El área que inundarán las cinco represas de HidroAysén no supera 0,05 por ciento de la superficie de la región chilena de Aysén. Pero se trata justamente de los valles donde reside la mayor parte de la población, indican quienes viven aquí.
En el corazón de la austral Patagonia en los valles del río Ñadis, unos 45 kilómetros al sur de la ciudad de Cochrane, viven 14 familias que deben ser reubicadas ya que la central hidroeléctrica Baker 2, una de las cinco que proyecta el consorcio HidroAysén, dejará la zona bajo agua.
Habitantes de estos paisajes, Elisabeth Schindele, Rosendo Sánchez y sus dos hijos se dedican en sus 492 hectáreas a la cría de animales, al cultivo de un huerto familiar y a organizar cabalgatas hacia El Saltón, en el río Baker. Sus vecinos más próximos están a cuatro kilómetros.
Según un sondeo de la consultora internacional Ipsos de fines de abril, 61,5 por ciento de los encuestados en todo el país se manifestaron contrarios a las hidroeléctricas, que el 9 de mayo obtuvieron luz verde de las autoridades regionales ‒nombradas por la Presidencia‒ luego de tres años de tramitación y sin responder unas 11.000 observaciones ciudadanas.
"Hicimos observaciones en el proceso de participación ciudadana y hasta hoy día no fueron respondidas. Quisimos saber qué paso con nuestra junta de vecinos, con nuestra sede, qué pasó con nuestras relaciones culturales, familiares, económicas", dijo Schindele a Tierramérica.
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"Si nos relocalizan por separado se va a perder esta comunidad, ellos no hacen un esfuerzo para entender esto", agregó.
Las 14 familias serán desplazadas antes de que se llene el embalse, pero sólo aquéllas con títulos de propiedad serán reubicadas, apuntó Schindele. Hay trabajadores establecidos aquí, sin ser propietarios, que son parte de la forma de vivir en el Baker, señaló.
Las represas se construirán en los ríos Baker, el más caudaloso del país, y Pascua para generar 2.700 megavatios y llevarlos por una línea de transmisión de 2.000 kilómetros a Santiago y a la región minera de Atacama.
HidroAysén está conformado por las empresas Endesa ‒la firma española de energía adquirida por la italiana Enel‒ y Colbún, parte del grupo chileno Matte, que controlan 70 por ciento del mercado eléctrico nacional.
A Cochrane se llega subiendo en dirección norte por la carretera austral. La escultura de un huemul en la plaza y un cóndor de madera que cuida una esquina sirven de presentación a esta ciudad de 3.000 habitantes en la que Teresa Catalán tiene un restaurante familiar.
Hija de pioneros de la zona, después de vivir veinte años en la vecina región de Los Lagos, decidió regresar a la Patagonia con su esposo.
"He vivido en lugares donde ha habido mucha plata y después se han transformado en lugares fantasmas, donde el estigma de ser una mala población es lo que queda luego que se ha ido esa riqueza enorme", dijo Catalán a Tierramérica.
Se estima que llegarán unos 5.000 trabajadores, y otros tantos vendrán atraídos por las oportunidades de servicios en un período de 10 a 12 años. Los patagones temen que con ellos se disparen la delincuencia, la prostitución y el embarazo precoz.
"Me preocupa mucho el embarazo adolescente que se podría ver incrementado por la gran población masculina que traerían los proyectos", dijo a Tierramérica la concejala de Cochrane, Tatiana Aguilera.
Entre 1985 y 1987 Endesa construyó una minicentral hidroeléctrica de paso para abastecer a las poblaciones de esta área. Si bien la obra no atrajo a tantos trabajadores, dejó una generación de jóvenes sin apellidos paternos en la comuna, comentó Aguilera.
Cochrane tiene un hospital público en un edificio modular construido en 1970 para atender a las comunidades de Villa O'Higgins, Caleta de Tortel, Puerto Bertrand y Puerto Guadal.
Pero la atención de los partos sólo se hace en Coyhaique, unos 345 kilómetros al este de aquí, y los traslados demoran entre seis y siete horas.
La empresa ofrece instalar un centro privado de atención para sus trabajadores, pero la salud de los que vengan a ocuparse en actividades conexas quedará a cargo del sistema público, observó la concejala Aguilera.
Ya hay impactos más intangibles.
"Hemos sido intervenidos en nuestra cultura, y eso se ha visto reflejado en que antes muchas cosas se hacían por la voluntad de las personas", recalcó Aguilera.
Es el caso de "El encuentro costumbrista", una muestra de jineteo, doma y ordeñe que se organizaba con participación voluntaria de los pobladores. Desde que HidroAysén lo financia, se acabó la idea de colaborar. Ahora quien participa recibe un pago.
La Caleta de Tortel, la comuna más sureña de Aysén, está enclavada en la desembocadura del Baker, entre los campos de hielo Norte y Sur y el océano Pacífico. No tiene calles, sino pasarelas de madera que atraviesan canales y estuarios, islas y áreas escarpadas de la cordillera.
Por esas pasarelas que tejen la vida de Caleta de Tortel pasa Irma Gruelet, pequeña comerciante que tiene un kiosco de café y dulces en la entrada del pueblo. Su casa está cerca de la escuela y, mientras habla, se escuchan detrás de su voz las de los niños saliendo de clases.
"Aquí no son todos los que están disconformes, todo lo contrario, la gente a veces necesita ayuda, e HidroAysén se la ha dado", argumentó.
Es el caso de Nancy Domínguez. La empresa le financió un kiosco de caramelos y artesanías para los turistas que visitan el estuario del río Baker, y que se teme sufra inundaciones periódicas con las represas.
"Claro que (las represas) producen un daño ambiental, pero para nosotros, que somos adultos mayores con bajos ingresos, esto nos permite mejorar nuestra vida", sostuvo Domínguez.
En la capital regional, Coyhaique, la católica radio Santa María cuestiona el proyecto. Ya hubo impacto social incluso antes de que se aprobara HidroAysén, dijo a Tierramérica la periodista Claudia Torres en una de las cabinas de transmisión.
La comunidad se dividió entre quien recibió dinero de la empresa y quien no, entre "vendidos" y sin precio, describió. "Ellos no han dimensionado el daño que han causado".
Para Michel Mouré, gerente de operaciones de HidroAysén, sugerir que los ciudadanos de Aysén se dejan comprar por la empresa es "un insulto".
Los aportes, desde becas hasta apoyo a microempresarios, son parte de la política de "responsabilidad social empresarial" de HidroAysén, que representa una oportunidad de superar el desempleo y la pobreza en una de las zonas más abandonadas del país, sostuvo.
El 20 de mayo, el consejero regional René Hermosilla Soubelet, del gobernante partido Renovación Nacional (RN), dijo en el programa de Torres que "hay gente de RN que está involucrada con HidroAysén, que recibe plata… Esa gente yo creo que tendría que inhibirse inmediatamente de este proceso".
Ese mismo día se produjo el incendio de una casa cuyo propietario, favorable a las represas, culpó a "delincuentes que están aprovechando la oportunidad para dividir la región".
Al oeste de Coyhaique, en Puerto Aysén, la gente camina pausadamente y reconoce sin mucho esfuerzo a quien no es de la zona. En una tienda de discos se ofrece el primer compacto de un artista local que canta a la Patagonia, y un colectivo de jóvenes organiza una cabalgata de sensibilización ecológica.
Para el dirigente Hugo Díaz, de la Agrupación Wall-Mapu, allí está la esperanza. "Cada día más jóvenes se pliegan a esta lucha, y esos jóvenes interceden o influyen en las cabezas de sus padres", concluyó.
* Este artículo fue publicado originalmente el 28 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.