La capital de Groenlandia está muy lejos de mi natal ciudad sudafricana de Durban, y llegar al mar Ártico es un largo camino para un africano que hace campaña contra el cambio climático. Pero aquí estoy en prisión, con mi compañero Ulvar Arnkvaern.
Terminé en la cárcel por violar una zona de exclusión y subir a una plataforma petrolera de aguas profundas en el Ártico, a 120 kilómetros de la costa de Groenlandia.
Traje conmigo las firmas de 50.000 personas que piden a Cairn Energy, dueña de la plataforma, que dé a conocer un "plan de respuesta a un derrame de petróleo" y pretendía reclamar el cese inmediato de las perforaciones.
Me dicen que desde mi detención, el viernes 17, más de 20.000 personas firmaron la petición en el sitio de Internet de Greenpeace.
Vine a defender el frágil ambiente del Ártico. Soy el vigésimo segundo activista de Greenpeace que se ofrece como voluntario en las últimas semanas para subir la escalera de 30 metros y llegar a la plataforma en medio del océano.
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Vine a poner el cuerpo a la protesta y voz al reclamo de cordura y de cese de las peligrosas perforaciones petroleras en aguas profundas del Ártico. Y así soy uno de los 22 activistas detenidos y presos en Groenlandia.
¿Cómo es posible que tras el desastroso derrame en el Golfo de México que causó en 2010 la explosión de la plataforma de Deepwater Horizon, se permita perforar a una profundidad similar en el Ártico, donde sería imposible realizar cualquier operación de limpieza?
Después de lo ocurrido en el Golfo de México sería lógico esperar mayor transparencia y control público.
Pero la razón del secretismo de Cairn es obvia: sería imposible hacer una limpieza, el ecosistema quedaría diezmado, la pesca en Groenlandia destruida y la compañía de 10.000 millones de dólares iría a la quiebra. No es una buena perspectiva para encender la fiebre petrolera, y una pésima señal para los capitalistas que esperan obtener jugosas ganancias.
Lo dicho es motivo suficiente para rechazar las perforaciones petroleras en el Ártico. Pero hay muchas más razones para reclamar que el mundo mire más allá del petróleo.
La quema de combustibles fósiles altera nuestro clima y derrite los hielos del Ártico, alterando uno de los ecosistemas más aislados y hostiles de la Tierra. La radical disminución del hielo marino en el verano boreal es una dura advertencia del recalentamiento global.
Pero la industria petrolera y los gobernantes endeudados con ella ven el recalentamiento en el polo norte como si fuera una invitación "¡perfora, nena, perfora!".
El cambio climático ya está causando estragos en el mundo, golpea peor y más rápido a los más pobres. El Ártico no sólo es víctima, sino que a su tiempo reflejará y magnificará las alteraciones.
Como africano me preocupa lo que ocurre aquí porque los científicos advierten que el recalentamiento sin precedentes en esta zona puede tener consecuencias para las poblaciones más vulnerables. Un Ártico más caliente puede cambiar drásticamente los patrones climáticos de regiones situadas a varios miles de kilómetros.
En algún punto debemos decir basta. Yo digo que tiene que ser aquí y ahora, en el hielo del Ártico, en los bosques del mundo y en el desastre nuclear de Fukushima. Yo digo que tiene que ser aquí y ahora, cuando alguien propone gastar miles de millones de dólares en nuevas explotaciones de combustible fósil, en vez de destinarlos a investigar en eficiencia energética y fuentes renovables, seguras y limpias.
Mientras estoy en la cárcel, una peligrosa plataforma de perforación se acerca cada vez más al petróleo y al gas que busca, así como a la zona de derrame, donde aumentan los riesgos de una explosión en aguas profundas. Pero aun así, no estamos más cerca de conocer su plan secreto de contingencia y limpieza.
Cuanto más profundo perfora esta plataforma, más se acerca el mundo a un punto de no retorno climático, un escenario en el que la quema de combustibles fósiles ha creado tal caos que se desatan eventos extremos, se eleva drásticamente el nivel del mar y estallan conflictos y hambrunas.
La naturaleza nos hizo una advertencia, y ésta viene con una prueba de inteligencia que no podemos reprobar. La forma en que respondamos aquí y ahora marcará el mundo en el que viviremos y heredarán nuestros hijos.
Mi estancia en Nuuk será corta, pronto estaré libre y me deportarán. Pero pensaré en esta ciudad y en la metáfora de la perforación profunda en el Ártico cuando regrese a Durban en noviembre y cuando haga lobby y reclame un acuerdo obligatorio, justo y ambicioso en la 17 reunión anual de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
No seamos estúpidos, digamos no al petróleo del Ártico y sí a un mundo libre de la amenaza de un cambio climático catastrófico.
* Kumi Naidoo es director ejecutivo de Greenpeace Internacional.