Mientras siguen llegando miles de refugiados sirios a Turquía, el re-electo gobierno en Ankara se enfrenta a los límites de su política de «cero problemas» con sus vecinos.
Turquía se prepara para una larga y sangrienta guerra civil en Siria y el posible derrocamiento del presidente Bashar Al Assad.
Inevitablemente, Ankara se halla cada vez más en el lado opuesto a Irán en los asuntos regionales y competiendo por influencia en Siria e Iraq. Mientras, los esfuerzos turcos para mediar una solución a la disputa con Teherán sobre su programa nuclear parecen llegar a un callejón sin saluda.
Lugo de la reelección el domingo del gobernante partido Justicia y Desarrollo (AKP), analistas predicen que Turquía rediseñará su papel regional.
"Siria era la piedra fundamental de la política exterior de cero problemas", dijo Omer Taspinar, director del proyecto para Turquía de la Brookings Institution.
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Al hablar el miércoles en la Fundación Carnegie, otro centro de estudios con sede en Washington, Taspinar pronosticó que el gobierno del primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan se enfocaría en sus intentos de reforma constitucional y en la resolución de las aspiraciones de la minoría kurda.
Además, intentaría normalizar las relaciones con Armenia y definiría su participación en un nuevo sistema misilistico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Taspinar dijo que Turquía debía también enfocarse en aminorar el conflicto entre musulmanes sunitas y chiitas en países como Iraq, donde Erdogan se acaba de convertir en el primer líder extranjero sunita en reunirse con el ayatolá Ali Sistani, la figura religiosa chiita con más seguidores en esa rama del Islam.
Sin embargo, la creciente oposición sunita al régimen sirio alauí (rama chiita minoritaria) y la continua negativa de Arabia Saudita a acercarse a un gobierno chiita en Iraq podrían socavar esa misión de Turquía.
Desde que llegó al poder en 2002, el AKP ha realizado una política exterior "neo-otomana". Pero ésta se ha visto afectada por la cascada de levantamientos populares de los últimos seis meses conocidos como la Primavera Árabe.
Al parecer Turquía no tiene "esa perspicacia especial" en la región, dijo Steven Cook, experto en Medio Oriente para el Consejo de Relaciones Exteriores. Los intereses turcos se vieron "enredados", así como los de Estados Unidos y de otros países, señaló.
Cook predijo que Turquía perdería su imagen de campeón en los principales temas regionales, como el conflicto árabe-israelí. Este papel era más fácil de desempeñar por Ankara "cuando el mundo árabe estaba políticamente muerto", dijo.
Ahora Egipto, que acaba de auspiciar un acuerdo de unidad entre las facciones palestinas, está volviendo a asumir un papel de liderazgo en diplomacia.
Como Estados Unidos, el desempeño de Turquía en relación con los levantamientos árabes ha sido indeciso.
Erdogan ganó aplausos de los demócratas árabes por haber llamado al fin del régimen de Hosni Mubarak. Pero su gobierno ha vacilado demasiado sobre Libia, lo que desató violentas protestas en frente al consulado turco en la nororiental ciudad libia de Bengasi y críticas de que Ankara estaba interponiendo sus intereses económicos en el país africano antes que sus principios democráticos.
Erdogan rápidamente condenó las violaciones a los derechos humanos en Siria, pero aún realiza un "delicado acto de equilibrio", según Taspinar. Turquía fue sede de la primera conferencia de las fuerzas opositoras sirias, y a la vez insta a Al Assad a realizar reformas.
La posición de Ankara es similar a la de Estados Unidos, dijo Kadir Ustun, director de investigaciones en Washington de la Fundación SETA, centro de estudios turco. No desea que caiga régimen de Al Assad, pero teme que no sea capaz de adoptar cambios positivos, explicó. Turquía además tiene miedo que una fragmentación del complejo mosaico étnico sirio envíe miles de refugiados más a su territorio, además de los más de 8.000 que ya han llegado.
El gobierno turco también se preocupa por un posible renacimiento del ilegalizado Partido de los Trabajadores del Kurdistán, cuyo líder, Adullah Ocalan, fue expulsado de Siria en 1998, lo que acercó a Ankara y Damasco.
A pesar del hecho de que Turquía es el mayor socio comercial de Siria (el intercambio bilateral llega a 2.500 millones de dólares), la influencia de Ankara en Damasco parece ser menor que la de Teherán, que respalda la dura represión de Assad a las protestas en su contra.
Los esfuerzos de Turquía para resolver el conflicto internacional con Irán por su programa de desarrollo nuclear también han fracasado.
La "declaración de Teherán", presentada con grandes fanfarrias hace un año por Brasil y Turquía fue rechazada por Estados Unidos y sus socios debido a que dejaría a Irán con suficiente uranio enriquecido para producir un arma.