En medio de la desesperación y la pobreza, las mujeres de algunas aldeas de Bangladesh recolectan dinero y se lo prestan entre sí mediante un singular programa de microfinanzas lanzado por una organización no gubernamental local.
A diferencia de los acuerdos tradicionales en esta materia, donde los créditos proceden de fuentes externas o de socios para el desarrollo, la organización no gubernamental Pally Bikash Kendra (PBK) adoptó un enfoque diferente donde las propias beneficiarias generan y ahorran dinero para ayudar a sobrevivir a las pequeñas empresas.
El programa, llamado "Autoayuda", se creó hace cuatro años y medio en los pantanos de Mithamoin, en el central distrito bangladesí de Kishoreganj, a menos de 150 kilómetros de la capital.
Actualmente, los 317 grupos de mujeres que operan en el área tienen un fondo combinado de aproximadamente 200.000 dólares.
Bishan Chkraborti, de 28 años, es una de las cientos de beneficiarias que prácticamente no tenían nada al principio, pero luego de unirse al "samity" o grupo, ahora administra su propia empresa de cría de pichones de cisne, cuyos ejemplares adultos vende en un mercado local.
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Hace cuatro años, su hijo de ocho tuvo que abandonar sus estudios porque ella no podía pagar el pasaje en bote para llevarlo a la única escuela primaria que había en esa zona pantanosa de 200 hectáreas.
"No tenía ingresos, dado que mi esposo discapacitado no podía trabajar. Vivíamos en una casa diminuta, de un solo ambiente, con techo de bambú", dijo Chkraborti, procedente de la aldea de Puran Borgadia.
Ahora ella tiene una casa más grande, con techo de zinc, piso de barro y una valla de bambú. También cultiva verduras y las vende a la población local, logrando un leve margen de ganancia. Y su hijo volvió a la escuela.
El programa Autoayuda, diseñado para mujeres muy pobres, es un sistema simple basado en la disciplina de juntar y ahorrar dinero, creando pequeños fondos que permitan extender préstamos con intereses ínfimos a las beneficiarias.
Cada samity se compone de unas 15 mujeres principalmente las sin tierra, viudas, divorciadas y mendigas—, que depositan el equivalente a 13 centavos de dólar cada mes, cuando se reúnen para discutir la aprobación de las postulaciones a los préstamos.
En esas reuniones también debaten sobre qué hacer con el dinero de los préstamos, cómo usarlo de manera eficiente y otros asuntos sociales que afectan a las mujeres, como la educación y la salud.
No hay casos de mujeres que dejen de pagar su deuda, dijo una orgullosa y confiada Padabi Rani Das. "Si una de ellas fracasa, fracasamos todas. No dejamos que nadie fracase, dado que tenemos un sistema que ayuda a las integrantes a superar sus dificultades", explicó.
Organizadoras comunitarias como Foyzur Rahman, de PBK, orientan a las integrantes en materia de mantenimiento de cuentas y depósito de dinero en el banco local, y las aconsejan sobre nuevos emprendimientos.
"Actuamos como un catalizador, al promover su interés de formar el samity para su beneficio. Por supuesto, al inicio no aceptaban enseguida nuestras propuestas, creyendo que nos quedaríamos con su dinero", dijo la gerenta de programa de PBK, Fahmida Jigor Jahan.
"Cuando las mujeres se dieron cuenta de que estaban obteniendo beneficios y vieron que la pobreza desaparecía gradualmente, quisieron que les diéramos préstamos más grandes", señaló.
Al principio fue todo un desafío, porque las mujeres nunca habían manejado grandes sumas, y cifras como 53 dólares ya les resultaban enormes.
Cualquier integrante puede postularse a un préstamo de principiante, que equivale a 13 dólares para pequeñas empresas como las dedicadas a coser ropas, cultivar verduras, vender pescado seco, criar animales o abrir una tienda.
Cuando la postulante logra pagar el préstamo, califica para un segundo, y en cierta etapa puede sacar préstamos mayores, de entre 52 y 133 dólares, que suelen destinarse a expandir las tiendas y al cultivo de verduras y cereales.
Luego pasan a la siguiente etapa, conocida como LIFT (siglas en inglés de Fondo de Aprendizaje e Innovación para Probar nuevas ideas).
En la aldea de Sarkerhati, Jugomaya Rani Das es una de las muchas que prosperaron gracias a préstamos de LIFT. Ella los usó para cultivar verduras y para apoyar la empresa de pesca de su esposo.
Das tiene dos hijos y es líder de un samity, y aprendió a ganar dinero luego de vivir muchos años en la pobreza extrema.
"La vida sin un ingreso económico era miserable", dijo sobre la época previa a su ingreso al grupo, cuando sacaba préstamos pero no tenía cómo pagarlos.
"En un momento pensé en salir a mendigar", relató.
Tras cuatro años en el samity, ahora Das administra un negocio relativamente estable en el que pesca y vende lo que captura en el mercado mayorista flotante, lo que le permite aportar a su familia unos seis dólares diarios.
También arrienda tierra para plantar arroz en las temporadas secas. Este cultivo le genera un ingreso de 460 dólares cada cuatro meses, luego de cubrir todos los gastos.
Unos 50 de esos grupos de autoayuda que forman las organizaciones comunitarias califican para préstamos por sumas mayores de fuentes externas como la Fundación Palli Karma Shahayak Foundation (PKSF), para continuar con programas de microcréditos más amplios.
El dinero de LIFT procede de la PKSF, integrada por 257 organizaciones asociadas que ofrecen préstamos de distinto monto a miembros de organizaciones no gubernamentales y con intereses bajos.
Desde su creación, hace 20 años, PKSF desembolsó unos 6.000 millones de dólares a alrededor de 8,6 millones de personas, a través de organizaciones no gubernamentales como PBK.
Ésta ayudó a casi 38.000 personas, 98 por ciento de las cuales son mujeres pobres, desde que empezó a funcionar en tres distritos, desembolsando 3,5 millones de dólares.
"Hubo un tiempo en que las mujeres no tenían voz porque nunca participaban en actividades generadoras de ingresos. Actualmente tienen poder y pueden decidir cómo desarrollar sus propias comunidades", dijo el director ejecutivo de PBK, Mohammad Hasan Ali.