La ecuación para elegir director-gerente del FMI, cargo que recayó al final en Christine Lagarde, se armó según el gusto de quienes reclaman un cambio en esa entidad, para abrir paso a nuevos protagonistas de la economía mundial. Pero nada es como parece.
La disputa que se dirimió este martes, enfrentó a una exponente del Norte industrializado, la finalmente ganadora Lagarde, ministra francesa de Finanzas, y a un supuesto representante del Sur, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens. Sin embargo, la competencia de estos nombres solo contribuyó a que quede más claro que son otras las cuestiones de fondo.
La postulación mexicana para dirigir el FMI (Fondo Monetario Internacional) no entusiasmó a otros estados en desarrollo.
Su perfil conservador, así como el de otros que se anunciaron como precandidatos de países emergentes, alejó un posible apoyo brasileño, cuyos gobernantes reclamaron un proceso abierto para la elección, teniendo el "mérito" y no la nacionalidad como criterio.
"Es difícil imaginar el criterio geográfico como relevante", especialmente cuando el representante presuntamente del Sur no generaba "ninguna confianza de que sería sensible a demandas de emergentes o en desarrollo", señaló a IPS el economista Fernando Cardim de Carvalho, profesor retirado de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.
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Lagarde, en cambio, parece más propicia a dar continuidad a la labor del desplazado Dominique Strauss-Kahn, quien "recuperó el prestigio político del FMI", aunque no promovió reformas significativas en sus políticas ni mecanismos de toma de decisiones, acotó.
Strauss-Kahn, también francés, renunció en mayo luego de ser detenido en Nueva York acusado de agresión sexual a una camarera del hotel en el que se alojaba. Su gestión fue bien vista en el gobierno brasileño, debido a su apertura a cambios en favor de mayor peso del mundo en desarrollo en el FMI.
El esperado apoyo de Estados Unidos, que es el principal contribuyente del FMI, y el ya conocido de la Unión Europea, pusieron finalmente por primera vez a una mujer al mando del principal organismo financiero multilateral nacido al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Se cumplió así el añejo acuerdo entre Europa y Estados Unidos de división del poder que dispone dirigir respectivamente al FMI y al Banco Mundial. Lagarde, una abogada de 55 años, fue elegida este martes como la 11 directora-gerente del Fondo, cargo que asumirá el 5 de julio y por cinco años, con el respaldo además de Brasil, Rusia y China.
Brasil votó finalmente por Lagarde, como ya había insinuado su ministro de Hacienda, Guido Mántega, al declarar a la prensa días atrás que la preferencia era por quien se comprometiera con las reformas iniciadas por Strauss-Kahn.
De todos modos, el apoyo o rechazo de las economías emergentes no incidían en la elección. Cada uno de los 24 miembros del Consejo del FMI elige en nombre del grupo de países que representa, pero sus votos tienen el peso proporcional a las cuotas de capital que esos estados partes aportan.
A Estados Unidos le corresponde 17 por ciento y a Europa 29 por ciento, una proporción mucho más alta que su participación actual en la economía mundial.
La elección del director-gerente aparece así "viciada", porque los países ricos concentran la mayoría de los votos, se quejó, en entrevistas concedidas en los últimos días a periódicos brasileños, Paulo Nogueira Batista Junior, quien representa a Brasil y a otros ocho países latinoamericanos y caribeños en el FMI.
Empero, el director-gerente ejerce "un poder relativamente limitado", ya que "la última palabra la tienen los que financian el FMI". Los que más aportan son los países ricos y, por tanto, son los que acumulan largamente la mayoría de votos en las decisiones, comentó a su vez Cardim.
Además el FMI, aunque sea "un foro políticamente importante", no es el que influye en los problemas globales que afectan profundamente la economía mundial, sino que las responsables son las políticas de Estados Unidos que alteran las cotizaciones del dólar o de China.
Su poder se limita "a los países que le deben dinero" y es matizado en el caso de Grecia y otros estados europeos periféricos y en crisis, donde "las exigencias más duras provienen del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea", usando las del FMI como pantalla, señaló el economista.
En su opinión, el Fondo contribuiría a un sistema monetario internacional más estable si volviese a "su misión original de facilitar ajustes de corto plazo en la balanza de pagos" de los países en dificultades, exigiéndoles como condiciones solo "el compromiso de adoptar políticas económicas que aumenten la probabilidad" de pago de sus préstamos.
Pero a partir de los años 80, cuando estalló la crisis de la deuda externa de muchos países en desarrollo, pasó a "exorbitar sus funciones", con las potencias acreedoras tratando por su intermedio de "imponer a los deudores estrategias de desarrollo diseñadas de acuerdo a los intereses de países desarrollados", criticó.
Ante esta errática trayectoria, es necesario que haya cambios en el proceso decisorio, ampliando el peso de los países en desarrollo, para sostener la legitimidad del FMI ante las presiones principalmente de las mencionadas naciones emergentes. China, por ejemplo, está limitada a un insustentable seis por ciento de los votos, aunque ya sea la segunda mayor economía del mundo.
Además de democratizar el poder dentro del FMI, será necesario diversificar el pensamiento y la composición de otros ámbitos de la institución, como la administración en general, jefaturas de departamentos y cuerpo técnico, apuntó Batista Junior.