China evalúa el impacto de las revoluciones en el norte de África y Medio Oriente en sus industrias y analiza nuevos destinos de inversión.
África, considerada el laboratorio de las compañías chinas para la expansión internacional, es cada vez más relegada como objetivo debido a los nuevos factores de riesgo. Esto seguramente beneficiará a países más seguros y cercanos al gigante asiático.
El cambio de estrategia ya estaba en los planes, pero los levantamientos populares en Túnez, Egipto y Libia lo aceleraron.
"La inestabilidad en el norte de África y la situación en Libia en particular están poniendo a prueba la estrategia de China", dijo Wang Jinyan, investigador en la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing. "Esto tendrá un definitivo impacto en la dirección futura de nuestras inversiones en el exterior".
Según informes de prensa, el nuevo plan de cinco años del Ministerio de Comercio de China, cuyos detalles están siendo ajustados en este momento, convierte a Asia y a las economías emergentes el principal destino las inversiones.
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"Debido a los riesgos políticos, las inversiones en África ya no son lo que solían ser", señaló en mayo el semanario chino Economic Observer, citando a un funcionario del Ministerio. "Abrir una mina ya no es fácil allí. Ahora hay que tener en cuenta el ambiente, el empleo local y los beneficios de la economía local", indicó la fuente.
Por el contrario, Asia es vista como un mercado maduro lleno de potencial económico y menos riesgos políticos.
Pronosticar la futura dirección de las inversiones de Beijing ocupa hoy a muchos analistas.
Llena de dinero tras años de crecimiento económico impulsado por exportaciones y con la reserva de divisas más grande del planeta, China ha salido a buscar materias primas, petróleo, fuentes de energía y tierras agrícolas.
Un estudio divulgado en mayo por la Sociedad de Asia en Nueva York pronosticó que las inversiones directas en el exterior de China para 2020 podrían alcanzar los dos billones de dólares. El año pasado, las inversiones de Estados Unidos en el exterior sumaron 300.000 millones.
La crisis financiera de 2008 le dio a las compañías de este país asiático el ímpetu y las oportunidades necesarias para canalizar su dinero en los rincones más remotos del planeta, obtener minerales, asegurarse campos petroleros y adquirir acciones en grandes firmas internacionales.
Pero antes de abrir sus alas para ir aun más lejos, las empresas estatales chinas, incluso las más grandes como Petro China, usan a África como pista de prueba. Ingresaron como constructoras de líneas ferroviarias, carreteras y redes de telecomunicaciones, y hoy tienen ya una fuerte presencia en todo el continente. Para fines de 2010, unas 2.000 firmas del gigante asiático operaban en África con una inversión acumulada de 32.000 millones de dólares.
El año pasado, China se convirtió en el principal socio comercial de África, y su marcha por el continente parecía imparable. No era de sorprender que surgieran críticas a Beijing, acusándolo de impulsar un nuevo colonialismo y de extraer los ricos recursos africanos.
Pero la Primavera Árabe parece poner freno a esa expansión. Comienzan a emerger las cifras de las pérdidas económicas chinas por los levantamientos populares en el norte africano, lo que le da a las autoridades en Beijing más argumentos para hacer una pausa.
En Libia, las pérdidas sufridas y el costo de repatriar unos 36.000 empleados chinos sobrepasarán los 3.000 millones de dólares. Desde 2007, Trípoli contrató unos 50 proyectos de ingeniería de compañías de Beijing.
Aunque el papel de China como contratista limitó su exposición al impacto del conflicto libio, sufrió también pérdidas directas, como la destrucción de refinerías de la empresa Sinopec.
Expertos señalan que Beijing afrontará una ola de reclamos de compensación, deudas de terceras partes y recontrataciones de trabajadores chinos repatriados.
En conferencia de trabajo en Shanghai en mayo, la agencia oficial china de seguros para la exportación Sinosure reveló que en los primeros tres meses de 2011 los reclamos de pérdidas en el norte de África y Medio Oriente crecieron 167 por ciento respecto del mismo periodo del año pasado.
Según cifras del Ministerio de Comercio, el número de nuevos contratos chinos firmados con países del norte africano durante el primer cuarto de este año cayeron drásticamente —70,8 por ciento en Argelia y 46,9 por ciento en Libia— respecto del mismo lapso de 2010.
La inestabilidad política y la inseguridad han hecho que los chinos radicados en el norte de África se aíslen, lo que añade acusaciones a los contratistas de permanecer alejados de la población local y de su realidad.
Pero, aun cuando Beijing revisa su estrategia de expansión, su participación en África está lejos de terminar.
"Quizás nunca se vean chinos, pero se pueden ver los estadios, las carreteras y todo lo que han construido", dijo Lawrence Brahm, columnista político radicado en Beijing.
"Todavía creo que el gran juego entre China y Occidente será jugado en África", añadió.