SIRIA: La izquierda árabe no sabe qué hacer

La izquierda árabe es casi unánime en su animosidad hacia el gobierno de Siria, pero duda sobre la naturaleza, sustancia y futuro del movimiento opositor.

Aunque la "primavera árabe" sembró nuevas esperanzas y optimismo en Medio Oriente, los ánimos se ensombrecieron considerablemente cuando gobiernos muy afianzados en el poder respondieron con violencia a la oposición democrática.

El colapso relativamente rápido de los gobiernos de Túnez y Egipto dio paso a una prolongada lucha y a muchas complicaciones en Siria, Bahrein y Libia.

Siria es el país donde este callejón sin salida es más patente. Allí, los reclamos de democratización se mezclan profundamente con la dinámica geopolítica, superponiendo alianzas y atravesando ideologías políticas.

La situación en Siria se desarrolló de modo diferente a las revoluciones de sus vecinos. Como integrante del llamado Eje de Resistencia a la ocupación israelí, Siria ha evadido acusaciones de sometimiento a las potencias extranjeras que caían sobre la vieja guardia de Egipto, Bahrein y otros países.
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Y, lo que es más importante, Siria se ubica entre Líbano e Iraq, estados que todavía luchan por superar sus recientes estallidos de violencia sectaria e inestabilidad. Los sirios también han observado cautamente las revoluciones de Libia y Bahrein, que derivaron en violencia a gran escala e intervenciones militares extranjeras.

Por estos motivos, con la brutal ofensiva de un mes del régimen de Bashar Al-Assad, la vasta mayoría de los sirios se quedaron en sus casas, muchos silenciosamente contrarios al gobierno pero no dispuestos a adherir públicamente a la oposición.

Esta brecha entre el desprecios por el gobierno y el apoyo a la oposición es más evidente en los círculos de la izquierda árabe, casi unánime en su animosidad hacia Assad pero en conflicto sobre la naturaleza, sustancia y futuro del movimiento opositor.

Mientras la oposición se reagrupa tras la ofensiva del gobierno sirio, varios izquierdistas influyentes intentan combinar su apoyo al levantamiento popular con sus preocupaciones sobre la manipulación que ejercen Arabia Saudita, Israel y Estados Unidos.

Una minoría pequeña pero que se hace oír ha rechazado categóricamente a la oposición, alegando que el caos en Siria solamente sirve para envalentonar a los movimientos islamistas de derecha, que inclinarán la balanza del poder hacia Arabia Saudita, Israel y Estados Unidos.

Algunos se quejan de que mientras las revoluciones de Egipto y Túnez entrañaban derrotas significativas para los enemigos tradicionales de la izquierda árabe, las implicaciones de un vacío de poder en Siria son mucho más turbias, y pueden desestabilizar más a sus ya frágiles vecinos.

El conocido disidente sirio Michel Kilo advirtió en un artículo publicado en el periódico libanés de izquierda As-Safir que los conflictos sectarios "harán retroceder a la sociedad", perjudicando al Estado y a la unidad nacional, "Dios sabe por cuánto tiempo".

A Kilo se unieron quienes creen que el colapso total del régimen, en esta coyuntura particular, puede no resultar beneficioso para los objetivos de la izquierda.

En términos generales, estas declaraciones han suscitado un aluvión de la oposición. Rime Allaf, de Chatham House, señaló que los "otros regímenes están apoyando al régimen sirio, temerosos del alcance de esta inconveniente primavera árabe".

Asimismo, varios analistas observan que a quienes les preocupa que las manifestaciones den poder a sus enemigos tradicionales –Israel y Arabia Saudita— se hallan del mismo lado que varios políticos israelíes y sauditas, que temen precisamente lo opuesto.

Aunque los funcionarios israelíes han guardado silencio sobre Siria, muchos sospechan que el gobierno del Estado judío apoya al régimen sirio.

"Más vale malo conocido", dijo en marzo el ex asesor del gobierno israelí Moshé Maoz a Los Angeles Times.

Otros apoyan a la oposición pero de un modo más cauto. Entre ellos, el analista As'ad Abu-Khalil, autor del blog Angry Arab News Service ("servicio de noticias de árabes indignados").

Abu-Khalil argumentó en varias ocasiones que las tendencias "saudita" y "occidental" de la oposición eran contraproducentes y peligrosas, y que debían considerarse aparte de la "mayoría" de los manifestantes que están libres de esas influencias.

Abu-Khalil fue particularmente duro con los expatriados sirios, que según algunos han jugado un rol crucial en la organización de las protestas y la divulgación de información. Él recordó ejemplos como el de Farid Ghadry, líder del Partido Reformista de Siria, quien se fue del país a los 10 años y sostiene que se debería permitir a los israelíes quedarse con las alturas del Golán. Esta opinión es ampliamente impopular entre los sirios.

Bassad Haddad, experto en política siria y cofundador del sitio web Jadaliyya, considera que todo este debate es frustrante.

"No es una conversación de la izquierda sino entre personas que creen en teorías conspirativas y quienes ven (la situación en Siria) tal como es", dijo en entrevista con IPS.

Aunque Haddad admite tener amigos a los que no les gusta que él dice, defiende la postura de que "probablemente hay infiltrados, pero son una minoría".

"Lo que está ocurriendo en Siria no es resultado de (la acción de) infiltrados, sino de un pueblo viviendo 14 años en la opresión… y al final el régimen sirio está matando a su propia gente", y ése es un punto fundamental "para cualquier izquierdista que se precie".

"Debemos ser capaces de criticar al régimen… sin facilitar que los enemigos de la resistencia abusen de esas críticas", dijo, observando que lograr el equilibrio entre las dos posiciones puede ser difícil.

Para algunos "se están abandonando los principios por la política", advirtió Haddad, y acusó a quienes están en contra de la oposición de hacer una apología del autoritarismo simplemente porque comparten los mismos enemigos del régimen sirio.

Mientras el debate se instala, la ofensiva del gobierno continúa, escudada en un silencio mediático cada vez más efectivo que pone a todas las partes a esperar ansiosas si sus peores temores se vuelven realidad.

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