Diversidad biológica amenazada, contaminación que avanza, cuencas hidrográficas que se degradan y bosques que desaparecen son problemas que encara la petrolera Venezuela, un país megadiverso a cuyas puertas llama el cambio climático con su carga de malos presagios para el ambiente.
La red ARA, una coalición de 20 organizaciones ecologistas del país, acaba de lanzar el informe "Aportes para un diagnóstico de la problemática ambiental de Venezuela", que recoge encuestas a 34 especialistas y que llama la atención sobre la deficiente gestión del Estado y la sociedad sobre siete áreas ambientales.
Un diagnóstico que coincide con los resultados de la encuesta anual a más de 130 académicos y profesionales que desde hace una década realiza la organización ambientalista Vitalis.
"El déficit de gestión lo ilustra el hecho de que este país con más de 40 por ciento de sus 900.000 kilómetros cuadrados de territorio bajo protección ambiental, destina al Ministerio para el Ambiente apenas uno por ciento del presupuesto del gobierno", dijo a IPS Alejandro Álvarez, de la organización Ecojuegos, integrante de ARA.
Álvarez recordó que Venezuela cuenta con 43 parques nacionales, 30 monumentos naturales y ocho refugios de fauna.
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El activista fue el encargado de presentar el Informe ARA el 26 de mayo, dedicado a las áreas de disminución de la biodiversidad, contaminación, gestión de los residuos sólidos, impactos de la explotación petrolera, gestión de recursos hídricos, gestión de las áreas naturales protegidas y cambio climático global.
Diego Díaz, director de Vitalis, dijo a IPS que "año tras año reaparecen los mismos problemas que develan la carencia de planes y estrategias eficientes para su manejo, acumulándose pasivos en forma de bosques no recuperados, aguas degradadas, suelos no regenerados, materiales no reciclados y una contaminación creciente".
El Ministerio para el Ambiente admite que de la "adecuada conservación" de la biodiversidad biológica "dependen servicios ambientales como el suministro de agua potable, la producción de energía hidroeléctrica, productos alimenticios y de valor farmacológico, el potencial turístico y la protección contra desastres de origen natural".
Venezuela es considerada el noveno país por su megadiversidad porque alberga 650 tipos de vegetación, 15.820 especies de plantas vasculares, 27 zonas climáticas, 23 formas de relieve y más de 137.000 especies de animales.
Además, es el cuarto país por el número de anfibios, sexto por el de aves, octavo por el de mamíferos y noveno por el de reptiles.
Pero ARA informa que están amenazadas 748 especies de fauna, incluidas 160 de las 312 especies de anfibios, y 341 especies de plantas. El país está entre los 10 del mundo con más alta tasa de deforestación. Al finalizar el siglo XX, más de la mitad de su territorio estaba cubierta por bosques, pero esa superficie retrocede a una media de 290.000 hectáreas por año, más de uno por ciento.
En lo que a contaminación se refiere, "la producción de petróleo crudo, principal actividad económica, genera un impacto ambiental de carácter local. En cambio, es mucho mayor el impacto de la refinación y sobre todo del consumo", dijo Álvarez.
Venezuela refina más de un millón de barriles diarios de petróleo, con emisión de dióxido de carbono, otros gases, y generación de residuos de azufre y coque, y tiene un parque automotor de 5,5 millones de vehículos, que consumen unos 80 millones de litros de combustibles cada día.
Por las atestadas calles de Caracas, un valle cargado de cemento donde se apretujan cinco millones de personas, circulan cada día unos 2,3 millones de automóviles y un millón de motocicletas, según cifras de los alcaldes de sus cinco municipios.
"No tenemos informes claros sobre contaminación, pero el país tiene más de 300 grandes sitios de disposición de residuos simplemente a cielo abierto. Muchos son incendiados y ¿cuánto se producirá de dioxinas y furanos?", preguntó Álvarez.
Las dioxinas son compuestos químicos estables obtenidos a partir de la combustión e implican cloro. Solubles en grasas, afectan suelos, sedimentos, la cadena alimentaria y tejidos orgánicos. Los furanos son líquidos volátiles carcinógenos.
El Convenio de Estocolmo sobre los contaminantes orgánicos persistentes (COP), de 2001 y del que Venezuela es uno de los 173 países parte, pautó el desarrollo de planes y programas de minimización cuando no de eliminación de esas fuentes de COP.
Venezuela está rezagada en la materia al punto de que "de las 19.000 toneladas de residuos que se producen diariamente, apenas de 10 a 20 por ciento se recicla: 90 o 85 por ciento del aluminio o el hierro, pero sólo uno por ciento de materia orgánica, dos por ciento del plástico o 20 por ciento del papel y cartón", apuntó Díaz.
El inapropiado manejo de residuos y desechos sólidos encabezó por años las tablas de Vitalis hasta que en 2010 le desplazó como primer problema el binomio de larga sequía y fuertes inundaciones.
Ese binomio generó emergencias y crisis en servicios de electricidad, agua potable, vialidad y derrumbe de viviendas, con saldo de unos 140.000 damnificados, lo que a su vez se ha traducido en un drama social y en protestas callejeras.
Fue una especie de debut del cambio climático en la sociedad venezolana y los investigadores de ARA manifestaron su aprensión por datos como que, a despecho de las inusuales lluvias de los últimos meses, el país puede esperar una reducción de hasta 25 por ciento en sus valores de precipitación.
A eso se une el previsible incremento de 30 a 80 millones de toneladas anuales en la emisión de gases de efecto invernadero si ejecuta los planes energéticos en marcha.
La industria estatal aspira llevar la producción de crudo de los 3,2 millones de barriles (159 litros) actuales, según cifras oficiales, a 5,8 millones en la segunda mitad de la década. El gobierno también proyecta agregar 8.000 megavatios de generación térmica a la actual capacidad nominal de producción eléctrica, de 21.000 megavatios.
La contaminación también fluye por aguas y cuencas. Solo 14 por ciento (350) de las fuentes emisoras de efluentes industriales poseen sistemas para tratarlos, en un país que consume 4.500 barriles diarios de grasas y lubricantes y donde solo 32 por ciento de las aguas residuales reciben algún tipo de tratamiento.
María Eugenia Gil, de la Fundación Aguaclara, ha denunciado que en el país deben existir unos 3.000 vertederos a cielo abierto donde se mezclan desechos municipales, industriales y hospitalarios.
Las investigaciones de ARA determinaron 46 sitios contaminados con variadas sustancias, entre ellas los bifenilos policlorados, que producen industrias como las de energía y metalurgia.
Un caso destacado es el de la contaminación con mercurio con la búsqueda indiscriminada de oro en cuencas del sur venezolano, que son justamente la fuente y reserva del emporio hidroeléctrico estatal que cubre 70 por ciento de las necesidades del país.
Los ecologistas estiman que allí se liberan al ambiente unas 12 toneladas de mercurio al año, y peces de 13 de las 18 especies más comerciales del sur de Venezuela han presentado claros niveles de contaminación mercurial.
Los ambientalistas reclaman "reencauzar la gestión ambiental sobre bases técnicas y humanas sólidas y responsables, sin sesgos ideológicos, fortalecer las instituciones, programas de educación y dar participación a la sociedad civil".
"El tema ambiental ya no puede ser visto como el pasatiempo de unos bucólicos admiradores de pajaritos, sino como un componente prioritario y estratégico para el desarrollo del país", sentenció Álvarez.