Residentes con buena situación económica, en especial profesionales, escapan de sus ciudades natales en la violenta región noroccidental de Pakistán para asentarse en lugares más seguros del país. Una muestra de ello es que comienzan a faltar médicos en esa zona.
La falta de personal en el sector de la salud pone en peligro el precario sistema de atención médica. Zararullah Mahsud tenía muchos pacientes en la zona tribal de Wazisirtán del Sur, pero dejó el pueblo de sus antepasados en diciembre de 2009 para asentarse en Peshawar, capital de Khyber Pakhtunkhwa.
"Mi decisión se basó en la horrible experiencia que vivimos", relató Mahsud, quien ahora tiene una clínica en esta ciudad. "Los últimos cinco años fueron un infierno. Mis hijos se quedaban en casa y no iban a la escuela ni podían jugar", añadió.
Los hermanos Mahsud y sus primos también se mudaron con sus familias a ciudades más seguras. "Es muy difícil dejar tu pueblo natal, pero a veces debes cuidarte y poner a salvo a los más jóvenes", añadió.
Pero no sólo se van residentes de Waziristán del Sur y de otros distritos de las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA), sino también de Peshawar y de otras ciudades de esta provincia.
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"Mi familia vive en Islamabad ahora. Me quedo aquí para trabajar en mi clínica privada", dijo a IPS el médico Muhibur Rehman, quien fue secuestrado el año pasado por el movimiento islamista afgano Talibán. Recuperó la libertad tras un mes de cautiverio y pagar un rescate de 25.000 dólares.
Un cirujano que pidió reserva de su identidad se mudó a la oriental ciudad de Lahore con sus hijos tras recibir amenazas del Talibán.
El movimiento islamista "me intimó a darles 5.000 dólares por mes, lo que estaba fuera de mis posibilidades", dijo a IPS. "La única forma de evitar su ira era abandonar mi ciudad natal para siempre. Vendí todo y nunca voy a volver porque sé que el Talibán es un actor permanente en la vida de Khyber Pakhtunkhwa", añadió.
Pakistán era más seguro antes de que el Talibán fuera expulsado del gobierno de Afganistán a fines de 2001 por Estados Unidos y se asentara en las fronterizas áreas tribales. De allí se expandió y comenzó a perpetrar ataques en Khyber Pakhtunkhwa y en otras áreas del país.
Las víctimas de los ataques del movimiento afgano son los seis millones de residentes de FATA, compuestas por siete agencias tribales ahora consideradas como la sede de la red extremista Al Qaeda y del Talibán.
El ejército comenzó en 2005 a realizar operaciones militares contra los insurgentes en seis de las siete áreas tribales, lo que dificultó enormemente la vida cotidiana.
El apoyo de parte de la población a esa acción militar provocó la ira del Talibán.
Abdullah Jan, de 55 años, cuya familia es originaria de la agencia Orakzai, formó un comité para preservar la paz, lo que enfureció al Tehrik-e-Taliban, rama local del Talibán, que les advirtió que lo desmantelaran.
"No le hicimos caso a la advertencia. Una noche nos atacaron y mataron a mis dos hermanos menores", relató Jan, cuya familia se fue a vivir a Islamabad. Tuvo que vender su propiedad en Orakzai, tasada en un millón de dólares por el quinto de su valor para poder comprar una casa pequeña en la capital.
"Los agentes inmobiliarios ganan sumas exorbitantes de dinero comprando casas para la gente desplazada de FATA por las operaciones militares", señaló Abid Shah, vicepresidente de la Asociación de Agentes Inmobiliarios de Peshawar.
El empresario Mohammad Omar, de la agencia Bajaur, se lamenta haber vendido su campo a un precio mucho menor al de su valor por la depreciación del mercado debido a la situación de la seguridad.
"Cometí un gran error vendiendo mis tiendas y el campo porque algún día regresaremos. Pero mi familia insistió", dijo a IPS.
"Ahora es imposible regresar, vendí todo", dijo arrepentido.
Alrededor de un millón de personas que escaparon de la violencia en el noroeste de Pakistán viven en campamentos o con parientes en casas alquiladas. "Los que tienen una mejor situación económica prefieren emigrar a otros lugares más seguros", señaló Mukhtar Jan, profesor universitario en la agencia Mohmand, quien compró una casa en esta ciudad el año pasado.
"Estuvimos yendo y viniendo de Mohmand a Peshawar en los últimos cinco años, lo que perjudicó la educación de mis hijos", señaló.
Las áreas tribales, que se extienden a lo largo de 2.400 kilómetros en la frontera con Afganistán, es la zona menos desarrollada del país. Las personas que siguen viviendo allí están bajo la sombra del Talibán, que suele infligir duros castigos, como ejecuciones públicas o mutilación de manos.
"La gente perdió la confianza en el ejército y en el gobierno y no ven ninguna posibilidad de que regrese la paz. Sólo quedan las familias pobres", señaló Hashimullah Afridi, vendedor de ropa en agencia Khyber, donde el ejército lleva adelante operaciones contra el Talibán desde hace dos años.