorar la comunicación. Pero gracias a "nuestra resignación dada por la fe y a los fuertes vínculos familiares", no es común que haya estrés postraumático.

Afirm amplió sus servicios a lo largo de los años para cubrir las necesidades de los pacientes, señaló el general Akhtar Wahedd, director del hospital.

Con 800 pacientes atendidos al día, el hospital, que tiene cuatro especialistas, nueve jefes de admisiones, un psicólogo, seis fisioterapeutas, ocho enfermeras especializadas en rehabilitación y 100 camas, está exigido al máximo.

"Pero los atendemos a todos", subrayó Raza. Está previsto aumentar la cantidad de camas a 150 lo antes posible.

Hace un año, Afirm decidió incluir un programa de capacitación vocacional. Los cursos incluyen confección de ropa, bordado, computación y electrónica. "Los soldados discapacitados pueden integrarse a algún trabajo en el ejército y no se sentirán tan desvalorizados", explicó Waheed.

Durante los tres meses que Abbas estuvo en el hospital, la familia no tenía idea de lo que le había pasado, "cuando me vieron llegar con muletas quedaron devastados", relató.

Abbas acaba de recibir piernas ortopédicas. "Ahora quiero moverme y llevar una vida lo más normal posible", señaló, y añadió que le gustaría volver al ejército, aunque sea sólo por un salario de unos 116 dólares al mes.

"Quizá me puedan dar un trabajo de telefonista", señaló esperanzado. "Le di tanto a mi país, que lo mínimo que pido a cambio es que me dejen volver", añadió.

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