Al final, la ecuación para elegir director-gerente del FMI se armó según el gusto de quienes reclaman un cambio en esa entidad, para poner fin al monopolio europeo del cargo y abrir paso a nuevos protagonistas de la economía mundial. Pero nada es como parece.
La disputa, a ser dirimida este jueves, es entre un supuesto representante del Sur, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, y una del Norte, la ministra francesa de Finanzas, Christine Lagarde. Sin embargo, la competencia de estos nombres solo contribuirá a que quede más claro que son otras las cuestiones de fondo.
La postulación mexicana para dirigir el FMI (Fondo Monetario Internacional) no entusiasmó a otros países emergentes.
Su perfil conservador, así como el de otros que se anunciaron como precandidatos de países emergentes, alejó un posible apoyo brasileño, cuyos gobernantes reclamaron un proceso abierto para la elección, teniendo el "mérito" y no la nacionalidad como criterio.
"Es difícil imaginar el criterio geográfico como relevante", especialmente cuando el representante supuestamente del Sur no genera "ninguna confianza de que sería sensible a demandas de emergentes o en desarrollo", señaló a IPS el economista Fernando Cardim de Carvalho, profesor retirado de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.
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Lagarde, en cambio, presentaría más posibilidades de dar continuidad a la labor del desplazado Dominique Strauss-Kahn, quien "recuperó el prestigio político del FMI", aunque no promovió reformas significativas en sus políticas ni mecanismos de toma de decisiones, acotó.
Strauss-Kahn, también francés, renunció en mayo luego de ser detenido en Nueva York acusado de agresión sexual a una camarera del hotel en el que se alojaba. Su gestión fue bien vista en el gobierno brasileño, debido a su apertura a cambios en favor de mayor peso del mundo en desarrollo en el FMI.
Brasil tiende así a votar por Lagarde. El ministro de Hacienda, Guido Mántega, declaró a la prensa hace seis días que aún no hay una decisión de su gobierno, pero que la preferencia es por quien se comprometa con las reformas iniciadas por Strauss-Kahn.
De todas formas, el director-gerente ejerce "un poder relativamente limitado", ya que "la última palabra la tienen los que financian el FMI". Los que más aportan son los países ricos y, por tanto, son los que acumulan largamente la mayoría de votos en las decisiones, comentó Cardim.
Además el FMI, aunque sea "un foro políticamente importante", no es el que influye en los problemas globales que afectan profundamente la economía mundial, sino que las responsables son las políticas de Estados Unidos que alteran las cotizaciones del dólar o de China.
Su poder se limita "a los países que le deben dinero" y es matizado en el caso de Grecia y otros estados europeos periféricos y en crisis, donde "las exigencias más duras provienen del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea", usando las del FMI como pantalla, señaló el economista.
En su opinión, el Fondo contribuiría a un sistema monetario internacional más estable si volviese a "su misión original de facilitar ajustes de corto plazo en la balanza de pagos" de los países en dificultades, exigiéndoles como condiciones solo "el compromiso de adoptar políticas económicas que aumenten la probabilidad" de pago de sus préstamos.
Pero a partir de los años 80, cuando estalló la crisis de la deuda externa de muchos países en desarrollo, pasó a "exorbitar sus funciones", con las potencias acreedoras tratando por su intermedio de "imponer a los deudores estrategias de desarrollo diseñadas de acuerdo a los intereses de países desarrollados", criticó.
La elección del director-gerente está "viciada", porque los países ricos concentran la mayoría de los votos, se quejó, en entrevistas concedidas en los últimos días a periódicos brasileños, Paulo Nogueira Batista Junior, quien representa a Brasil y a otros ocho países latinoamericanos y caribeños en el FMI.
Batista Junior y otros 23 directores-ejecutivos tienen tiempo hasta este jueves para decidir el nombre de la persona que dirigirá el FMI en los próximos cinco años.
Cada uno elegirá en nombre del grupo de países que representa, pero sus votos tienen el peso proporcional a las cuotas de capital que esos estados partes aportan al FMI. A Estados Unidos le corresponde 17 por ciento y a Europa 29 por ciento, una proporción mucho más alta que su participación en la economía mundial.
De ese modo es casi seguro que Lagarde será la elegida. En el pasado, acuerdos entre Estados Unidos y Europa siempre pusieron los gerentes que quisieron, manteniendo una tradicional división del poder, con un europeo comandando el FMI y un estadounidense el Banco Mundial.
Por eso es necesario que se produzcan cambios en el proceso decisorio, ampliando el peso de los países en desarrollo, para sostener la legitimidad del FMI ante las presiones principalmente de las mencionadas naciones emergentes. China, por ejemplo, está limitada a un insustentable seis por ciento de los votos, aunque ya sea la segunda mayor economía del mundo.
Además de democratizar el poder dentro del FMI, será necesario diversificar el pensamiento y la composición de otros ámbitos de la institución, como la administración en general, jefaturas de departamentos y cuerpo técnico, apuntó Batista Junior.